‘Zola’, la película que hizo del tuit un arte

Cine

Dirigida por Janicza Bravo, la cinta narra un viaje hacia el inframundo del deseo sexual, pero es en realidad un elogio a la necesidad de contar historias, ya sea en Twitter o en la pantalla grande.

Riley Keough y Taylour Paige en 'Zola'. (Foto: A24)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

En tablillas, sobre arena, en papiro o en la pantalla de un computador, el ser humano necesita narrar. Y esto es lo primero que hay que reflexionar con respecto a la película Zola (disponible en Amazon Prime), que esta historia dirigida por Janicza Bravo es ante todo un elogio de dicha necesidad, la de contar historias.

El encanto de esta obra no estriba, pues, como ha querido pensarse, en el hecho de que esté basada en ciento cuarenta y ocho tuits que cuentan un viaje iniciático hacia el inframundo del deseo sexual. Nuestras protagonistas son bailarinas de tubo, se conocen en un Hooters y en pocas horas ya están camino a Florida con un proxeneta africano, una valkiria robusta y un chico tonto, pero de buen corazón.

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Pero, lo dicho, poco importa que esta historia la cuente una de ellas lanzando tuits; lo elogiable es que la directora consiga transformar un material más bien vulgar en una película interesante y a menudo entrañable. Interesante porque, en lugar de explotar las curvas de las prostitutas, Bravo gira la cámara y nos muestra las miserias de los clientes ganosos. Así, lo que pudiera ser un filme de explotación sexual femenina se transforma en el retrato que hacen dos mujeres entronas en contra del sistema machista en que les tocó vivir.

Y no nos equivoquemos, aquí no hay moralismos, al contrario, la película es simpática e irreverente; tanto que no es exagerado compararla con Petronio. Después de todo El Satiricón también se burla de la seriedad con la que sufren los amantes.

Ahora bien, si se quiere, también podemos comparar Zola con El Decamerón. Después de todo, también Bravo retrata la decadencia de una sociedad ironizando en torno a la incapacidad para satisfacer el deseo sexual. Es este retrato y no los tuits lo que vale la pena recomendar. Porque mucho se ha subrayado la originalidad del material original, pero digámoslo de una vez: ¿Twitter a quién le importa? Si uno es sincero verá que esta y otras redes no tienen más importancia que un mural escolar, la escultura del Pasquino en que se denunciaban las injusticias políticas durante la Roma renacentista o la puerta arañada de un retrete público. Es necesario aceptar que la mayoría de lo que se publica en las redes sociales es frívolo y olvidable. Y aunque también es cierto que hay en estas letras virtuales chisme, retruécano y caricatura, también debemos aceptar que, arte, casi no hay.

Así, si uno tiene la curiosidad y el tiempo para investigar los tweets en los que se ha basado Janicza Bravo podrá apreciar que no hay en ellos más valor que cualquier otro hilo abierto por cualquier otro influenciador, esto es, uno de esos famosos que, con tal de ganar seguidores inventan toda clase de truculencias. Ha sido Bravo, el montaje y, en fin, el lenguaje cinematográfico lo que ha conseguido que estos tuits banales y con tan poco valor como una pinta en un muro, se transformen en una narración que consigue retratar la decadencia social de Occidente. Es justo en ello que Zola se equipara a los creadores de esos poemas picantes, como los que dieron fama a Antonio Beccadelli. Tanta que consiguió que lo persiguieran sus lectores más fervientes: la inquisición.

No son exageradas estas comparaciones, la prestigiosa revista Rolling Stone compara Zola con una obra de Tarantino. Y tienen razón, siempre y cuando se dé su lugar a la directora, al arte con el que juega con el lenguaje de las redes sociales para insertarlo en el gran lenguaje del cine que es el montaje.

Zola

Janicza Bravo | Estados Unidos | 2020


AQ

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