Oppenheimer y nosotros: ¿valió la pena el sacrificio?

La guarida del viento

Nunca sabremos cuál hubiera sido el final de la Segunda Guerra sin la bomba atómica. Sí sabemos que fue la última guerra con superioridad moral de uno de los bandos.

Robert Oppenheimer y Albert Einstein. (Archivo)
Alonso Cueto
Ciudad de México /

Robert Oppenheimer es sin duda el personaje más importante del siglo pasado para cualquiera de nosotros. Hoy sabemos que así como muchos le debieron la muerte, la mayor parte de nosotros le debemos la vida. Hijo de un judío alemán emigrado a Nueva York, era también un patriota empedernido que siempre tuvo nostalgia por los Estados Unidos cuando estudió física en Alemania. Fue también devoto lector del Bhagavad-gītā, la escritura sagrada del hinduismo. Cuando se enrola en el Proyecto Manhattan, Oppenheimer sabe que puede fabricar un arma de destrucción masiva. Pero se enfrenta a un dilema moral. Si los americanos no fabrican la bomba pronto, lo harán los nazis. ¿No es necesario el sacrificio de muchas vidas para evitar así la destrucción total de un planeta dominado por Adolf Hitler?

En la notable película de Christopher Nolan, que acaba de triunfar en los Globos de Oro y en los Critics Choice Awards, la respuesta de Oppenheimer es afirmativa, aunque tiene algunas dudas. Un tiempo después de la caída de la bomba en Nagasaki y en Hiroshima, Oppenheimer recuerda unas frases del texto hindú: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. En su encuentro con el presidente Truman, cuando Oppenheimer le dice que tiene sangre en las manos, el presidente le responde: “Hiroshima no tiene nada que ver contigo”. Luego Truman pide a sus asistentes que no dejen entrar a “ese llorón”. En el final de la película, Oppenheimer confiesa a Albert Einstein que cree que ha cambiado el mundo para mal y para siempre.

Nunca sabremos cuál hubiera sido el final de la Segunda Guerra sin la bomba atómica. Sí sabemos que fue la última guerra con superioridad moral de uno de los bandos. (Cuesta imaginar lo que hubiera sido un triunfo del Eje).

Es curioso pensar que la otra producción premiada, la serie Sucession, cuenta una historia que ocurrió en la América que ganó la guerra. Una familia de personas inescrupulosas, llevadas por la ambición y la ansiedad, que están dispuestos a destruirse unas a otras por el poder. Cualquier mención a la moral les parecería una broma. En uno de los primeros episodios, Roman Roy (encarnado por Kieran Culkin, que ha ganado un Globo de Oro y un Emmy), le ofrece un cheque de un millón de dólares a un chico pobre que juega al beisbol. Solo tiene que hacer una jugada de jonrón. Cuando el chico fracasa, Roman le rompe el cheque frente a sus ojos. Es un anticipo de lo que veremos. Difícil pensar en una serie que muestre mejor la degradación moral de una familia que refleja la de una sociedad.

Si solo viéramos Succession, llegaríamos a la conclusión de que la sociedad que salva Oppenheimer, en realidad, no valía la pena. Pero felizmente Succession no refleja toda la realidad. Allí está Mollie (la estupenda actriz Lily Gladstone ganó un Globo de Oro) de Los asesinos de la luna para mostrarnos que vale la pena seguir luchando. Y toda la gente que, como ella, sigue buscando algún ideal en este planeta que todos los días se calienta.

ÁSS

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