Quizás en la escritura no soy muy purista, pero en el tequila sí: Christian Peña

Entrevista | Lado B

Nacido en 1985, año del terremoto, y rodeado de la creciente violencia, el joven y galardonado poeta confiesa que en su época de estudiante hurtaba los libros de la escuela y aún los conserva.

“De adolescente mi mamá me preguntaba por qué me juntaba con viejitos, como Deltoro y Sada”. (Octavio Hoyos)
Ciudad de México /

Christian Peña (Distrito Federal, 1985) puede ser uno de los poetas con más galardones a sus apenas 34 años, de hecho en diciembre pasado llegó a la docena, al sumar el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2019 por Expediente X.V (Vaso Roto), sobre Villaurrutia.

Sin embargo, casi nació con los terremotos de 1985, creció rodeado de violencia, ha padecido varios asaltos y robos en la capital y desde su día uno ha visto la situación de México viciada, corrupta, deleznable, cosmovisión que dice transmitir de alguna manera en la poética de sus obras, sin panfletos.

Gana muchos reconocimientos, pero autoridades de Cultura de Guerrero, Coahuila y Tamaulipas no le han publicado las obras ganadoras de los premios Ignacio Manuel Altamirano, Enriqueta Ochoa y Efraín Huerta, respectivamente, a pesar de que gobernadores le han prometido esas ediciones. Y tampoco sabe qué ha pasado con el dinero para las publicaciones de esos poemarios.

Pasó infancia y adolescencia en San Juan de Aragón, su mamá le preguntaba por qué le gustaba juntarse con viejitos cuando lo recogía en el café donde se reunía con Antonio Deltoro, Francisco Hernández y Daniel Sada. La entrevista ocurre en la agencia de publicidad de Lomas Virreyes donde trabaja desde hace una década, un anciano ya en ese medio donde sus compañeros rondan los 23 años.

En México hay una larga tradición de escritores publicistas: García Márquez, Mutis, Del Paso…

También Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. Por ejemplo, a Novo se le debe el eslogan: “En la casa, el taller y la oficina, tenga usted Vitacilina. ¡Ah qué buena medicina!”.

“Ocurre que el oficio publicitario no era una carrera en forma, yo no estudié Publicidad, sino Comunicación en la UNAM. Y al oficio publicitario se presentaban pintores, grabadores, dramaturgos… A mí me gusta entenderlo aun así hoy, hago de pronto cosas con las palabras o conceptos. Trabajo en la publicidad comercial, en campañas para marcas de alcohol, tiendas departamentales, autos, aerolíneas”.

¿Qué campaña te hace sentir más orgulloso?

En el trabajo diario, todas. Soy director creativo para Palacio de Hierro, por ejemplo. Tequila Herradura, que es el que me gusta, tengo un poema sobre el Herradura blanco. Pero no es una campaña en forma; a diferencia de la poesía, la publicidad es un trabajo en equipo. En la poesía hay deudas, trabajas con más personas aunque ellas no lo sepan y que están presentes.

¿Tienes algún eslogan ya famoso, del tipo “Soy totalmente Palacio”?

Ya caducó ese modelo. La publicidad hoy ya no tiene esos headlines. “Soy totalmente Palacio” es de los 90. Justo llegué a la publicidad cuando esos headlines o eslogans o jingles ya no eran parte de la conversación. Hoy, la búsqueda publicitaria es más digital, su eficacia ya no radica en el mensaje, sino en saber llegar a la persona o comprador al que está dirigido. Es algo que el oficio editorial podría aprender.

A ti ¿qué mensaje te llega?

Ya nada. Cada vez compro menos. Hoy, lo que llego a comprar son cosas que me facilitan la rutina o la vida: puedo gastar más en pedir un servicio de auto o comida a casa que en comprarme ropa o un reloj. Hemos modificado nuestros hábitos de consumo, la gente puede gastar mucho más en tener datos móviles que en comprarse una chamarra o tenis nuevos. Gasto aún en libros, aunque no se publiciten.

¿Eres fetichista con los libros?

Tengo algunos que me son representativos. Crecí en Aragón, donde no había ni bibliotecas ni librerías. Y en Prepa 3 Justo Sierra donde estudiaba (mi secundaria se llamaba Jaime Torres Bodet), me robaba libros y esos son los que tengo, los guardo mucho. Los heraldos negros, de César Vallejo, por ejemplo.

Justo como el embajador Valero. ¿Te interesa la política, la situación del país?

Nunca me he pensado en ello. No lo sé. Nunca he votado, desde el día en que pude votar por primera vez decidí no hacerlo. He tenido episodios feos en esta ciudad, me han asaltado, con mi esposa, mi hijo, han entrado a mi casa. Crecí rodeado de violencia. Quizás no la del crimen del narcotráfico, pero en los lugares donde viví, donde vivo, hay el mismo grado de violencia y peligro que cuando tenía siete años. Nunca he pensado en la situación del país, la concibo igual desde que recuerdo: viciada, corrupta, deleznable.

Mencionabas que antes gastabas todo tu dinero en fiestas y libros. ¿Cómo es tu fiesta ideal?

Ya no recuerdo. Cuando me enfiestaba mucho estaba muy ebrio y eran blackouts maratónicos. Tras haberme entregado a esos excesos, aun siendo joven hoy, una fiesta es la que termina y sé dónde estoy.

¿Cómo recomiendas beber el tequila?

Derecho, Herradura blanco. Es el mejor. Dejé de beber hace cinco años, ya tomaba demasiado. Pero ahora lo hago de a poquito, después de comer me puedo tomar uno o al llegar a casa en la noche, si estoy cansado. No lo mezclo con nada. Quizás en la escritura no soy muy purista, pero en el tequila sí.

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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