Desde 1940, el Estado refinó y burocratizó desapariciones forzadas: Camilo Vicente

Entrevista

En su libro “Tiempo suspendido”, de reciente publicación, el doctor en Historia da cuenta de cómo esta “técnica” se desarrolló el siglo pasado hasta convertirse en una práctica ligada al crimen organizado, como en el caso Ayotzinapa.

El autor con su obra, fruto de años de investigación en el Archivo General de la Nación. (Especial)
Ciudad de México /

Camilo Vicente Ovalle investigó un periodo en México en el que las desapariciones forzadas fueron práctica común en el país, 1940-1980, y observó un desarrollo, un “refinamiento” y una “burocratización” de la “técnica”, que pasó a convertirse en política de Estado en los 70, que siguió hasta el 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala con los normalistas de Ayotzinapa.

Fruto de años de investigaciones, entre ellas en el Archivo General de la Nación (AGN), el doctor en Historia por la UNAM publica ahora Tiempo suspendido. La historia de la desaparición forzada en México, 1940-1980 (Bonilla Artigas Editores, 2019), un volumen que da cuenta de ese desarrollo de un crimen de Estado.

El título de su libro, casi casi en plano metafísico, aterroriza al hundirse en su lectura. Según el investigador, Tiempo suspendido surge porque una constante en los sobrevivientes de la desaparición forzada es que padecen una incapacidad para determinar el tiempo que estuvieron desaparecidos; a la par, el tiempo también queda suspendido para los familiares que los buscan.

Destaca el papel de las madres, esposas, hijas de los desaparecidos, como doña Rosario Ibarra de Piedra y su Comité Eureka, para darle realidad al fenómeno de las desapariciones forzadas.

“A ellas debemos no solo que nos hayan hecho conscientes de la existencia de un crimen de esta magnitud, sino que con ello abrieron la posibilidad para la exigencia de otro tipo de derechos: a la verdad, a la información, a la transparencia”.

¿Qué término usaba quien aplicaba la desaparición forzada?

Ya para los años 40 se usaba el término “desaparecido”. Claro, no con las connotaciones que ahora conocemos como desaparición forzada. Para quienes ejecutaban esta práctica eran solo “detenidos” y, en el caso más refinado y al mismo tiempo terrorífico de la práctica, les llamaban “paquetes”, término cuyo uso se difundió en casi todas las dependencias de seguridad. Esto es así porque la desaparición en cuanto a técnica exige no ser reconocida, no ser registrada... pero en cuanto a política de Estado, sí necesita un registro. Entonces, los operadores de esta práctica, de este crimen de Estado, para poder salvar esa tensión entre una técnica que exige ser negada y una política que exige se registre, lo que hicieron fue usar metáforas.

¿En México hay un momento preciso para hablar de desapariciones como política de Estado?

Sí, como una política de Estado, las desapariciones forzadas es hacia principios de los años 70, yo diría que en 1971. Con la Operación telaraña en Guerrero sería oficialmente donde ya se implementa la desaparición como una política de Estado.

“La desaparición es una práctica con muchos años incrustada en las instituciones de seguridad de México, principalmente en el Ejército y las policías federales, en ese momento la Dirección Federal de Seguridad, entre otras, y en las policías estatales. Es una práctica muy vieja, pero no siempre apareció como una estrategia de Estado, que es distinto. Hasta mediados de los 60 era una práctica, no sistemática, no llevada a cabo de manera generalizada, pero era una práctica que ya existía en las instituciones y que se aplicaba contra algunos disidentes políticos y era una práctica, hasta ese momento, a mediados de los 60, que no estaba destinada a la eliminación de disidentes, sino más bien como parte de técnicas para desarticular disidencias.

“De mediados de los 60 y principios de los 70 esta práctica ya comienza adquirir tintes de una estrategia sistemática. Sí hay dos grandes momentos entre las décadas de los 40-60 como una práctica, no sistemática ni generalizada, y de mediados de los 60 a principios de los 70 hasta principios de los años 80 ya como una estrategia de Estado, sistemática, institucionalizada, ya con procedimientos burocráticos y administrativos muy definidos”, explica.

Adelanta su próxima investigación sobre los años siguientes a los 80, en los que la desaparición forzada quedó incrustada como una práctica a nivel estatal y municipal, vinculada con el crimen organizado, como ocurrió con los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Yo dije “evolución”, usted habló de “desarrollo”, pero la práctica parece cuestión de eficiencia.

Exactamente, es que al final no deja de ser una técnica, terrible y ocupada para aterrorizar, pero es una técnica, y las técnicas tienden a refinarse, a hacerse más eficientes, más eficaces.



  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.