Cuando la mujer de la bata blanca se acerca a la cama para examinar a su paciente, siente un estremecimiento helado. Lo que observa la sobrecoge: un cuerpo frágil, con la piel atestada de moretones y quemaduras de cigarro, la respiración asistida con oxígeno y los labios abultados y encendidos a causa de la paliza que le propinó su encolerizado padrastro.
El convaleciente tiene cinco años. Se llama Owen. Se había portado mal —eso alegó el hombre que lo mandó al hospital— y aquello había detonado el arrebato de violencia. La doctora que lo custodia esta madrugada se llama Yohali Reséndiz, y en realidad no practica la medicina sino el periodismo. Se ha disfrazado para infiltrarse en ese hospital del Estado de México, al que llegó alertada por un contacto telefónico.
—Si sales de ésta, te prometo que te voy a regalar lo que tú quieras —dice la reportera, con las lágrimas cercándole los ojos—. ¿Qué te gustaría?
—¿Me puedes regalar un pastel en mi cumpleaños?
Por entonces, Reséndiz trabajaba para un medio que no le permitió publicar la historia de Owen, pretextando que las imágenes eran “demasiado fuertes”. La reportera, no obstante, la difundió en sus propias redes sociales. El caso se viralizó rápidamente. En su siguiente cumpleaños, Owen recibió un pastel, regalos por docenas y el afecto de unas 300 personas que lo acompañaron después de conocer su historia. A la postre, también recibiría una beca vitalicia. “De ese tamaño es mi compromiso con los casos que atiendo”, comenta orgullosa la periodista mexicana en entrevista con Laberinto.
Yohali Reséndiz publicó recientemente Violar desde el poder (Aguilar, 2022), un libro donde recrea, desde la mirada de las víctimas, algunos casos de violencia sexual cometida por servidores públicos y encubierta por diversas autoridades mexicanas. Las páginas del libro constituyen un amargo desfile de la desvergüenza, la negligencia y la complicidad. Nos encontramos con personajes como Félix Salgado Macedonio (senador y ex candidato a la gubernatura de Guerrero), Benjamín Saúl Huerta (ex diputado de Morena) o Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre (ex dirigente del PRI en la Ciudad de México), entre otros.
Aquel encuentro con Owen, aunque no está incluido en el libro, fue determinante para Reséndiz. “Me fortaleció y me enseñó que el periodismo también puede ser así. No se vale que nosotros les arranquemos una parte de su vida y la expongamos públicamente sólo para ganar lectores o seguidores, y que no les regresemos una parte de lo que ellos nos dan: su confianza”.
Asida a ese pensamiento, ha dedicado más de 15 años a denunciar la violencia sexual en distintas esferas, desde las cúpulas políticas hasta los colegios privados. Su empecinamiento ha suscitado que algunos la etiqueten como activista. Sin embargo, Reséndiz se considera más bien una herramienta. “Un día descubrí que mi periodismo podía abrirle la puerta a muchas personas”, comenta. “El común denominador entre las víctimas es la impunidad, la corrupción. Si no tienen dinero para pagar un abogado, [las autoridades] sueltan el caso. Y, entonces, los matrimonios se rompen y las familias se deshacen”.
La periodista reconoce que actualmente algunos medios de comunicación se esfuerzan por cubrir los casos de violencia sexual desde la responsabilidad y la compasión. No obstante —lamenta—, todavía imperan la simulación y la insensibilidad. “Es necesario mirar el tamaño de la agresión. No puedes ocultar lo que están atravesando las víctimas y ponerle palabras bonitas. Lo más jodido es que solamente tocan estos temas cuando son virales, cuando ya no tienen de otra. Entonces sí voltean para darle voz a las víctimas”.
ÁSS