“La esperanza nunca muere: la labor de la cultura es considerar que existe siempre una salida”. Las palabras le pertenecen a Juan Villoro, tras participar en una conversación con la periodista colombiana Mábel Lara, en el Hay Festival Cartagena de Indias.
En el emblemático Teatro Adolfo Mejía, el narrador mexicano habló de su más reciente novela, La tierra de la gran promesa, pero también de los desafíos que enfrenta México y buena parte de los países en América Latina, ante los problemas de violencia y de inseguridad.
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“Hay países que estuvieron mucho peor que nosotros y se recuperaron, que han pasado por corrupción, desigualdad y violencia, y salieron adelante. No creo que debamos destruir el derecho a la esperanza”.
Durante la conferencia, Villoro reconoció que los mexicanos, con bastante arrogancia, muchas veces asumimos un papel de superioridad y cuando tenemos problemas solemos decir: “nos estamos colombianizando”.
“He escrito al respecto con la idea de ‘ojalá’, porque Colombia ha pasado por quebrantos durísimos en relación con la violencia y el crimen organizado, pero también han hecho por recuperar tejido social, por entender que cualquier bala es una bala perdida y por lograr una recuperación a través de la cultura y de nuevos contratos sociales”.
Aun cuando aseveró que uno de los objetivos de la novela fue romper con “la caricatura del narcotraficante exclusivamente como un demonio. No es lo más importante de mi novela”; resulta indispensable desmontar un discurso, porque lo más importante no son los personajes del crimen, “el crimen es el telón de fondo en el que mi personaje entra, pero lo importante es lo que él vive, porque finalmente es una novela de amor, de amistad, de búsqueda de libertad, de recuperación de un viejo amor”.
“En el 2006, en México se entendió que la única solución era militar, se recibió mucho dinero de Estados Unidos para armamento militar, pero no hizo nada por recuperar el tejido social, por entender que la gente no entra en el narcotráfico porque está demonizada, sino porque, para mucha gente, ser sicario es la mejor oportunidad que tienen en ese momento para tener cierto prestigio social, dinero rápido, dejarle una casa a su madre”.
En ese sentido, Juan Villoro advirtió que si no cambiamos a la sociedad, no se podrán cambiar las razones por las que ocurre el narcotráfico y ello viene desde la construcción que se suele hacer de los personajes ligados a este mundo: aparecen narcos disfrazados de narcos, que tienen camisas de Versace, cadenas de oro, coleccionan caballos de oro de tamaño natural.
“Esta monstrificación del adversario tranquiliza un poco, porque si los narcos son tan distintos a nosotros, entonces no vamos a caer nunca en eso. Mi novela trata de mostrar algo: los adversarios no solamente son seres humanos, se parecen bastante a nosotros y los podemos ver en cualquier lado, incluso en el espejo: entender esta cercanía, esta proximidad del mal e, incluso, esa familiaridad que puede tener con nuestro entorno y con nuestra sociedad, es lo más difícil, lo más arriesgado, pero también es lo más necesario”, resaltó el narrador mexicano.
PCL