Leo como se toma agua y me gusta Camarón de la Isla: César Moheno

Entrevista | Lado B

El historiador, quien afirma tener 400 años, se dice hijo del calor del sureste, donde todo se multiplica, por lo que contó con la fortuna de tener cinco abuelas llenas de suavidad y calidez, quienes le narraban historias al ponerse el sol.

“Cuando los presos me invitaron a jugar beisbol sentí que estaba con los Yanquis”. (Especial)
Jorge Almazán
Ciudad de México /

Como historiador fue secretario técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el rubro de investigador formó parte del Centro de Estudios Rurales de El Colegio de Michoacán, la Maison des Sciences de l’Homme, en París, y de la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Incluso, el ex candidato presidencial José Antonio Meade lo nombró vicecoordinador de cultura de su campaña.

Autor de los libros: La historia y los hombres de San Juan; En la nostalgia del futuro. La vida en el bosque indígena de Michoacán; así como Mayas. Espacios de la memoria, hoy, quien dice haber nacido hace más de 400 años en un barrio marginal de Villahermosa, Tabasco, habla de sus eclécticos gustos musicales y sus experimentos culinarios, pero sobre todo qué lo llevó a contar historias como en la serie Hernán, en la que colaboró en el aspecto histórico. Este es el Lado B de César Moheno.

¿Dónde nació?

Soy de un barrio marginal de Villahermosa, que en mi infancia tenía calles de tierra roja y por ende más de la mitad del tiempo eran de lodo, pero en las que nos divertíamos los niños.

¿Qué recuerda de ese lugar?

Existían cinco mujeres viejas, todas cabezas de familia que ejercían un inmenso liderazgo moral en la comunidad y de alguna manera, como soy hijo del calor del sureste y todo lo bueno que hay aquí se multiplica, tuve no dos sino cinco abuelas, casi analfabetas, llenas de suavidad y calidez, velaron por mí y por otros niños del barrio en ese universo que era de color, vitalidad, caos, risas y de muchas tardes donde se contaban historias al ponerse el sol.

¿Como cuáles?

Eran historias viejas, de tiempos idos, de cuando eran jóvenes o más allá. Estos momentos para mí se tornaron en rituales sagrados que eran ritmados por el sonido de las mecedoras sobre las banquetas de tierra y los sonidos de los abanicos. Eran, ahora lo pienso, efímeros monumentos de la imaginación donde se transmitían las tradiciones y mitos, y donde aprendimos sobre las caligrafías que hablan de los gustos, memorias y palabras que guardan todas nuestras historias.

¿Eso lo llevó a ser historiador?

Eso, la música y el deporte.

¿El deporte?

Sí. La penitenciaría de Tabasco estaba frente a la casa de mi abuela y todos los días a las tres de tarde, los niños llegábamos de la escuela, comíamos rapidísimo, hacíamos la tarea y una parvada de nosotros entrábamos a la prisión para jugar beisbol en el campo con los presos, hasta las 5:30 de la tarde que sonaba una sirena, ellos se metían a su celda y nosotros salíamos de la prisión saludando a los guardias.

La inocencia de la infancia…

Además de ser el padre de mi hijo e hija, uno de los momentos más privilegiados de mi vida fue a los 12 años: el equipo de los presos me invitó a ser parte de su novena; jugábamos contra los de rancherías cercanas cada domingo en la cárcel, sentí una emoción tan grande, como si los Yanquis de NY me hubieran contratado.

¿Sigue jugando?

No practico ningún deporte, solo camino y lo veo por tele. De hecho me gusta tanto el beisbol que me da lo mismo quién gane, no tengo equipo favorito.

Decía que la música también lo llevó a contar historias…

Sí, esa que se escuchaba a todo volumen en las casas, pues era como un vientecito cotidiano que mece desde ese momento todos mis días.

¿Y qué escucha ahora?

A Los Lobos, Camarón de la Isla, Enrique Morente, la salsa de Héctor Lavoe, Willie Colón, Rubén Blades y La Orquesta Ponceña. En realidad es muy diversa, el rap radical de Ayax y Prok; el flamenco de María José Llergo, así como la propuesta iconoclasta del Bad Boy.

¿Baila?

Sí, me gusta mucho, pero no sé hacerlo aunque lo disfruto.

¿Qué le gusta leer?

Leo como se toma agua, pues la lectura es la forma más refinada del diálogo. Tengo un clásico al que regreso una y otra vez: Manuel Chaves Nogales, su forma de narrar es excepcional como en A sangre y fuego. Además me he admirado mucho con el francés David Foenkinos y su novela La biblioteca de los libros rechazados.

¿Ve televisión?

Cada noche veo una película, y depende de la necesidad sentimental del día, pero puede ser de (Francis Ford) Coppola, Martin Scorsese y Spike Lee, aunque también me gusta las comedias románticas.

¿Qué series le gustan?

Las que tienen que ver con la música, documentales relacionados con el reguetón, rock, jazz; las series conocidas como históricas, aunque sean de ficción.

¿Cocina?

Me gusta, trato de hacerlo cuando hay tiempo. Invento platillos y en lugar de hacer cerdo con verdolagas hago robalo con verdolagas, y combinaciones raras.

¿Qué edad tiene?

Como dicen los campesinos de Michoacán con los que conviví mucho: ‘nací aproximadamente hace más de 400 años’, así que me siento honrado al reproducirlo.

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