Voyager, a 45 años de su lanzamiento: ¿a dónde van las palabras?

Ciencia

“Sonidos de la Tierra” podrían ser reproducidos un día cuando alguien lea el instructivo para hacerlo.

Voyager fue lanzado al espacio el 5 de septiembre de 1977, y se encuentra a una distancia de 22 horas luz de la Tierra.
Gerardo Herrera Corral
Ciudad de México /

Las palabras que había escrito Richard Feynman en su pizarrón antes de morir decían: “lo que no puedo construir no lo puedo entender”. Esta frase resultó ser tan inspiradora para el biólogo Craig Venter que fue una de las elegidas para ser grabada en el ADN artificial diseñado primero en una computadora. El material biológico fue implantado en una bacteria generando así al primer organismo sintético. Es una de las “marcas de agua” que el biólogo decidió imprimir en el microorganismo JCVI syn1.0, pero no la única: otras dos frases formaron parte del mensaje, una de James Joyce que aparece en su primera novela titulada: El retrato de un artista como adolescente, y que dice: “vivir, errar, caer, triunfar, recrear vida a partir de la vida”; y luego una más que se la debe al físico Robert Oppenheimer, coordinador del proyecto Álamo en que se construyó la primera bomba atómica y que en algún momento dijo: “ver, no como son las cosas, sino como podrían ser”.

Con ese texto se abrió la posibilidad de dejar palabras inscritas en el material biológico microscópico. Ahora se escribe cotidianamente en las moléculas fundamentales de la vida para dejar direcciones de portales de internet e informaciones de todo tipo.

Así como las palabras han viajado al interior del material biológico para estar en las moléculas de la vida, también lo han hecho al espacio interestelar para alcanzar el oscuro mar de las tinieblas. En la bastedad fría y profunda del Universo se sumerge ahora un instrumento fabricado en nuestro planeta hace 45 años.

Con él viaja un mensaje codificado, así como sonidos de voces grabadas que ahora alcanzan las regiones más inhóspitas de la noche inerte. De manera que nuestra huella se extiende no solo a través de ondas de radio emitidas a mediados de siglo pasado, sino de manera presencial en una nave viajera conocida con el nombre: Voyager. El instrumento fue lanzado al espacio el 5 de septiembre de 1977, y se encuentra a una distancia de 22 horas luz de nosotros, en un abismo gélido, silencioso, impasible y lejano. Una llamada al satélite tarda dos días en recibir respuesta.

Hace dos años que se apagaron algunos instrumentos en el Voyager para alargar de esa manera el suministro de energía a los aparatos de comunicación con la Tierra. Se tiene previsto que en el año 2025 se tendrá la última información de la nave, pero quien sabe, la nave está equipada con una pila de plutonio que sigue proporcionando energía al transmisor de radio a pesar de las bajas temperaturas. Su viaje continuará por muchos años, siglos, milenios, llevando consigo palabras a la distancia más grande e inimaginable a la que un instrumento fabricado por seres humanos ha podido llegar.

“Sonidos de la Tierra” podrían ser reproducidos un día cuando alguien lea el instructivo para hacerlo.

En 1974, se envió una señal desde el telescopio Arecibo en Puerto Rico hacia el cúmulo globular M13 también conocido como cúmulo de Hércules, que se encuentra a 25 mil años luz de nosotros. El mensaje contiene un mapa rudimentario de nuestro genoma y otros datos de lo que somos. Aunque tardará 25 mil años en llegar a su destino se encuentra ahora a 48 años luz.

Ya 1972 se había lanzado el Pioneer que después de hacer algunas labores de exploración en Júpiter abandonó nuestro sistema solar aventurándose por la heliosfera. Sin embargo, desde 2003 se perdió contacto con la nave después de que la energía eléctrica de su transmisor se agotó a una distancia de 12 mil millones de kilómetros.

Si bien el Voyager II fue lanzado el 20 de agosto de 1977, —es decir, unas semanas antes que Voyager I—, este fue alcanzado porque Voyager I, que viaja a mayor velocidad.

Voyager I se encuentra hoy a una distancia que es seis veces la distancia entre nosotros y Neptuno, el planeta más alejado de nuestro sistema solar. A más de 23 mil millones de kilómetros, el Voyager I emite mensajes con desesperante lentitud (decenas de miles de veces más pausada que las actuales transmisiones de internet). Todo parece indicar que el instrumento ya abandonó la nube de partículas calientes que rodean a nuestro sistema planetario; esa burbuja que nos protege de radiación y que hemos llamado heliosfera, más aún, debe haber cruzado la heliopausa que es como un muro hasta dónde llega la radiación emitida por el Sol al encontrarse con la radiación galáctica.

El Voyager se encuentra ya en el espacio interestelar pero no llegará a la nube de Oort antes de 20 mil años y necesitará aproximadamente 40 mil o más para aproximarse a la estrella más cercana: Ross 248, en la constelación de Andrómeda. Es una de las estrellas vecinas en movimiento hacia nosotros. Algún día Voyager pasará a menos de dos años luz de distancia.

El viajero o Voyager es una extensión de nuestros sentidos, una muestra de lo que podemos hacer y entender, una ampliación de nuestra presencia y la esperanza de contacto ante la posibilidad de que no estemos solos en el universo. El Voyager es también el objeto fabricado por seres humanos que más lejos ha llegado y es un contenedor de palabras que quizá nunca serán leídas.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.