Poeta, ensayista, traductor y editor, Víctor Manuel Mendiola sostiene que la comprensión profunda de las vanguardias pasa por leer a los poetas románticos, en particular a los ingleses, a quienes tradujo en la antología La arena en fuga (2024), recién publicada en la colección Poemas y Ensayos de la UNAM.
En un mundo actual al que representa cómica y cósmicamente Batman, un héroe oscuro, inspirado en lo gótico, Mendiola destaca el papel que tuvo la naturaleza en el romanticismo inglés, último movimiento poético cuyos protagonistas “tuvieron la oportunidad histórica de contemplar a la naturaleza aún virgen”.
El volumen incluye a William Blake, William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats y es la nueva parada obligada en una travesía que emprendió el también promotor cultural y colaborador de Laberinto por la poesía clásica inglesa, que tuvo ya un antecedente con Violencia e Inmensidad en los Siglos XVI y XVII (2023), publicada en la editorial que fundó hace 46 años con Guillermo Samperio y Luis Soto, El Tucán de Virginia, dedicada en exclusiva a la poesía.
“Hice Violencia e Inmensidad en los Siglos XVI y XVII tratando de entender esa convivencia, esa presencia simultánea de la gran poesía en España de Francisco de Quevedo, de Luis de Góngora, de Lope de Vega, con los grandes poetas que llamamos isabelinos”, explica en entrevista.
Una selección en edición bilingüe, con traducción y estudio de Mendiola, que va desde Thomas Wyatt, Henry Howard, Edward de Vere, Walter Raleigh, Edmund Spencer, Philip Sidney y Samuel Daniel hasta Christopher Marlowe, William Shakespeare, John Donne, John Milton y Ben Johnson, y en la que se destaca la poesía de mujeres como la misma Elizabeth I, Mary Sidney Herbert o lady Mary Wroth.
“Hay una serie de espejos en este libro. Quería sentir esa presencia doble, múltiple, de esos grandes poetas. Cómo en esos momentos habían estado reunidos autores de esas dimensiones. Un poeta (Góngora) que hizo la Fábula de Polifemo y Galatea y las Soledades, tan distinto, pero no tanto, porque Polifemo y Galatea, siendo un poema barroco, con su hermetismo, lo puedes ver en perspectiva junto a Venus y Adonis, el poema de Shakespeare. Ambos beben de la misma fuente, de Ovidio”, compara el crítico literario.
“Me sorprendió encontrar en poetas ingleses lo que había visto en los españoles: la influencia enorme de Italia, el petrarquismo, pero, al mismo tiempo, tanto en unos como en otros, la desviación hacia a Ovidio, como se observa en Marlowe, que tradujo —modernizó— en pentámetro jámbico los Amores. Esa traducción es una actualización de Ovidio, quien también está presente en Shakespeare y en Donne”, añade.
Para Mendiola, la poesía inglesa de su primera antología está marcada por una época de violencia y transformación. Y en los románticos antologados en La arena en fuga que abrevaron indirectamente, en invisibles vasos comunicantes como lo muestra Biografía literaria de Coleridge, en la filosofía alemana de Fichte y Schelling. “Hay en ellos una intensa unidad de lo ideal y lo real”.
“El poema de Wordsworth, 'La abadía de Tintern', muestra a un hombre que regresa al bosque en el que ha caminado de joven y que siente una felicidad inmensa: la hondura de estar entre los árboles, el río, las escarpaduras... Y la manera en que está expresado y vivido es como una acción interior o un momento ideal. Eso está en todos los románticos. En Coleridge lo vuelves a encontrar. 'Al ruiseñor' y 'La abadía de Tintern' son experiencias paralelas, en que probablemente (ambos poetas) evocan sus caminatas juntos por los bosques de Cumbria. Y lo vuelves a encontrar en los poemas de Byron, en su visión de la naturaleza, en 'La peregrinación del joven Harold'”, pone de ejemplos Mendiola.
“Y de nuevo lo hallas, de manera más filosófica, en Shelley, que comparte el gusto por la reflexión metafísica y filosófica con Coleridge. Shelley murió muy joven, pero poseía una vocación filosófica fuerte. Sus intereses son como ontológicos y mitológicos, esto se ve claramente en el 'Adonáis', una mezcla de la tristeza reflexiva por la muerte de Keats y el reclamo a la sociedad literaria que había rechazado a Keats (lo llamaron poeta cockney), y al mismo tiempo todo esto enmarcado en la visión mitológico-metafísico-platónica”, agrega.
¿Por qué su interés por traducir a los románticos ingleses?
