“El concepto de salud mental en nuestra sociedad se entiende como el individuo que se comporta acorde con las necesidades del sistema, sin mostrar o desarrollar estrés”. Tenía razón. Theodore Kaczynski es el terrorista que en 1978 comenzó a enviar cartas bomba a diferentes individuos que él responsabilizaba de la marcha incontrolada de la tecnología, fue buscado por veinte años, y podemos considerarlo el fundador del terrorismo ecológico.
El FBI lo llamó Unabomber, cuando iniciaron la investigación con una costosa brigada especial de 150 investigadores, que, si no hubiera sido porque el hermano lo denuncia, es posible que nunca lo hubieran atrapado. Tal vez para el terrorista, esta ineficiencia fuera la prueba de sus teorías.
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Después de veinte años en la impunidad, con una lista de tres muertos y decenas de heridos, y el FBI buscando a través de sus prejuicios, más que en la lógica, lo traicionó su deseo de influenciar a las masas. Ser un líder. Hasta ese momento, Unabomber fue un verdugo, con sus cartas bomba castigaba a quienes él señalaba, desde su autoimpuesta superioridad. Envió un manifiesto de 35 mil palabras al FBI, a The New York Times y a The Washington Post, y les exigió publicarlo o, de lo contrario, cometería otro atentado. Es el mejor método para ser publicado en las exclusivas páginas de opinión de estos periódicos, además les ordenó que el manifiesto apareciera completo. No sé cómo no lo han imitado otros escritores, y no estoy incitando al terrorismo, pero es tan difícil publicar ahí que me parece un recurso muy literario, y claro, le faltó The New Yorker.
El hermano Kaczynski lee el manifiesto y reconoce el estilo. La huella digital de un escritor, de un artista, es el estilo, es donde el FBI nunca habría entrado. Compararon pruebas, y el arresto fue anticlimático, el tipo vivía en una casucha en Montana, como tantos hippies siguen viviendo ahora. Tocaron a la puerta y se lo llevaron. Se acaba de suicidar en su celda en junio del 2023. Su manifiesto parece influenciado por las teorías de Rousseau del buen salvaje, incluso afirma que la vida salvaje da la felicidad, él vivía como Rousseau, alejado de todo rasgo de civilización.
La diferencia es que Rousseau no fue feliz, padecía enfermedades, insatisfacciones amorosas, abandonó a sus hijos, y vivía de malas, no fue un buen salvaje. Si por un lado es verdad que el progreso nos está avasallando, que la naturaleza nos padece, y que la tecnología, en muchos aspectos, está en nuestra contra, la solución no es vivir sin agua corriente, sin electricidad e incomunicados.
Despreciaba a los “izquierdistas”, activistas, relativistas. Sin embargo, sus ideas, actitud y estilo de vida están muy cerca del activismo contemporáneo. La publicación del manifiesto provocó su captura y fue su consagración. A pesar de lo contradictorio de sus ideas, cada quien tomó lo que le convenía a su causa y se convirtió en un fenómeno de masas. La letra impresa fue la más letal de sus bombas.
AQ