La vida es una pizarra digital
Hay que decirlo noventa y cuatro mil cuatrocientas veces si es necesario: el poema no se limita a decir las cosas, las crea. En su libro Yo/carnicero, publicado por Aldus, Mercedes Luna Fuentes convierte a los lectores en testigos de una sabiduría dolorosa porque en el ámbito estrictamente literario la poesía debe ser una conducta, una ética y una estética.
La autora, amorosamente despiadada, nos muestra sus heridas y contrario a la plenitud humanizarte que pregona cualquier activismo —incluso el poético— si hay un viaje profundo, que en este caso lo hay y que es realizado a través de la más urbana de las metáforas que es el metro subterráneo cuyo destino inevitable es la crueldad y donde el trayecto además incluye paisajes de soledad en perpetuo crecimiento, afortunadamente Mercedes sabe que lo difícil de contener siempre será contenido por la poesía, y que lo difícil siempre estará contenido en la poesía.
En la reciente Feria del Libro de Monterrey, Ida Vitale nos decía: “También hay que escribir de las cosas que nos fastidian”, (que es algo que nos viene recordando desde hace 70 años), “porque —continuaba diciendo la poeta uruguaya— escribir de lo que sea debe tener un sentido” y este sencillo argumento se admite con suficiente generalidad como para entender los mágicos laberintos oscuros que en el caso de Yo/carnicero son los túneles donde el metro hace su recorrido hacia la fatalidad inminente, esos túneles que nos asustan transmiten nuestros miedos con la excusa de ser responsables de inculcarles un sentido, crítico, reflexivo, poético.
Aquí cito a Charles Simic: “El sentido de las cosas es el motor de mi existencia”.
El paisaje se sacude el silencio
La importancia de hacer las cosas visibles, de asir la identidad de una vida, porque un viaje placentero no abarca toda la realidad, yo entiendo que la escritura de un libro de poemas se convierte en un acto de investigación desde donde se recupera un archivo íntimo que es capaz de sacudirse el silencio y pasar a otro plano, atravesando el dolor y las descripciones del dolor, extrañando lo justo y lo necesario, trastocando cualquier paisaje y resistiendo los embates resultantes de asumir que la poesía es una infatigable búsqueda de nosotros mismos, lo aprendimos de los guías, de los conductores, esos que nos han construido o deconstruido en la teoría y en la práctica y que nos han dado ¿el poder?, ¿la capacidad? de desobedecer toda orden deshumanizante, desde incluso una situación deshumanizante transformándola con sus enseñanzas, en materia poética porque…
saben el minuto
en que la noche se arroja
sobre las líneas del metro
conocen el olor del cuchillo
los orilla al abandono
al encuentro de furiosas vías
que se parten en dos
sobre asientos de sal
marcan sus brazos con nacarados clavos
y ocultan sus cicatrices
bajo la luz lunar
Una gota terca estirándose sobre el cristal
Mercedes Luna Fuentes, con sincera certeza, canta sus añoranzas de amor y a veces llora porque sabe que lo que muere nunca acaba de morir y avanza antes que la velocidad, es decir avanza a su ritmo y hay que señalar que lo que ilumina este oscuro trayecto es la poesía como en este fragmento de un poema que dedica a su padre:
te encuentro en este dulce círculo roto
aparición que el agua no pudo desgastar
Te encuentro en forma de piedra
Una piedra que no he sembrado nunca
Piedra con que tropieza la oscuridad.
Permite que te envuelva en un periódico blanco
(A fin de cuentas) Mercedes es un carnicero que exhibe sus piezas en la vitrina de un congelador (que mejor descripción para una poeta), Mercedes voz-carne escoge la plataforma que puede ser una tabla ensangrentada o una libreta moleskine donde escribe la crónica de sus viajes o una pizarra digital que anuncia y da la bienvenida a los viajeros, a los lectores o a los perros que olfatean el aire y muestran sus colmillos (todos a fin de cuentas son lo mismo) , todos representan lo mismo, los versos de Yo/ carnicero exigen el deseo y exigen el compromiso de repoblar esos paisajes visitados de la mejor manera, exorcizándolos con poesía, sublimándolos con poesía, confrontándolos con poesía o como buen carnicero envolviéndolos en un periódico blanco y pesándolos esperando que cocinados y sazonados por otros sean algo placentero.
La meditación en aquel viaje de Mercedes (quiero suponer) la llenó de dudas, —las dudas nos hacen escribir— y no está dispuesta a olvidarlas, el oficio de los poetas consiste en parte en no olvidar, entonces teniendo a la mano la poesía afilada, los amoríos y sufrimientos más secretos, los recuerdos más entrañables son potencialmente significativos y profundamente entrañables, estos poemas están recubiertos no de espejos, sino de reflejos, estos poemas son una vitrina donde se exhiben los cortes (en realidad digo pedazos de carne) que, ¡oh magia!, nunca se ven como cicatrices, la buena disección no lo permite, al contrario hay que verlos como lo que son, como lo que es la poesía de Mercedes Luna Fuentes: La proteína, buena poesía que es el alimento que nos nutre y nos deleita.
AQ