Para conmemorar 22 años de carrera dentro de la pantomima y el clown, el artista escénico Erón Vargas se presentará con tres propuestas en el escenario del Teatro Alfonso Garibay, gracias a la invitación de Mace Medina, lo que permitirá reconocer en un ambiente controlado las capacidades de desarrollo de un artista que depende de su cuerpo, su palabra, e incluso, de sus silencios.
En entrevista para Milenio, este actor dijo que al encontrarse con el escenario descubrió que todas las cosas que le interesaron en su infancia y juventud en realidad le eran útiles para poder expresar a múltiples públicos cosas que las hacen reír, reflexionar y hasta llorar. Con una carrera de diseñador gráfico aprendió del discurso visual, pero el entramado de la tramoya fue lo suficientemente atrayente para convencerlo de que el arte en escena era su propósito de vida.
- Te recomendamos Redes de apoyo para niños con autismo Aula
“En octubre cumplo los 22 años. Yo no existía realmente porque andaba como que perdido y ya después me topé con el teatro y me encontré con todas las cosas que sabía hacer y que no sabía para qué servirían: ver mucho, observar y repetir con el cuerpo y la garganta. Eso me empezó a servir en el teatro y he estado transformándome, integrando cosas, ya no sé si soy mimo-mimo o mimo clown o si soy actor, animador. Lo que sí sé es que mi trabajo es divertido y me sigue gustando, me sigo poniendo nervioso, emocionado con cada función”.
El actor sin duda es garantía de calidad. Sin embargo, apuntó, no considera que deba dejar de seguir ensayando, hacer propuestas para hacer un trabajo digno, es por ello que su carrera profesional la define como emocionante y llena de sorpresas.
"Al principio era muy cambiante y ahorita, ya los cambios se van haciendo en cierto tipo de trabajo. Por ejemplo, en la pandemia yo utilicé narices, lentes, pelucas, gorros, silbatos y luego se acabó la pandemia y ya no uso nada. Antes no hablaba nada, era pantomima y ahora es otro trabajo. En ese tiempo contaban cuentos en el Museo Arocena vía remota, desde mi casa, con un telón y mis hijos me ayudaron y con un tripié hacía la transmisión en vivo".
“La función me emocionaba porque sabía que me estaba viendo alguien, no sé si una, o dos o cien, y todavía puedes buscarlos y volverlos a ver, entonces la emoción y el compromiso es el mismo porque puedes resolver algo frente al público, pero, ¿cómo resuelves cuando no hay público? Eso es difícil. Si tú me contratas y me dices que es para una escuela chiquita o para una casa, yo me siento nervioso, me maquillo, trato de llegar temprano y hacer bien el trabajo para que la gente se la pase padre”.
Erón Vargas dijo que entonces, si le pagan mil o 10 mil o 500 pesos, se trabaja con el mismo principio de que el espectáculo sea el mejor.
“A mí lo que me gusta es el nervio, el que me emociona todavía. Sea con botarga o de mimo, con esto de cuentacuentos y en un teatro, aunque no haya nadie. En el teatro puedes proponer que se haga de tarde y que esté oscuro, en un parque, no porque si pides silencio pasa un camión. En el foro de un teatro tienes control, pero el compromiso es al revés y no puedes andar haciendo tonterías sin sentido porque se te va la gente o se distrae”.
Erón Vargas siempre ha estado en la vida del teatro lagunero. En el Isauro Martínez se presentó con el Mimo Gordón, y la Pelota Cuadrada fue programada en el Teatro Nazas, además de contar cuentos por más de ocho años consecutivos en el Museo Regional de La Laguna. Ahora hace lo propio en el Museo Arocena.
Ahora que los niños y jóvenes están a la vuelta de la esquina del próximo ciclo escolar, se le pregunta al comediante si el querer hacer feliz a las personas apareció en su imaginario infantil. Porque hay oficios que no emergen desde la niñez y no se escucha el deseo de ser ministerio público, pero, en cambio, sí se manifiesta el deseo por la actuación, el teatro, el arte.
"Yo estudié diseño gráfico y es importante pensar en lo que desean los jóvenes porque estamos cerrados al arte, el deporte o la ciencia en serio. Se dice: ¿Para qué eso, te vas a morir de hambre, cómo le vas a hacer, de qué vas a vivir? Y yo de niño quería ser animalero, chiquitillo decía que quería ser animalero. Y sabía cómo caminaba una paloma, un conejo, y qué ruidos hacía un gallo, y cómo hacía un perro enojado a otro contento".
“Yo observaba y repetía con el cuerpo y dibujando, estudié diseño gráfico y viví ocho o nueve años de diseñador, tenía un taller de serigrafía, me iba más o menos bien, pero cuando me topé con el taller de teatro ya era grande, y de treinta años comencé a estudiar aquí, en el Teatro Isauro, era el único grande y todos tenían de 16 para abajo. Yo no sabía cómo me iba a ir ni qué iba a hacer, pero dije: Yo quiero hacerlo, y cuando dejé el diseño no me contrataban, pero yo estaba feliz y buscando. Al rato viene y hasta ahorita sigo”.
DAED