Una utopía de paz

Música

Con un concierto en Berlín, la Orquesta West-Eastern Divan celebró 25 años de existencia.

La orquesta está integrada por jóvenes israelíes, palestinos y de otros países de Medio Oriente. (Cortesía: West-Eastern Divan Orchestra)
Elsa Cross
Ciudad de México /

En días pasados, un concierto que tuvo lugar en la sede de la Filarmónica de Berlín bajo la dirección de Daniel Barenboim celebró los 25 años de la fundación de la Orquesta West-Eastern Divan, pensada en principio para jóvenes músicos israelíes y palestinos. Esto ocurrió, paradójicamente, en medio de la terrible destrucción que está asolando a la Franja de Gaza.

A partir de una serie de conversaciones entre el músico argentino-israelí Daniel Barenboim y el intelectual y escritor palestino Edward Said, en 1999 tuvo lugar en Weimar un taller que dio origen a la fundación de esta orquesta de jóvenes israelíes, palestinos y de otros países de Medio Oriente.

Esto sobrepasó los planes iniciales de estas dos extraordinarias figuras, que compartían una gran amistad y un deseo de enfocar de otra manera el conflicto entre sus dos naciones, haciendo partícipe de ello a ese grupo de jóvenes. A través de un diálogo intercultural que les permitiera respetar las diferencias y entenderlas, aun cuando se tuviera otra posición, se trataba de lograr un conocimiento mutuo, de despertar un interés humano, e incluso una curiosidad por el otro, y todo esto en medio de la realización de una actividad conjunta tan enaltecedora como es la música. Un principio básico de los talleres de discusión y de la orquesta ha sido la igualdad, que Barenboim ha considerado como condición fundamental para el diálogo.

Una sorpresa tanto para Said, músico también, como para Barenboim, que ha sido uno de los pianistas y directores de orquesta más notables durante los últimos 60 años, fue la calidad de muchos de estos músicos, sobre todo de los que provenían de países árabes que, a diferencia de los israelíes, no habrían tenido posiblemente la misma oportunidad de formarse en la tradición de la música clásica de Occidente. Su talento, al que se añadieron talleres, cursos y becas, hizo que en poco tiempo la orquesta alcanzara un nivel extraordinario. A Said no le tocó ver su pleno desarrollo, pues falleció en 2003.

La formación de esta orquesta inusual y su excelente desempeño tuvieron una repercusión casi inmediata. En 2002 Barenboim y Said recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, por la fundación de la orquesta, y dos años después, con la Junta de Andalucía, se creó la Fundación Barenboim-Said, que ha propiciado el desarrollo de la orquesta y otras actividades musicales. En 2005 se logró algo prácticamente imposible: tocar en los territorios palestinos, adonde los músicos israelíes tuvieron que llegar en medio de muy estrictas medidas de seguridad. Y en 2016 la orquesta se presentó en el Salón de los Derechos Humanos de la ONU, que nombró a Barenboim “Mensajero de la paz”.

Siempre dirigida por Barenboim, la orquesta suele tocar en países de Europa, América y Asia, y con frecuencia la han calificado como una “orquesta para la paz”. No obstante, Barenboim jamás pretendió que la orquesta fuera a tener ningún efecto sobre el complejo y larguísimo conflicto entre israelíes y palestinos. Ha dicho que es muy halagador que se le haya considerado como una orquesta para la paz, pero que lograr la paz necesita más que una orquesta. Por otra parte, las razones para su fundación fueron humanísticas, no políticas.

En repetidas ocasiones, Barenboim ha dicho también que la raíz del conflicto entre palestinos e israelíes no es político ni militar sino humano: el no aceptar y reconocer la existencia del otro, y que las dos naciones tienen el mismo derecho de habitar en esa pequeña porción de tierra. Y aunque Barenboim ha condenado ataques terroristas de los palestinos, ha sido también una de las voces más críticas en contra de las condiciones humillantes del sometimiento que Israel le ha impuesto a la nación palestina. Al recibir el Premio Wolf en la Knéset (el parlamento israelí), en 2014, Barenboim leyó un fragmento de la Proclamación de Independencia del Estado de Israel, que prometía bienestar y libertad para todos sus habitantes, sin diferencia de raza, sexo o religión; paz y buena vecindad con todos los estados fronterizos. Y añadió:

