Luthier, la mano detrás de cada instrumento musical

El laudero Álvaro León relata aspectos de su profesión y desarrollo.

“Si les convence el trabajo regresan..." (Claudia Aguilar)
Aura Moreno
Toluca /

Detrás de cada nota musical está la mano de un laudero, persona que fabrica instrumentos y restaura los dañados para conservar su calidad y alma.

Esta actividad que nace en la Edad Media hoy es una carrera profesional que requiere cinco años de formación y toda una vida de constante aprendizaje, dice Álvaro León, lutier con 25 años de experiencia, que en el centro de Toluca atiende a la comunidad musical en su local “El Guitarral”.

“El término viene de laúd que era construido y usado por los troveros populares en el medievo, también se nos conoce como Luthier, que en francés significa constructor”.

Tipo de material, forma, acabado, detalles e incluso el sonido registran la época en que fueron creados, por ello afirma que su labor es conservar tanto la estructura como la historia y el valor sentimental que tiene para sus dueños.




Cada caso, explica, es complejo y requiere al menos dos meses para concluir algunos pedidos y lograr los resultados esperados, por ello los clientes ven en el luthier a un médico de cabecera.

“Si les convence el trabajo regresan: he tenido pedidos de Guatemala, Cuba, China, Rusia y Francia, porque me conocieron y querían que yo lo hiciera, me tocó la fortuna de eso”.

Por otro lado, señala que al comenzar su carrera las opciones para profesionalizarse en el tema eran escasas, pero no fue impedimento ya que su desarrollo se dio de la mano con el de la ciudad.

“Mi padre era albañil y mi familia muy numerosa, no había cabida para el arte, pero la música es inherente a todo el espacio y en la primaria tuve mi primer contacto donde me enamoré, dejé Valle de Bravo y emigré a Toluca para estudiar en Bellas Artes y posteriormente en el Conservatorio Nacional”.


Fotos: Claudia Aguilar

Hasta 1991, dice, cuando se fundó el Conservatorio de Música del Estado de México, volvió a la entidad para convertirse en la primera generación de la carrera de Técnico en laudería.

“Había una lucha cultural importante por maestros que querían algo más importante para la ciudad como Víctor Urbán, organista de talla internacional o el director de la escuela Laszlo Frater Hartin, quién incluyó la carrera de laudería”.

Desde entonces su pasión se volvió su profesión y actualmente continúa su labor y recibe los instrumentos que conforman las orquestas y las bandas de rock, repara las guitarras de los bohemios y los violines de los estudiantes para que sigan contando historias junto a sus dueños.

LC

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