Lolita, luz de mi vida

Celebramos el cumpleaños 60 de Lolita, novela que atrajo las miradas sobre la obra irrepetible de Vladimir Nabokov, uno de esos escritores que se conciben más allá del bien y del mal

Vladimir Nabokov
Sue Lyon en Lolita, de Stanley Kubrick (1962)
Marco Antonio Campos
Ciudad de México /

Ya en 1956, en un irritado artículo, Vladimir Nabokov negaba que en la novela hubiera el "lastre moralizante" y argüía que una obra de ficción "solo existe en la medida que me proporciona placer estético" ("Sobre un libro llamado Lolita"). Mario Vargas Llosa, por otra vía, estaba del todo de acuerdo con él: contra lo que el mismo Humbert Humbert, el protagonista principal, cree, "no es un libertino, ni un sensual, es apenas un obseso" (La verdad de las mentiras). Con una ligera —gran variación—, Juan Villoro convenía: "Desde el punto de vista jurídico, Lolita es un crimen; desde el punto de vista literario, la más conmovedora historia de amor" (Efectos personales). Borges no lo vería de ninguna de esas maneras, si nos atenemos a lo escrito por Bioy Casares. Publicada la novela por Sur, la alcaldía ordenó sacar Lolita de circulación en 1959. El 21 de julio de ese año, Borges y Manuel Peyrou se reunieron a cenar en casa de Bioy. Contrariado, Borges señaló: "Me habló [José] Bianco para que firmara un manifiesto de protesta porque la Municipalidad secuestró el libro de Lolita. Yo lo firmé, por no pelearme para toda la vida con Victoria [Ocampo], pero creo que Sur no debería publicar libros así, ni como Lady Chatterley's Lover" (Borges).

A lo largo de las páginas, y al terminarla, uno se pregunta si Lolita es una novela pornográfica o erótica. No me lo parece. No se trata de la maquinaria helada del marqués de Sade o el erotismo denodado y monótono, con imágenes fijas que se convierten en símbolos cifrados, de Georges Bataille; hay momentos de fuego efímero, de ligeras y destellantes sensualidades, de excitaciones extremas por algo nimio o infantil, pero no recuerdo en toda la novela una escena de sexo explícito. Historia de un hombre maduro, cuando conoce a la familia Haze, Jean–Jacques Humbert, o Humbert Humbert, o solo Humbert, tiene 37 años (nació en París en 1910) y Dolores Haze, o también Dolly, o Loleeta, o Lolita, o Lo, o Carmen (nacida en 1935), tiene doce. La vida de Humbert con y sin Lolita ocurre entre 1947 y 1952.

Dividida en dos partes, contada en un monólogo que se vuelve en ocasiones diálogo sin respuesta, Vladimr Nabokov hace que el de la voz narrativa, Humbert Humbert, se dirija principalmente al jurado, que lo encauza por asesinato, y, en segunda vía, a los lectores, a Lolita, a sí mismo... Con el filo del cuchillo de la ironía, no deja bien parado a nadie, empezando, claro, por él mismo, con ese "toque de autoparodia" que, como señala Hernán Lara Zavala, es eminentemente característico en la obra narrativa de Nabokov (Contra el ángel). Lolita es un libro que necesita el repaso, al menos de varias partes significativas, para descubrir o apreciar un número considerable de sutilezas e ironías que no son perceptibles o no tanto en una lectura de corrido. En Lolita, como en la obra narrativa de Nabokov en general, Lara Zavala halla tres perfiles característicos: lenguaje inventivo, humor múltiple e imaginación calculada. Gran cantidad de frases irónicas de Humbert Humbert son para burlarse del proverbial mal gusto —del kitsch y de la empalagosa cursilería— de la clase media estadunidense.

A los personajes sobresalientes de la novela, Humbert los tasajea o desuella verbalmente: a Valeria, su primera mujer, a Charlotte Haze, su segunda esposa y madre de Lolita, a Lolita, a la inestable y alcohólica Rita, su pareja después de Lolita, y a Clare Quilty, que le roba a la niña... La novela está poblada de personajes incidentales que sirven solo para ligar los hechos. Son apariciones súbitas o poco prolongadas: los amigos de Charlotte, los vecinos de Ramsdale y de Beardsley, compañeros y compañeras de Lolita, la directora de la escuela y la del campamento, doctores y enfermeras del hospital de Elphinstone, los invisibles miembros del jurado...

En un ensayo ("La desprestigiada herencia de Cervantes"), Milan Kundera anotaba las ambigüedades y relativizaciones como condiciones de la novela moderna. En Lolita se dan en los personajes, principalmente en el parisiense Humbert Humbert, quien puede ser visto como un perverso o un psicópata o un maniático sexual, y también como un ingenuo, o dicho por él, pese al "aire viril", como alguien "terriblemente tímido". ¿No se dirige así Humbert a quienes lo juzgan en el tribunal: "Señoras y señores del jurado, la mayoría de los delincuentes sexuales —que anhelan con una jovencita un palpitante contacto, delicadamente lloroso, no por fuerza a través de la cópula— son extranjeros inocuos, inadaptados, pasivos, tímidos"? ¿No se unían en su relación con la niña "lo bestial y lo hermoso"? "Lolita es una poderosa demostración de que el arte puede pactar con la patología", escribió Juan Villoro.