Hoy, hondamente dolido, pregunto: ¿es compatible el estado de ocupación y control de otro pueblo con la Proclamación de Independencia? ¿Hay una lógica entre la independencia de un país y la violación de los derechos fundamentales de otro? ¿Puede el pueblo judío, cuya historia se ha caracterizado por el sufrimiento y la persecución, permitirse ser indiferente hacia los derechos fundamentales y el sufrimiento de un Estado vecino? ¿Puede permitirse el Estado de Israel el sueño irreal de un arreglo ideológico del conflicto, en vez de esforzarse en buscar una solución pragmática, humanitaria, basada en la justicia social? Siempre he creído que no existe ninguna solución militar del conflicto, ni moral ni estratégicamente hablando.

Después agregó que no pudiendo esperar a que hubiera una solución por parte de Israel, había fundado, junto con Edward Said, la Orquesta West-Eastern Divan, y que la dotación del premio se destinaría a actividades de educación musical en Israel y Ramallah.

Aunque esta valentía le ha costado a Barenboim una abierta hostilidad de algunas personas y el gobierno de Israel, y también en los países árabes, ha proseguido con su proyecto. En un plano personal, los miembros de la orquesta no solo aprendieron a escucharse y dialogar, sino que han formado amistades sólidas, descubriendo, al tocar juntos, una gran cercanía. En el plano profesional, la orquesta ha llegado a tal nivel de excelencia, bajo la muy exigente dirección de Barenboim, que su ejecución de las nueve sinfonías de Beethoven en 2012 en las BBC Proms del Royal Albert Hall en Londres no le pidió nada a la Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan. Muchos músicos formados en la West-Eastern Divan, que toca únicamente durante el verano, se han incorporado a diversas orquestas sinfónicas, y hay entre ellos solistas notables, que tienen ya un reconocimiento internacional.

De esta orquesta, por otra parte, derivaron la creación de un conjunto de cámara, el West-Eastern Divan Ensamble, y la Academia Barenboim-Said, en 2016, escuela de música cuyos jóvenes miembros dan conciertos de lo que han aprendido, en la Sala Pierre Boulez, proyectada también por Barenboim y diseñada por el gran arquitecto Frank Gehry, y que cuenta con una de las programaciones más ricas y dinámicas de cualquier sala de conciertos en Europa u otros lugares. En la Academia hay, al igual que en Sevilla, una sección de enseñanza de música para niños, respondiendo a un hecho científico comprobado: el mayor desarrollo cerebral y emotivo se da en los niños que aprenden música. Esto ha llevado a Barenboim a pedir una y otra vez, en diversos países, la incorporación de la música a las materias escolares, tal como se estudian historia, literatura o matemáticas.

En el caso de la Orquesta, el efecto de la música ha sido extraordinario y logró, en su pequeña escala, lo que no han podido conseguir los gobiernos, ni con la guerra, ni con las pláticas, o las políticas que hayan emprendido: la cercanía y la aceptación humana mutua de grupos en conflicto, a través de la apertura, la empatía, la generosidad, la música misma, que son expresión de otro nivel evolutivo que los gobiernos cada vez están más lejos de alcanzar.

Said y Barenboim, en distintas ocasiones, han dicho que el proyecto de la Orquesta West-Eastern Divan ha sido el más importante de sus vidas. El que se haya llevado a cabo este concierto de celebración de sus 25 años, en medio de las terribles circunstancias actuales, es un inmenso triunfo de una visión humanista. El programa estuvo formado por el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn, teniendo como solista a Yamen Saadi, músico palestino originario de Nazaret, que se unió a la orquesta cuando tenía 11 años de edad, y por la Cuarta sinfonía de Bruckner. Hubo un lleno total y dos tremendas ovaciones de pie al final de cada parte del programa. En esta orquesta no ha habido fronteras entre los músicos, y juntos han enfrentado tremendos desafíos, como el presente, tal vez el peor de todos. Pero aun en medio del conflicto y de la amargura por tantas muertes, mantienen viva una utopía de paz.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.