Libros orgánicos

Artes visuales

En 2008, Marianna Dellekamp exhibió por primera vez la Biblioteca de tierra, un proyecto que expandía —y expande— su investigación sobre el proceso creativo, enfocándose en la identidad del objeto

Artes visuales 796 (La biblioteca de Marianna Dellekamp. Foto Museo de Arte de Zapopan)
Miriam Mabel Martínez
Guadalajara, Jalisco /

En 2008, Marianna Dellekamp exhibió por primera vez la Biblioteca de tierra, un proyecto que expandía —y expande— su investigación sobre el proceso creativo, enfocándose en la identidad del objeto. ¿Qué le da individualidad? ¿Qué lo hace ser? Así, con una trayectoria más centrada en la fotografía, esta artista se convierte en la editora de una colección de libros de tierra, que se presenta en el Museo de Arte de Zapopan (MAZ) como parte del programa Biombo, el cual difunde obras que experimenten y expandan el hacer artístico alrededor del formato de libro y del concepto de lectura. 

Porque esta biblioteca, que ya llega a los 500 ejemplares, es un acto creativo en permanente construcción editado por Dellekamp, pero creado en la colectividad, ya que estos ejemplares únicos son hechos a partir de la tierra o materia orgánica de distintas partes del orbe recolectada por quienes han respondido a las convocatorias difundidas en las redes sociales. Los participantes se convierten en autores y la artista en coleccionista de una biblioteca caprichosa que coquetea con la instalación, con el libro de artista y con la poesía visual, sobre todo, que reflexiona sobre qué representa un librero, cómo se arma, cómo una selección de libros, acomodados —o no— por temas, tamaños, herencias, ideologías… se convierte en un retrato de quien lo va construyendo. 

Esta propuesta surge como una extensión del trabajo fotográfico que Dellekamp había desarrollado alrededor de la idea del librero como registro de una memoria, que al hacerse tridimensional —y colaborativa— deja de centrarse en el personaje para concentrarse en el objeto, en cómo dialogan los tonos de tierra, en cómo el peso, el volumen, definen su formato y hasta una postura. Lo que el lector-espectador observa son narrativas encapsuladas porque esos gramos encapsulan viajes, historias del sitio, de la intención de quien la guardó, para así integrar un librero con los intereses y visiones de muchos, en el cual se reconfigura el mundo. Al ser “editados”, se borran fronteras geográficas para establecer coincidencias tonales o de textura que provocan otras lecturas. 

Este proyecto, que empezó hace más de una década, ha crecido en número y se ha presentado en foros editoriales y de arte; busca autores para ampliar esta biblioteca-atlas (cada ejemplar tiene una ficha con coordenadas e imagen del lugar de origen de la tierra) que nos conecta con la fertilidad y la memoria para dar volumen a la inmaterialidad.

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