Veneno y envenenadores

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Entre una medicina y un veneno hay solo unas gotas de distancia. En Florencia, en la farmacia de Santa María Novella se adquirían las sustancias letales que movilizaron la política del Renacimiento y del Barroco.

'La muerte de Sócrates', por Jacques-Louis David. (Wikimedia Commons)
Ciudad de México /

Entre una medicina y un veneno hay solo unas gotas de distancia. Los venenos son sustancias presentes en la naturaleza. Las plantas y los animales las poseen como un elixir secreto. Mitificados por la literatura, son parte de la inmortalidad de muchas historias. Los envenenados, algunos han sido a su vez envenenadores.

David inmortalizó el suicidio filosófico de Sócrates, en esa pintura del Neoclásico. El filósofo aparece rodeado de sus discípulos, peligroso para sus contemporáneos, condenado a muerte por envenenar la mente de los jóvenes con sus ideas y por ser ateísta, bebió cicuta. El extracto de esta planta es muy similar a la nicotina y en dosis altas provoca colapso respiratorio y la muerte. El anciano que está sentado con la cabeza agachada es Platón, que siguió y recopiló todas las palabras del filósofo. El joven triste le entrega la copa con la cicuta que deberá beber, mientras Sócrates levanta el índice, reafirmando sus palabras y su postura filosófica.

El emperador Claudio, padrastro de Nerón, fue envenenado con hongos por su esposa Agripina. Como tenía esclavos que probaban sus alimentos para evitar, justamente, morir por voluntad de sus enemigos, entonces Agripina envenenó su propia comida y le dio de comer en la boca, para entregar el trono a su hijo Nerón. El joven emperador fue gran patrono del teatro y de la arquitectura moderna. El famoso incendio de Roma fue para deshacerse de esas construcciones viejas y comenzar la gran Roma con la invasión del concreto hecho con cenizas. Podemos decir que ese bocado fatal fue fundamental para la historia de Roma.

A Cleopatra, además de sofisticada, bella y fashionista, le gustaba la química de los venenos. Más que una afición, fue una obsesión, y es lo que sucede con estas sustancias, seducen como abrir una puerta a lo desconocido. Cleopatra tenía un grupo de científicos que le llevaban hierbas y elíxires de animales, hacían los extractos y los almacenaban y clasificaban en un lugar especial al que solo ella tenía acceso. Para probar la eficacia de los venenos, le llevaban a varios presos y los hacía beber, aplicarse en la piel o pelo las sustancias, y los observaba, documentando los efectos y las dosis. La pintura de Alexandre Cabanel recrea la escena. Ella misma buscó su propia muerte, ante el fracaso de la guerra y sus mil problemas políticos, se hizo morder por un áspid, y la enterraron con sus gatos y sus tesoros. En una tumba que aún no terminaba de construir.

En Florencia, en la farmacia y perfumería de Santa María Novella, sus medicinas y sustancias eran producto del huerto que cuidaban los frailes dominicos del monasterio. Agricultores y químicos eruditos, sabían hacer perfumes, ungüentos o venenos. Desde ahí venían los venenos que movilizaron la política del Renacimiento y del Barroco, toda la familia Medici se surtía ahí. El personaje legendario de Hannibal Lecter compra en esa perfumería los jabones de almendra que le gustaban a Clarice. Fui a la farmacia y me compré mis jabones de almendra.

AQ

  • Avelina Lésper

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