Proclamada por la Conferencia General de la Unesco en 1995, esta fecha simbólica de la literatura universal coincide con la de la desaparición de los escritores William Shakespeare, Miguel de Cervantes e Inca Garcilaso de la Vega.
En tiempos pandémicos, más allá de los desafíos de la industria y de los retos que aún quedan a corto plazo, la fecha se mantiene como una oportunidad para promover el disfrute de los libros y de la lectura, con lo que lo mismo entidades culturales, editoriales, universitarias y esfuerzos de la sociedad en general se unen alrededor de un objeto que, en palabras de Irene Vallejo, la colaboradora de MILENIO y autora de El infinito en un junco: “En algunos instantes gloriosos, leer roza la felicidad”.
- Te recomendamos Centro Cultural de España en México se suma a la celebración del Día Mundial del Libro Cultura
Juan Villoro
“El libro es el mejor medio de transporte para recorrer el tiempo y el espacio, y no contamina.
“La lectura es como el paracaidismo: en circunstancias normales solo unos cuantos espíritus arriesgados la practican, pero en momentos de apremio le salva la vida a cualquiera.
“De perfil, de José Agustín. Porque me reveló que incluso alguien como yo podía pertenecer a la literatura. La novela trata de un adolescente en las vacaciones previas a la preparatoria, que no sabe qué hacer con su vida. La leí justo cuando yo pasaba por eso y sentí que leía mi propia vida. Fue una lectura en espejo: el libro reflejaba lo que yo tenía dentro”.
Ana Clavel
“En estos tiempos inciertos, me gusta imaginar que una civilización extraterrestre llega a la Tierra cuando ya no quedan más que rastros de la nuestra. Entonces encuentra entre las ruinas pequeños objetos en forma de prisma con formas de escritura que se vuelven polvo en cuanto son expuestos al aire. Pero una vez abiertos sucede algo extraordinario: por breves instantes, como si se tratara de hologramas o cápsulas del tiempo, esos remolinos de polvo permiten vislumbrar los sueños de los habitantes de la civilización extinta.
“Para quienes nos gusta leer, los libros han sido refugio y fuga. Curiosa la cercanía etimológica de los términos “fugarse” –huir, escapar– y “refugiarse” –huir hacia atrás, guarecerse–. Encontrar refugio en la fuga…
“Las olas, de Virginia Woolf. Literalmente me hechizó el flujo de conciencias en oleadas que van de un personaje y de una sensibilidad a otra. Si eso se podía hacer con el lenguaje más allá de una historia concreta, aprender ese oficio valía la pena”.
Carmen Boullosa
“Sobre todo en tiempos aciagos hace bien celebrar al noble libro que es (o puede ser) un eficaz defensor de la noción de humanidad, que es dúctil, que nos acoge. También porque recuerda, es memoria, y a menudo tiende a soñar con el futuro. Que pide lo mejor de nosotros. Que exige la entrega de toda nuestra atención. ¿Qué más?
“El libro contribuye a la nostalgia de la vida comunitaria. Sería atroz que pensáramos ya no intentar restaurarla en su modalidad ‘presencial’, que deseásemos abolir la ciudad, la plaza. El libro, como lo conocemos, se disolvería también por un proceso alquímico. Por mí que sirve como recordatorio de que allá atrás están los demás, sean cielo o infierno. En breve, contribuyó a la nostalgia y a un sentido de liberación, continuó siendo lo que es: maquinaria de placer, risa, llanto, pensamiento, y la certeza de tener en las manos intimidad ajena.
“No sé si un libro me hizo escritora –sé que no, que me hizo escritora un dolor y una herida–, pero si es por fantasear pienso que fue Cumbres borrascosas, y que me di a la caza de lo que yo sabía siempre se me habría de escapar”.
Élmer Mendoza
“Debemos celebrar el libro porque son los mejores compañeros en situaciones extremas como las que vivimos en la actualidad. Nuestra vida es difícil, pero si podemos compartirla con la ficción de cualquier libro, la vamos a pasar mucho mejor: siempre estoy compartiendo más de dos vidas, porque leo dos libros a la vez, más todo lo que me pasa.