Como se dijo, la construcción de todos los personajes es exclusivamente a través de los ojos y la pluma de Humbert Humbert, quien es consciente de que no entiende ni entenderá nunca del todo a la ligera y espléndida niña. El enigma en apariencia más sencillo le termina siendo laberíntico porque él en verdad es quien es complejísimo. Cuando al fin la halla, luego de buscarla tres años, ya a la edad de 17, rematadamente mal casada, encinta, sin ningún aliño, Lolita confiesa con toda sinceridad que, pese a las relaciones que tuvieron durante dos años, nunca sintió deseo por él, ni menos lo amó. A Humbert Humbert el sí o el no lo hubieran desecho por igual: el sí porque su intranquilidad sería por algo que en algún tiempo al menos tuvo reciprocidad, y el no, como lo fue, por el dolor y desconsuelo extremos que no le dejan ninguna ilusión ni un mínimo vislumbre de futuro. Una cosa es real: el amor loco, el amor desesperado lo llevó a una obsesión ciega y a asesinar a quien se la arrebató. Después de todo, al único hombre que amó Lolita —se lo dice a Humbert en aquella conversación final— fue a Clare Quilty, al que Vargas Llosa considera el "personaje más inquietante" de la novela, un "furtivo dramaturgo aficionado al marqués de Sade, libertino, borracho, drogadicto y, según confesión propia, semi impotente". Frente a las depravaciones de Quilty, Humbert le parece al lector un religioso medieval de la orden de los mercedarios. La escena del asesinato de Quilty, de tan grotesca, se vuelve el revés del asesinato como una de las bellas artes.

Kundera arguye que la novela ha descubierto por sus propios medios los diferentes aspectos de la existencia. Si hay uno en la novela de Nabokov, es la multiplicidad psicológica y la pluralidad de ambigüedades en la perversión del pederasta. Humbert Humbert es consciente de que para la sociedad lo que él hace es monstruoso y su vida con Lolita una "cohabitación inmoral y lasciva", pero hay algo inevitable, compulsivo, que lo lleva a vivir angustiada y lúdicamente en la transgresión. Sin embargo, por sus gustos, como los llama, no se arrepiente ni en el último minuto de su vida. En eso, solo en eso, en su falta de arrepentimiento, podría igualarse con el personaje de Don Juan en la pieza teatral de Tirso.

Pero ¿de dónde nace esa fascinación por las púberes? El Humbert Humbert de trece años, tiene como primer gran amor a una doceañera (Annabel), quien muere meses más tarde, y en lo que le restará de vida lo encontrará en una variedad más o menos específica de nínfulas, de las cuales Lolita representa el non plus ultra. "Estoy persuadido, sin embargo, de que en cierto modo fatal y mágico Lolita empezó con Annabel [...]. Nos enamoramos al mismo tiempo de una manera frenética, impúdica, agonizante". Después de todo —se justificará histórica y literariamente—, Dante se enamoró de Beatriz cuando ella tenía nueve años y Petrarca de Laura cuando ella cumplía los doce. La Justine del marqués de Sade empezó a foguearse a los doce. Como ha notado la crítica, el nombre de la primera niña parece provenir, o proviene, del poema "Annabel Lee" de Edgar Allan Poe.

¿Y quién es Jean–Jacques Humbert? Un profesor gris y un escritor de quien al parecer no hay libro que valga la pena. No sabemos ni siquiera cuánto es lo que crea él mismo de su mérito como escritor, salvo en la última línea de la novela, un guiño magnífico a Lolita y a los lectores: la certeza de que en la posteridad ambos tendrán un fulgor imperecedero.

Con sus consortes, la obesa Valeria y la viuda Charlotte Haze, Humbert Humbert padecía un alto grado de autotortura para cumplir con el sagrado deber conyugal. Si ridiculiza a Valeria —quien, por cierto, para aumentar su humillación, acaba yéndosele con un mermado ex coronel del ejército ruso—, con Charlotte se va al extremo del sarcasmo. Le hartan de la madre de Lolita sus trivialidades estúpidas, su melindrosa cursilería, su mal gusto. No le concede un mínimo de atractivo corporal. Charlotte es ultracelosa, posesiva y, menos en el fondo que en la superficie, odia a su hija. Una frase de Humbert la compendia: "Su autobiografía estaba tan desprovista como lo estaría su autopsia".

Charlotte, a diferencia de su hija, no solo deseó, sino amó sin fondo a nuestro extraño protagonista. En la desesperanza ilímite le escribe una carta henchida de pegajosa miel en la que le hace un llamado melodramático a casarse o a irse para siempre: "Te he querido desde el primer momento en que te vi [...]. Tu permanencia significaría que me quieres tanto como yo a ti [...] y que estás dispuesto a unir nuestras vidas para siempre y ser un padre para mi niñita". Charlotte solo se equivocó con la palabra padre; Humbert se casaría con ella solo por tener cerca a la niña.

