Los videojuegos, cómplices de la literatura

‘Ficciones lúdicas…’, de Rodrigo Díez, se nutre del placer y desafío de los juegos electrónicos.

Historias de castillos y monstruos nutren intereses del autor. (Especial)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Si bien muchas creencias han cambiado en los últimos años, hace poco más de dos décadas se veía a los videojuegos como enemigos de la cultura en general, especialmente de la literatura, como se pensaba de muchas herramientas tecnológicas.

Con el paso del tiempo se empezaron a observar como aliados naturales, según explica Rodrigo Díez, un amante de los videojuegos, pero también de la literatura, lo que busca reflejar en el libro Ficciones lúdicas. Jugar no se acaba nunca (Dharma Books, 2020).

“Hace algunos años sí era como ‘ahí viene el diablo’; mucha gente tenía en mente juegos muy mecánicos, donde te podías pasar muchas horas, lo que sí podía disolverte el cerebro, pero han cambiado mucho: ya no son tan simples y los videojuegos de alguna manera han llegado a la literatura”.

En el fondo no es tan extraño, porque muchos de los juegos más interesantes son los que cuentan alguna historia y el tránsito hacia la literatura se vuelve más sencillo. Por ello, a través de ocho textos, Rodrigo Díez busca defender, abogar y hacer evidente el placer, el aprendizaje, los procesos mentales y las emociones que se desatan al jugar con ellos.

No se trata de una apología, explica el autor, pero sí de ofrecer un recorrido por los videojuegos y las historias de ficción en general, al tiempo de resaltar la evolución y los grados de complejidad a los cuales han llegado las y los creadores de estas narrativas.

Zelda, por ejemplo, y de ahí doy el salto a literatura fantástica, como El señor de los anillos, porque me gustan este tipo de historias de castillos y monstruos, con lo que he logrado alimentar distintos intereses en la literatura y en los videojuegos, y gracias a las historias que nos comparten”, en palabras de Rodrigo Díez.

El libro contiene un prólogo titulado “Amor a primera vista”, en donde el autor realiza una especie de manifiesto de lo que han significado los videojuegos en su vida, recurriendo al reconocimiento de las ficciones, los retos y la retribución que generan al ser partícipe de ellos, en especial las elaboraciones que realiza la mente cuando se es un jugador formando parte de una historia.

Y ADEMÁS

PRODUCTOS DE CALIDAD ARTÍSTICA

Ficciones lúdicas. Jugar no se acaba nunca apuesta por darle valor a los videojuegos, en especial porque cada vez se ha hecho más notoria la calidad artística y literaria que se puede hallar en los nuevos productos para entretenerse en casa. Aunque no se considera experto en ellos, sí ha pasado muchas horas disfrutándolos y analizándolos “desde una perspectiva literaria, verlos desde un punto de vista más narrativo. Sobre todo aquellos donde se cuenta una historia, como lo hacen las series, la literatura y el cine”.