“Nosotros no nos hemos detenido. Desde todas las trincheras hemos recomendado libros, hemos cultivado otra forma de ser un paciente, pero a partir de la lectura: si no nos podemos mover y tenemos el gen del viajero, pues hay que leer libros de viajes para ir a donde queramos. Los libros son grandes amigos y grandes compañeros.
“El que me hizo tomar el toro por los cuernos, como me lo pidió Fernando del Paso, fue La historia interminable, de Michael Ende; es un libro de una escritura muy sencilla, pero muy intensa, en la que los personajes están bien definidos, los momentos de la novela son espectaculares, la entereza que un personaje principal debe tener para enfrentar las dificultades más abyectas y más inexplicables, y vencerlas, es un gran ejemplo de escritura”.
Bernardo Esquinca
“No estoy muy a favor de celebrar el Día mundial del libro. Suelen ser conmemoraciones aburridas con maratónicas lecturas... También me parece el espacio ideal para que muchas personas aparentemente relacionadas con la promoción del libro aprovechen para tomarse la foto y después lavarse las manos. También pienso que, en todo caso, debería ser el día mundial de la lectura, pues cada vez hay más gente que lee en tabletas electrónicas, yo incluido. Tengo amor por el libro físico, pero quizá sea ya insostenible en un mundo en el que estamos depredando todo, bosques incluidos.
“No creo que la pandemia y el encierro hayan contribuido a formar nuevos lectores. A quienes nos gusta leer nos ha ayudado, por supuesto, pues la lectura siempre es un refugio contra tiempos difíciles. Lo que yo he notado es que quienes se han verdaderamente beneficiado de las circunstancias actuales son las plataformas de streaming y, en todo caso, el libro electrónico y los audiolibros, lo cual me parece muy bien.
“No fue un libro. Fueron los cómics de Spiderman, que al final de cada aventura del superhéroe tenían una serie de relatos macabros que me volaban la cabeza y me ponía a copiar su estilo, impulsándome a escribir mis primeros cuentos”.
Socorro Venegas
“Celebrar el libro es celebrar nuestra humanidad. Nuestra capacidad de resiliencia, de memoria de las cosas del mundo, la capacidad de transformar nuestras comunidades gracias a las palabras. Las más entrañables experiencias de fomento de la lectura que he vivido están en los lugares más marginados y violentos, como Apatzingán, Michoacán, donde los niños que empezaban a leer y a elegir libremente sus libros de un acervo imaginaban otras vidas posibles, otros destinos que no fueran el del sicario.
“He escuchado que muchas personas han tenido dificultades para concentrarse en la lectura durante periodos más o menos prolongados. Y sin embargo lo intentaban, buscaban ese refugio. Leer es la mejor tabla de salvación: logra trasladarte no solo a espacios imaginarios, además hay una exploración interior por lugares de ti mismo que desconocías, y en este tiempo es muy bueno encontrar reservas de paciencia, de fortaleza, de solidaridad y empatía.
“Una novela muy sencilla, el diario de una joven francesa enamorada de Napoleón. Ni siquiera recuerdo el nombre de la autora. El libro lo olvidó alguien en el funeral de mi hermano menor. Yo tenía 11 años y en ese momento no devoraba esas páginas para ser escritora, sino para aprender a respirar bajo aguas muy oscuras. Eso determinó todo lo que quise después”.
Refugio y aprendizaje
“Hay que aprovechar plenamente el poder de los libros. Debemos garantizar el acceso a ellos para que todas las personas encuentren refugio en la lectura y puedan así soñar, aprender y reflexionar”. Unas líneas del mensaje de Audrey Azoulay, directora General de la Unesco, como parte de las celebraciones que se dan en prácticamente todo el mundo en el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. “Los libros tienen esa capacidad única de entretenernos, de instruirnos, de ser a la vez el instrumento que sirve para salir de sí mismo y para encontrarse con un autor”.“El noble libro es un eficaz defensor de la noción de humanidad”, explica Carmen Boullosa.
yhc