‘Vidas pasadas’: entre el amor y el sueño americano

Cine

En ‘Vidas pasadas’, las supersticiones de enamorados se enfrentan a las decisiones del mundo real.

Greta Lee y Teo Yoo en 'Vidas pasadas'.
Fernando Zamora
Ciudad de México /

En el momento más “poético” de Vidas pasadas (disponible en cines) la directora y guionista Celine Song menciona el hilo rojo que según creencias orientales une a los enamorados a través del espacio y el tiempo. La película trata de un amor infantil que se mueve entre Seúl y Nueva York durante veinticuatro años. Él y ella se conocen de niños. Ella migra a Canadá. Con la aparición de las redes sociales vuelven a encontrarse y ella siente por él una mezcla de emociones que hace que independientemente de los elogios que pueda hacérsele a Vidas pasadas, la protagonista resulte un poco desagradable. 

Que Guillermo del Toro la ha aclamado es cierto. También que fue ovacionada en la Berlinale y que ha sido nominada como mejor película en la competencia por el Oscar. Hay, sin embargo, un saborcito a propaganda estadunidense que se esfuma cuando uno compara Vidas pasadas con el auténtico Nuevo Cine Coreano. Ese que comenzó a criticar el estado de las cosas en el país asiático cuando la dictadura militar fue derrocada en junio de 1987.

Quienes elogian Vidas pasadas gustaron también de Bardo, de Alejandro González Iñárritu. Ambas acusan a este país (Estados Unidos) porque el sistema parece querer solo ciudadanos blancos. De hecho hay una escena muy similar en ambas películas: la protagonista de Vidas pasadas sufre que el guardia fronterizo revise sus papeles con recelo. Y tampoco a ella le dicen “Bienvenida a casa” como exigía el insufrible protagonista de Bardo.

Se sabe que los migrantes ricos también lloran, pero es en el contenido que dan a la palabra triunfo donde uno encuentra difícil digerir tanto Vidas pasadas como Bardo. Por otra parte, es cierto que tanto la película de Celine Song como la de González Iñárritu son difíciles de contrariar, toda vez que están contando verdades profundamente subjetivas. Y justamente en este hecho se han querido basar quienes elogian la película de Celine Song como una de las mejores del 2023. La comparan incluso con Los 400 golpes de Truffaut; dicen que ambas obras retratan descarnadamente la vivencia infantil, pero Los 400 golpes es realmente estética sin forzar conceptos o diálogos. La protagonista de Vidas pasadas en verdad se siente superior porque vive el sueño americano, está casada con un escritor millonario y bebe por la mañana café preparado en una carísima máquina italiana. Tiene, pues, la misma mentalidad que cuando era niña y dijo a sus amigos en la escuela que se iba a Estados Unidos porque en Corea nadie gana el Premio Nobel.

Resulta evidente la discordancia ideológica con el movimiento coreano de artistas como Hong Sang-soo, Kim Ki-duk y Bong Joon-ho. No hay en Vidas pasadas un puente entre el arte que floreció a partir del fin de la dictadura surcoreana y el que hoy se hace con dinero estadunidense. Al contrario, uno ve en Song a una futura Park Chan-wook, artista coreano que habiendo triunfado se volvió light.

La protagonista de Vidas pasadas cambia el amor por el triunfo y está bien, pero resulta molesto que le incomode un hombre que conoció hace veinticuatro años porque la hace sentir “demasiado coreana”, lo cual, por cierto, parece algo muy malo.

En fin, que si uno quiere gozar de la idea del hilo rojo del que se habla en Vidas pasadas recomiendo mejor Muñecas (disponible en OK Ru). El maestro Takeshi Kitano sí consigue mostrar una forma diferente de amar: entregarse al otro como un karma, con una fuerza que ni el sueño americano puede cortar.

Vidas pasadas

Celine Song | Estados Unidos, Corea del Sur | 2022
AQ

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