A veces fisgonear no es correcto. Charlotte descubre el diario de Humbert Humbert y, al leerlo, se le revela toda la atroz comedia. En el día 150 de su matrimonio escribe tres cartas, se dirige a depositarlas en el correo, pero por su desesperación la atropella un Packard conducido por Frederick Beale, quien en la calle pudo evitar a un perro pero no a la desdichada Charlotte. ¿Se conduele Humbert? Es uno de los días más felices de su vida. Al que atropelló a Charlotte, Humbert lo llamará en adelante el amigo Beale. Por demás, todos los protagonistas importantes de la novela acabarán muriendo: Annabel, Charlotte, Clare Quilty y, al final, fuera de cuadro, Lolita y él mismo: Lolita al dar a luz y Humbert por una trombosis coronaria, a fines de 1952.

¿Cómo es Lolita? ¿Cuáles son las medidas y peso de sus leves doce años? Humbert no las olvida. Caderas: 73 cm; circunferencia del muslo: 43; cintura: 58; altura, 1.48 m; peso: 38 kg; coeficiente de inteligencia: 121. ¿Cómo es Lolita en su comportamiento con él? Mientras más pasa el tiempo de convivencia, lo insulta y pelea por nada, payasea, hace pucheros, chantajea, extorsiona. "Una mezcla de candor y decepción, de encanto y vulgaridad, de azul malhumor y rósea alegría, Lolita podía llegar a ser una muchacha exasperante cuando tenía ganas".

Como en Humbert Humbert, de otra manera que en Humbert Humbert, hay en Lolita una perversidad sin remordimiento. Durante el juicio, nuestro protagonista recuerda aquella primera madrugada compartida: "¡Frígidas damas del jurado! Yo habría pensado que pasarían meses, años, antes de que Dolores Haze aprendiera a revelárseme, pero a las seis ya estaba despierta y a las seis y quince ya éramos amantes". Descubre con asombro que la niña ya no era virgen desde hacía un año, es decir, desde los once, debido al favor de Charlie Holmes, el hijo de la directora del campamento de verano. Lolita encuentra desde cuando la desvirgan que hacer el amor resulta "divertido" y es "bueno para la piel".

Desde ese 1947, Humbert Humbert y la voluble Lolita viajan desordenadamente por todo Estados Unidos y conocen toda suerte de hoteles, moteles y cabañas. En los viajes, mientras él, por ejemplo, se fascina con los paisajes, Lolita lo hace a su vez "con las inscripciones en los retretes". Nubes a la Lorrain u horizontes a lo Greco no pasan por los ojos de la niña. Muy pronto se vuelve menos dueño que esclavo de la púber. Como él con la madre, mucho peor que con ella, Humbert Humbert es ultraceloso y ultraposesivo, en especial cuando la ve con muchachos de su edad. Una constante del libro es el contraste creciente entre el deseo fogoso del padrastro–amante y las respuestas exasperadas y negativas de la niña. Luego de dos recorridos por Estados Unidos, nuestro protagonista concluye con algo que suena a la vez como epigrama y a epitafio: "Habíamos estado en todas partes. No habíamos visto nada en realidad".

Si uno piensa en el filme en blanco y negro de 1962, el excepcional reparto principal parece elegido con magnífica lupa. No podían ser sino ésos los actores y actrices: James Mason personifica a Humbert Humbert, Shelley Winters a Charlotte, Peter Sellers a Clare Quilty, Sue Lyon a Lolita... Quien dirige es uno de los grandes cineastas de la historia (Stanley Kubrick) y el guionista es el autor de la novela (Vladimir Nabokov). ¿Y sin embargo...? Y sin embargo, no hay ese equivalente de gran novela y gran filme como en El gatopardo. Se pierde mucho de la complejidad psicológica y la ironía cortante. En 1997 se filmó una segunda versión, dirigida por Adrian Lyne, y actuada por Jeremy Irons (Humbert Humbert), Melanie Griffith (Charlotte Haze), Dominique Swain (Lolita), Frank Langella (Clare Quilty). Inferior estéticamente, es menos conservadora en su trama. Desde aquellos años sesenta los puritanos Estados Unidos habían abierto puertas y ventanas a la rebelión juvenil, a la acción feminista y a la liberación social y sexual.

Humbert Humbert tuvo como objetivo principal del relato "fijar de una vez por todas la peligrosa magia de las nínfulas", porque, como refiere en otra parte, "no hay en la tierra una felicidad igual que la de amar a una nínfula". En efecto, muy probablemente el autor de teatro Clare Quilty sea el personaje más inquietante, como observó Vargas Llosa, pero no el más recordable. El sol central de la novela es Lolita. Todo irradia en casi cada página desde ella o por ella. ¿En cuántos millones de lectores ha quedado Lolita en la memoria? ¿En cuántos Quilty? Lolita es un personaje icono de la literatura moderna y, en el lenguaje diario y en el imaginario popular, su nombre se volvió un sinónimo lascivo de nínfula.

La novela se publicó en septiembre de 1955. Han pasado 60 años. Los meteorólogos auguran buenos vientos para Lolita.

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