I Am Not Your Negro, de Raoul Peck, fue una primera piedra para recuperar el legado sociopolítico y rebelde de James Baldwin. Estrenado en 2017 para conmemorar su 30 aniversario luctuoso (Baldwin nació el 2 de agosto de 1924 en Nueva York y murió el 1 de diciembre de 1987 en Saint–Paul–de Vence, Francia), I Am Not Your Negro deriva de su libro inconcluso Remember this House, en el que evoca a tres luchadores por los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King Jr., sus amigos y compañeros de batalla en contra de la malevolencia del país que se autoproclama la “tierra de la libertad”. Narrado por Samuel L. Jackson, el documental de Peck se concentra mayormente en los archivos del racismo sistémico y social y en los homicidios de los activistas (Evers en 1963; Malcolm X en 1965; Luther King Jr. en 1968) para contextualizar el perfil ideológico e intelectual del novelista, dramaturgo y crítico político que el tiempo sepultó en la indiferencia y el olvido (hoy Baldwin es poco leído dentro y fuera de Estados Unidos, a pesar de que su primera obra, Go Tell It to the Mountain, es considerada entre las 100 mejores novelas del siglo XX escritas en inglés).
Basada en If Beale Street Could Talk, la película Si la colonia hablara (titulada así en la cartelera mexicana) de Barry Jenkins, es otra piedra para rescatar al Baldwin militante que aún en el exilio europeo buscó el modo de aliviar las cicatrices morales y emocionales que le dejaron el gueto de Harlem y las callejuelas del Bronx en las que vivió y creció, regiones escabrosas pero con ciertos resquicios desde los que se podía atisbar un porvenir menos amargo, aunque al final aquellas grietas terminaran revelando un espejismo. Si bien la película de Jenkins se queda corta con respecto de la novela, hay que reconocer el tono moderado con que narra la perversidad, la injusticia, el odio y la desgracia que ensombrecen el futuro de Tish Rivers y de Alonzo “Fonny” Hunt, dos jóvenes negros que fracasan en su lucha por sobrevivir como pareja en el Nueva York sajón y hostil, y le sirven para elaborar una parábola de la América contemporánea, la América de Trump, esa que delira de supremacía (blanca) y que desfallece por aniquilar al otro, al invasor y al diferente, como también sucede en Moonlight, su filme anterior.
Y es que para Jenkins la cosa era sencilla: escrita en 1974, If Beale Street Could Talk, la penúltima novela de James Baldwin, no solo es de una vigencia indiscutible sino el epítome de su conciencia política, social, racial y cultural; la síntesis de su escepticismo rabioso e inconforme, mucho más de lo que proyecta en La habitación de Giovanni, novela con la que escandalizó por dos temas subversivos: homosexualidad y relaciones interraciales.
En If Beale Street Could Talk la prosa de Baldwin es la voz de Tish, una heroína inquebrantable, orgullosa, para quien la vida se hace jirones sin remedio porque “la mente es como un objeto que acumula polvo. El objeto, al igual que la mente, no sabe por qué ese polvo se aferra a él. Pero una vez que lo hace, ya no desaparece” y, en efecto, nada desaparece, mucho menos en la nación en la que el esclavismo y la servidumbre son arraigos. “I Am Not Your Negro” era una frase recurrente de James Baldwin y la explica en la novela por medio de Tish: “Él no era el negro de nadie. Y eso es un crimen en este país de mierda que, según dicen, es libre. Aquí uno tiene que ser el negro de alguien. Y cuando no eres el negro de nadie, eres un mal negro”. Baldwin fue contestatario, homosexual, activista, crítico y bohemio. Era un mal negro.