Me puse a leer el New York Times que reporta la fundación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. La prensa del pasado siempre da algunas sorpresas.
La ración de pan en Alemania había subido a ocho y medio kilos por mes. El joven congresista Nixon había promovido una ley contra el comunismo; el congreso votó a favor. Se podía leer la entrega número veintiséis de las memorias de Winston Churchill. Se confirmaba la muerte de la hermana de John F. Kennedy en un accidente aéreo en Francia.
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En la sección de libros, se anunciaba que pronto aparecería una nueva traducción de Don Quijote, realizada por Samuel Putnam. Aparecía en librerías How to Pitch, del lanzador de los Indios de Cleveland Bob Feller. La editorial Doubleday exhibía una enorme publicidad por la aparición de los Diarios de Goebbels en un libro de 566 páginas. El anuncio decía: “¡Cómprelo! ¡Réntelo! ¡Pídalo prestado! ¡Pero léalo!”
Goebbels tenía tres años pudríendose en la tumba al igual que su mujer. Había envenenado a sus seis hijos. Así es que no sé a quién pertenecían los derechos de autor.
“Los judíos sufrirán una gran catástrofe”, escribió en su diario. “El Führer me expresó una vez más su decisión de borrar sin misericordia a los judíos de Europa. Sobre ese asunto no habrá ningún melindroso sentimentalismo... Debemos apresurar el proceso con fría impiedad.”
El periódico mostraba a los nuevos israelíes bailando en las calles. “Hava naguila, hava naguila…” En breve entrevista a un niño de catorce años que celebraba muy contento, dijo: “Cada chico judío está ansioso por construir el Estado judío y defenderlo”. Hicieron suyas las palabras de Wordsworth: “Gran dicha se sentía por estar vivo en ese amanecer, pero ser joven era el paraíso”.
David Ben-Gurión había dado el discurso: “Aquí lograron los judíos su independencia y crearon una cultura de significación nacional y universal. Aquí escribieron y dieron la biblia al mundo”.
Para el sabbath, los rabinos hicieron concesiones especiales, pues de inmediato comenzaron a llegar migrantes con visas hechizas. Quedaba mucho trabajo por delante.
Habían elegido el nombre de Israel para su Estado recién creado, y la nota explicaba su significado como “pueblo elegido” o “hijos de Dios”, pero sabemos que bíblicamente es mucho más que eso. Es el nombre que tomó Jacob luego de pelear con el ángel. “¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.
AQ