Luis de Tavira: “El teatro de Samuel Beckett, más despiadado hoy que hace 60 años”

La última cinta de Krapp es una obra del Premio Nobel en la que un hombre busca su pasado en una cinta de megáfono; el actor es el único de la puesta.

Luis de Tavira | Foto: Luis Quiroz
Ciudad de México /

Después de poco más de un año de actuar en La fundamentalista, Luis de Tavira vuelve al escenario para protagonizar el montaje que Sandra Félix realizó sobre La última cinta de Krapp, una obra de Samuel Beckett en la que el personaje se escucha a sí mismo y confronta con tres décadas de distancia.

Para el director de escena, dramaturgo y actor, la denuncia de Beckett contra el anonadamiento del mundo es hoy más despiadada que hace 60 años ante la catástrofe espiritual de la actualidad, en esta pieza que, como otras para De Tavira, no es un monólogo, porque “no hay monólogos en el teatro”.

De Tavira (1948) cumple el próximo 1 de septiembre 74 años, cinco más que los del personaje de Krapp, quien en su aniversario 69 busca una cinta grabada en un magnetófono cuando tenía 39 años, en la cual dejó el testimonio de una noche decisiva en su vida.

Como actor, cuenta a MILENIO que disfruta mucho la aventura junto a Sandra Félix de llevar a escena la pieza de Beckett, cuyo teatro ella conoce bien “y resuena profundamente con su extraño humanismo”.

Su primer acercamiento a La última cinta de Krapp (1958) fue como lector, Luis de Tavira accede a responder algunas preguntas sobre su personaje y la obra.

“La obra de Beckett exige una lectura rigurosa. Escribe enigmas cifrados que demandan una exégesis que los descifre. Pero también son esquemas de ruta, mapas del tesoro que solo se encuentran si se realiza el viaje. La obra solo se revela al hacerla”, señala el primer actor.

Foto: Luis Quiroz

¿Qué libertad tiene un actor (y un director de escena) con una obra tan precisa en sus acotaciones como La última cinta de Krapp?

"La misma libertad del que conduce por voluntad propia por una estrecha y sinuosa carretera, en una noche oscura, adivinando el camino gracias a los puntos fosforescentes que llamamos “fantasmas” y que le impiden caer en un abismo. Las acotaciones de Beckett son como esos fantasmas que hacen transitable la oscuridad".

¿En qué consiste la creatividad de un actor al representar una pieza como La última cinta de Krapp?

"En esta, como en otra obra, la creatividad del actor consiste en estar ahí y que la ficción suceda como solo puede suceder esa vez a ese actor. En el teatro, como en la música, interpretar es crear. Así como la partitura no es la música, el texto no es el teatro, hay que hacerlo cada vez. El teatro se realiza en su espectador, la música en su oyente".

Esta obra de Beckett ¿es realmente un monólogo o un diálogo entre el Krapp de 69 años y el Krapp de 39?

"Yo pienso que en el teatro no hay monólogos, aunque lo parezca. Todo teatro es diálogo. El silencio es diálogo. La escena le sucede a alguien como a un yo, y no hay un yo sin un tú. Toda escena habla entre un tú y un yo. A Dios se le habla de tú. Goethe dice que todo es símbolo. Uno mismo siempre es otro. De algún modo, uno es un poco el que fue, pero sobre todo es lo que aún no es".

Las acotaciones de Beckett son tan precisas que dejan a las palabras en segundo plano. La obra es acción y silencios. ¿Qué representan para usted como actor el silencio y la acción en esta puesta en escena?

"En esta obra, silencio y acción son lo mismo: son callar, es decir, escuchar".

Foto: Luis Quiroz

Como en otras piezas de Beckett, la angustia y el vacío son el leitmotiv. Hoy en México, ¿qué nos vincula con esos sentimientos, ese existencialismo que se vivía en la época de Beckett tras la Segunda Guerra Mundial?

"La denuncia contra el anonadamiento del mundo que el teatro de Beckett levantó hace 60 años, resulta aún más despiadada hoy ante la catástrofe espiritual de nuestra actualidad. Sin embargo, paradójicamente en esta obra, esa crueldad se transfigura en la ternura esperanzada de un poeta rabioso de absoluto".

¿Cómo atrapar a un joven del siglo XXI con esta obra de Beckett de 1958?

"Yo creo que el mayor atractivo que el teatro puede ofrecer hoy a los jóvenes consiste en que siga siendo radicalmente el teatro; es decir, lo otro que esa virtualidad sonámbula de los simulacros, lo otro que el show desechable de las redes, del mercado y de la política. No me sorprende que los espectadores más receptivos de este montaje han sido los más jóvenes".

El tiempo es fundamental en esta obra de Beckett, al igual que el espacio o quizás más. ¿Cómo se enfrenta Luis de Tavira al tiempo?

"Se trata de entrar a la dimensión de la escena y buscar el instante. La escena dice que solo existe el presente, el presente de la presencia, la presencia del presente. Como dice Beckett: el instante. Ese instante que es el grano entre la paja de la memoria. La semilla, el grano que contiene el futuro. Ese instante que es metonimia de lo perenne".

El megáfono donde graba y escucha Krapp sus historias de cumpleaños era, en la época que Beckett escribió la obra, la tecnología de punta. ¿Cuál es la participación actual de la tecnología en esos sentimientos de angustia y vacío que nos presenta La última cinta de Krapp?

"El megáfono es un recurso brillante de Beckett para teatralizar la conmemoración íntima de un solitario arrojado al desierto tecnológico que nos ha convertido en robots. Esta tiranía de la mecanización en la que la máquina es la constante y lo humano la variable. En la antigüedad, las personas hacían la peregrinación a Delfos para preguntar por su destino, hoy van a la esquina a consultar al cajero automático".

¿Luis de Tavira se ha enfrentado como persona al Luis de Tavira de los 39 años como el personaje de Krapp?

"Como Krapp, no. Solo me quedan fuerzas para agradecer".

Foto: Luis Quiroz

hc

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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