Universos paralelos: ¿en qué radica el éxito de esta teoría?

Ciencia

En 1954, Einstein dio la última charla de su vida; Hugh Everett, en busca de resolver los problemas de la física cuántica, estaba ahí para concebir su popular teoría.

Aunque la interpretación de los mundos múltiples despertó mucho entusiasmo, nunca quedó clara la manera en que se podría comprobar. (Foto: Hristo Fida
Gerardo Herrera Corral
Ciudad de México /

A Einstein se lo conoce por ser el autor de una nueva manera de ver el espacio y el tiempo al desarrollar la teoría de la relatividad especial y general. Einstein también describió el efecto fotoeléctrico que nos explica cómo la luz arranca electrones al incidir en un material e interpretó la importancia del movimiento browniano, ese que se puede ver cuando un grano de polen vibra en un líquido. Con ese sutil movimiento demostró la existencia de los átomos que deben ser los que provocan el ir y venir del polvo al chocar de manera desordenada mientras la pequeña mota flota en un fluido.

Albert Einstein contribuyó de manera significativa a nuestra mejor comprensión de la naturaleza y fue muy crítico con la mecánica cuántica. Esta teoría se había desarrollado para explicar los fenómenos del mundo microscópico al mismo tiempo que la teoría de la relatividad comenzaba a explicar el macromundo. En algún momento, Albert Einstein le dijo a su amigo Otto Stern: “he usado más grasa cerebral en la mecánica cuántica que en la teoría de la relatividad”.

Nunca le gustó el carácter probabilístico de la mecánica cuántica como tampoco las implicaciones que generaban fenómenos inaccesibles a la intuición. La aparente influencia que tiene un observador al momento de medir algo le incomodó toda su vida porque no es aceptable que el resultado de un experimento dependa del que lo mira. “¿Si observan un ratón, cambia el estado del universo?”, les preguntaba a los entusiastas defensores de la mecánica cuántica.

Cuando en 1954 dio una charla en Princeton, Einstein no sabía que una hemorragia interna, provocada por la ruptura de una dilatación en la aorta a la altura del abdomen, se desarrollaba lentamente. Él mismo rechazó una cirugía con la que se quería reforzar el aneurisma diciendo: “es de mal gusto prolongar la vida de manera artificial. He hecho mi parte, es hora de irse”. Era un 14 de abril y el 18 del mismo mes, pero un año más tarde, Einstein murió.

Con esa charla crucial, la última que el gran físico impartió en su vida, quedó plantada en el cerebro de un estudiante la semilla que después acabaría como la propuesta más radical que hemos tenido para entender la mecánica cuántica: la teoría de los universos alternativos.

Hugh Everett se proponía resolver los problemas de la física cuántica con las mismas matemáticas que ya sustentaban a la teoría. Es decir, no se pretendía crear una nueva explicación de los fenómenos microscópicos sino encontrar una manera de interpretar lo que las ecuaciones exitosas mostraban.

Everett tenía 22 años cuando escribió su tesis doctoral con la idea de muchos mundos para evitar las probabilidades que usa la mecánica cuántica como lo único que puede decir de los eventos en la naturaleza. La teoría cuántica nunca da un resultado concreto, solo la probabilidad de que algo ocurra. Eso trae muchos problemas para la intuición y un controversial aspecto: “el problema de la medición”.

La mecánica cuántica es tal que cuando alguien mide un arreglo experimental dado la medición misma parece definir el resultado. Antes de la medición, el sistema se encuentra en todos los estados posibles y solo al momento de ser observado es que toma uno de ellos.

Ya que no puede ser que el sistema se encuentre en todos los estados al mismo tiempo y no nos gusta la idea de que el observador sea quien define el resultado, entonces es necesario entender todo de alguna manera. La interpretación debe evitar que sea quien mira el que defina el estado del mundo externo.

La propuesta de Everett es que cada vez que medimos algo, el Universo se desdobla en otros Universos en los que se realizan cada uno de los posibles resultados de esa medida. Se produce así un número infinito de líneas de tiempo en las que ocurren cada una de las alternativas del experimento.

Así, por ejemplo, en un experimento con dos salidas, acabaremos con uno de los Universos en el que ocurre una y otro muy parecido que opta por la segunda posibilidad. Si uno arroja una moneda al aire, el Universo se dividirá en dos y en uno de ellos la moneda mostrará el águila y en otro mostrará sol. El Universo se ramifica pues en incontables mundos con historias distintas y versiones diferentes de nosotros mismos.

Esta manera de entender la mecánica cuántica da una explicación de cómo es que un fenómeno puede existir en dos estados al mismo tiempo —como el gato de Schrödinger que espera el decaimiento de un átomo que rompería el frasco de veneno con lo que él morirá y que, según los cálculos cuánticos, el gato estará vivo y muerto al mismo tiempo hasta que abrimos la caja y vemos el estado real—. Para Everett, el gato está vivo en un universo y muerto en el otro.

En este marco de ideas los Universos que se generan son inobservables. No existe contacto entre ellos y no hay manera de comprobar la veracidad de esta manera de ver a la naturaleza. Aunque la interpretación de los mundos múltiples despertó mucho entusiasmo al comienzo, nunca quedó clara la manera como se podría comprobar. La interpretación de multiversos transitó rápidamente a la imaginación colectiva donde recibió mucha atención. Allí tuvo más éxito que entre los físicos.

En la cultura pop los Universos paralelos son el elemento conductor de las aventuras de Ricky y Morty y de la serie televisiva Dark. Otras muchas películas, historietas y hasta obras pictóricas, teatro y música han recurrido a los universos múltiples.

El marco de los mundos paralelos tiene ya un significado para las personas en la sociedad moderna. Para la gente es muchas cosas, y, entre ellas, la ilusión de poder vivir todo de una manera distinta, quizá sin los errores que cometemos. La creatividad colectiva explota la idea y se deleita en la invención de mundos.

Entre las fantasías, la favorita es sin duda aquella en la que cerramos los ojos y aparece un Universo con todas nuestras fallas enmendadas, una realidad distinta en la que somos todo lo que quisimos ser. En este anhelo inalcanzable radica el gran éxito popular de la teoría de los Universos paralelos.

ÁSS

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