Parece extraño tener que morir un día soleado en una ciudad como París. Sandra, una hermosísima traductora francesa, mira extinguirse la mente de su padre. ¿Se aterra? ¿Se enternece? Hay tantas emociones. Pero Una linda mañana (disponible en Claro) es una película optimista. Está llena del deseo que, como decía Lacan, produce la falta. Y ¿qué le falta a esta mujer que tiene un trabajo que le gusta, una hija y un amante que a su modo la hacen feliz?
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Esto es lo que hay que ver en Una linda mañana, autoficción de Mia Hansen-Løve que gira en torno a una traductora que tiene que enfrentar aquello que decían los cristianos de que todo amor es una cruz. En una escena, el padre de Sandra tiene que ir al baño. Ella llama a la enfermera de origen africano quien pregunta de modo gentil: ¿por qué no lo ha llevado usted? Sandra no sabe qué decir. Finalmente consigue articular: porque me da pena. La africana no entiende. Comenta sonriendo: “Lo digo por usted, porque aquí está él todavía y puede disfrutarlo”. ¿Disfrutarlo?, piensa uno. En la diferencia entre lo que piensa esta enfermera y lo que pensamos nosotros, occidentales del siglo XXI, estriba la pequeña tragedia que se desenvuelve como telón de fondo en esta extraordinaria película que nos enfrenta con las cosas más inquietantes de la vida. Y, como se sabe, los existencialistas plantearon que ante absurdo semejante hay tres caminos: religión, aceptación o suicidio.
La enfermera de Una linda mañana parece representar a la religión mientras que la madre de Sandra podría ser la aceptación. ¿Acaso la traductora está dispuesta al suicidio? En efecto, una noche ella le pide al amante: prométeme que si heredo la enfermedad de mi padre me llevarás a una clínica suiza donde me inyecten algo para morir. Él dice que sí de mala gana, pero le da un beso y la invita, mejor, a disfrutar de la vida en una escena que, como tantas otras en Una linda mañana, recuerda lo mejor del cine francés que es amplio y profundo. Esa clase de arte en que los amantes, después de hacer el amor, se tienden a contemplarse desnudos y discuten de filosofía y amor.
Es importante advertir, sin embargo, que Una linda mañana no exige de ningún esfuerzo para mirarse. Uno puede, si lo desea, entrar en las cuestiones existenciales, pero la directora tiene la gentileza de dejar que su público decida qué es mejor: si caminar con los amantes por las calles de París disfrutando su amor loco o conmoverse con todo el simbolismo de esta pequeña historia llena de amor a la vida. El título, por ejemplo, está relacionado con un texto del poeta y guionista Jacques Prévert. “Él no tenía miedo a nada” dice Prévert, “hasta que una linda mañana, creyó ver algo […] y abrió la puerta [y nada]”.
Este miedo a la nada es justamente lo que transmite la actuación extraordinaria de Léa Seydoux, una mujer a quien la vida parece atacar por tres flancos: la hija crece, el padre se muere, el amante ha comenzado a dudar. Pero ella se aferra a la felicidad y durante una linda mañana ella sube con su pequeña familia hasta el mirador del Sagrado Corazón de París. Ahí el novio pregunta a la niña: ¿Qué es eso? La torre Eiffel. ¿Y aquello? La torre de Montparnasse. ¿Y dónde está tu casa? La niña duda. Sonríe. No lo sé.
Una linda mañana es una película muy hermosa. También es entretenida y profunda. Porque nos enfrenta con el loco amor a la vida que simboliza París, un deseo que es una ausencia y no saber en realidad dónde está nuestra casa.
Una linda mañana
Mia Hansen-Løve | Francia | 2022
AQ