Tengo 45 años trabajando en El Tucán de Virginia, cuya columna vertebral es una colección bilingüe. A lo largo de ese tiempo he venido observando el proceso de traducción realizado en México. Es impresionante. Nadie ha valorado lo que se ha hecho en nuestro país, con trabajos como los de Salvador Elizondo, Ulalume González de León, Tomás Segovia, Guillermo Fernández; y, luego, en las siguientes generaciones, con Marco Antonio Campos, Verónica Volkow, Luis Miguel Aguilar, Javier Sicilia, Pura López Colomé. En el fondo están Villaurrutia y Paz. Puedes hacer una larga lista y obtendrás una biblioteca contemporánea en inglés, portugués, francés, alemán, griego... Hay una gran biblioteca de traducciones, sobre todo de poesía moderna de la segunda mitad del siglo XX.
Este acervo me hizo darme cuenta de que había que ir hacia atrás. A propuesta de Salvador Elizondo publicamos "El Cuervo", de Edgar Allan Poe. Hicimos una pequeña investigación y encontramos cinco versiones. Publicamos dos. Después repetí el ejercicio con Gérard de Nerval. Eso me hizo darme cuenta de que tenía que ir más lejos y salté a las vanguardias y, tratando de entenderlas, comprendí que una buena parte de la discusión literaria se concentraba exclusivamente en ellas y que a éstas no las podías descifrar si no discutías a los románticos. Esto me empujó a leerlos, releerlos y estudiarlos. Y descubrí que en México no existía nada y había poco en lengua española. Excepto Cernuda y Paz. Y después de tanto tiempo de corregir traducciones, vi que tenía un camino que andar gracias a esa relación con los traductores y mis propias lecturas.
¿Cómo llega el romanticismo inglés a los poetas mexicanos?
En traducciones, tardó. Es una cosa sorprendente. Si revisas Contemporáneos, Taller, El hijo pródigo, todas las revistas, hay una ausencia casi total del romanticismo inglés y del siglo XIX inglés. ¿Qué se conocía? A D.H. Lawrence, las traducciones de Salvador Novo de literatura norteamericana. Hay alguien por ahí que creo tradujo a John Donne o a algún poeta metafísico. Es un desierto. El mismo William Butler Yeats, que debería estar, no tiene una presencia fuerte al principio de siglo, y él se ganó el premio Nobel de Literatura en 1922. Se le conoce poco. Ahora más, pero debería ser mucho más leído porque es un gran poeta, como Byron, Shelley o Robert Browning.
¿De qué manera considera que la poesía de estos románticos se conecta con las generaciones más recientes, que se dice que no leen, pero mantienen una preocupación mayor por el planeta?
Los románticos ingleses son la última generación que observa una naturaleza virgen. Pero junto a ellos el mundo de las máquinas avanza de un modo avasallador. A mitad del siglo XIX la polución ya es un problema. Londres no sólo es una ciudad de muchedumbres. Es una ciudad de humo. Aparece también la lucha de los trabajadores y el odio de los campesinos a las fábricas que retrataron Gaskell y Disraeli. Los románticos no vieron eso, pero lo presintieron; lo ves en el feroz poema de Blake a Londres. También lo ves en 'Al ruiseñor', de Coleridge, o en la oda 'A un ruiseñor', de Keats. Elípticamente rechazan la urbe. Ellos podían, de una manera muy simple, salir de su ciudad y estar en la naturaleza. Esa experiencia nosotros ya no la tenemos.
Los poemas del romanticismo son una ventana a lo fantástico, como “Las rimas del anciano marinero” de Coleridge; pero también son una puerta a la phisis, a la naturaleza. En Keats se ve el temor, la preocupación por la pérdida del silencio y la soledad plenas, que sólo se pueden hallar alejándote de la ciudad. Eso es lo que ellos hacían… se alejaban.
¿Cómo definiría entonces la época actual respecto del romanticismo?
Tiene que ver con Coleridge. Vivimos una época gótica que adora el mundo de lo espeluznante. Vivimos, para bien y para mal, en el mundo de Batman, un mundo cósmico, pero también cómico. El héroe es un paladín que tiene un lado oscuro. Podría ser un personaje del poema de Coleridge 'Christabel', sobre una vampira. Es curioso cómo el romanticismo inglés captó esa dimensión negra y bufa. En esta realidad baldía y oscura donde vivimos, el hombre murciélago, para contemplar el mundo, tiene que subir a un rascacielos y lo que mira no es el cielo ni las montañas ni el mar. Mira el proceloso oleaje de la infamia en un laberinto de cristales, electricidad y concreto.
El título de la antología, La arena en fuga, remite al tiempo, al reloj de arena, a partir del poema de Shelley. ¿Qué función tenía el tiempo para los románticos?
Está tomado del último verso del poema 'Ozymandias' (que alude a un rey egipcio). Es una crítica al poder. Al “gran” poder que desaparece. La experiencia directa con la naturaleza te permite tener una idea de la armonía, pero también te revela que todo está en “transformación”. Shelley tiene otro poema, también traducido en la antología ('Mutabilidad'), en donde dice que “nada puede durar, excepto el cambio”. Es la conciencia oscura, irónica, del pensamiento heraclitiano. Y ligado directamente con la antología, todo poder va a convertirse en pedazos de nada, en arena.
AQ