No se puede leer la literatura como pragmático o activista social, pues ocurre que en el mundo de las bellas letras importa más el individuo que la masa, y vale más el rico que el pobre. En literatura vale aquello de que muchos muertos son una estadística y uno es un drama. El rey y la reina valen más que mil de sus peones.
En Los persas, de Esquilo, ha sido derrotado el ejército persa por los griegos con gran mortandad, pero hay que centrarse en las inquietudes de la madre de Jerjes. ¿Porque qué podríamos hacer en una obra de teatro con miles de viudas?
Guerra y paz nos narra un evento en el que murieron alrededor de medio millón de personas, pero lo importante son los amores de Natasha.
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Apiano nos cuenta el final de la insurrección de Espartaco. “Éstos se dividieron en cuatro partes y continuaron luchando hasta que perecieron todos a excepción de seis mil, que fueron capturados y crucificados a lo largo de todo el camino que va desde Capua a Roma”.
Si hubo seis mil crucificados habría seis mil Marías, Magdalenas, Juanes y Josés de Arimatea. Pero no nos ocuparemos de ellos porque no son uno sino seis mil.
Los mismos evangelios han de ser mezquinos hasta con Dimas y Gestas, como si sus madres no sufrieran y la única tristeza válida fuese la de la María sin pecado concebida.
Los dramas multitudinarios se resuelven en dos líneas. Los personales toman media novela.
En Otelo, basta una línea para ahogar a miles de turcos: “News, friends, our wars are done, the Turks are drown’d”. Y pasamos a ocuparnos de los celos de un hombre.
Lo mismo ocurre con la historia. En Constantinopla, en el año de 532, hubo una revuelta popular. El emperador Constantino decidió huir, pero su mujer, al estilo de Carlota con Maximiliano, lo hizo cambiar de parecer con un breve discurso: “Los que han portado la corona, no pueden sobrevivir al hecho de perderla. Nunca veré el día en que no sea yo reverenciada como emperadora”. Constantino decide enfrentar a los insurrectos, cuyo destino requiere menos palabras: “Los muertos de ese día sumaron treintaicinco mil”.
Heródoto resuelve en menos palabras la batalla de Maratón, con sus miles de muertos, que las posteriores intrigas matrimoniales en que Clístenes busca marido para su hija Agarista.
Difícil ser categórico en esto, pero me parece que el libro que mejor cuenta el drama de una multitud es la Anábasis, de Jenofonte, también conocido como La marcha de los diez mil. El momento culminante de la historia, el famoso grito de “¡El mar, el mar!”, fue pronunciado por centenas y miles de guerreros.
Pero se trata de una historia de vencedores. ¿Cuál sería la novela en la que miles de voces dijeran “consummatum est”?
AQ