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Verbo | Por Alberto Blanco

Meditaciones

Prácticamente toda la obra poética del autor de esta serie está publicada por el FCE en tres volúmenes de doce libros cada uno: ‘El corazón del instante’, ‘La hora y la neblina’ y ‘A la luz de siempre’.

Alberto Blanco
Ciudad de México /

Cada vez que pronunciamos un sustantivo

afirmamos con una ingenuidad pasmosa

que eso que decimos, existe:

sol, cielo, árbol, piedra, yo.


Si digo la palabra flor,

doy por un hecho que la flor existe…

lo cual es cierto y no.


Existen las flores:

millones y millones de flores,

en continuo flujo

desde la raíz hasta la descomposición.

Flores que alcanzan

su plenitud por un momento

para decaer luego.

Y así está bien.

Si no fuera así, no serían flores.


Ni una sola célula de mi cuerpo

estaba aquí hace décadas:

cambiamos todo el tiempo y por completo

desde el nivel molecular.


Sin embargo queremos seguir creyendo

que somos los mismos.

Que yo soy yo.


Y yo no tiene más realidad,

que una nube o que un imperio.


No se trata de abrazar el cambio

ni se trata de fluir con el cambio…

solo se trata de ser lo que somos:

algo que de pronto es real

y que luego ya no lo es…


Al momento de volverlo

un sólido sustantivo —un nombre—

ha dejado ya de serlo…

o está a punto de ser.


En corto: está siendo.

Y siendo es un verbo.

¡Solo que verbo también es un sustantivo!


¿Cómo hablar entonces?

¿Sustantivar? ¿Verbar?

¿solar, cielar, árbolar, piedrar, yoar?


No suena bien, pero, ¿qué más da?

El lenguaje cambia todo el tiempo

lo mismo que cambiamos nosotros

o —para el caso— lo que entendemos

y aceptamos como un poema.

AQ

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