A mediados de octubre de 2022, Lydia Cacho (Ciudad de México, 1963) viajó a Ucrania tras la invasión bélica por parte del gobierno ruso. Ahí entrevistó a niñas y niños, ejercicio que dio como resultado El día que invadieron mi planeta (Alfaguara), un libro donde se narra la guerra desde la mirada mágica de una niña de 11 años llamada Sofía, quien está acompañada por Andréi, su abuela, y la perrita Cora.
“Es un homenaje a esas niñas y niños bajo el asedio belicista, que sueñan que un día no muy lejano dejarán de caer misiles y podrán volver a una vida de paz”, dice la periodista desde el exilio en España, donde vive tras denunciar a Mario Marín, ex gobernador de Puebla, por tortura y protección a redes de trata infantil y quien este fin de semana recibió el beneficio de prisión domiciliaria.
- Te recomendamos “Los archivos fotográficos son bodegas si no se socializan”: Laura González Flores Cultura
¿Cuál fue el proceso para escribir?
Cuando comenzó la invasión rusa en Ucrania yo decidí que quería ir para allá y después de una serie de cosas y ayuda de mis amigas activistas en ese país, logré llegar hasta Lviv. A partir de ese momento empecé a hablar con muchísima gente joven.
"El libro que quería escribir tenía que estar centrado en los niños y las niñas y terminó siendo un cuento donde se mezclan la fantasía y la realidad. Trata de explicar de una manera más simplificada, pero también informada, lo que en realidad sucede en Ucrania y que podría suceder en cualquier otro país que ha sido invadido por un gran gigante poderoso y bélico como es Rusia.
¿Qué querías saber?
La niñez siempre es la víctima más afectada, como lo hemos visto en Palestina o como lo vimos antes en Siria, Sudán, el Congo, Afganistán e Irak, por nombrar algunos países que aniquilan a niñas y niños para destruir a una nación o a un grupo étnico.
"Quería entender las emociones, los miedos y la interpretación de las cosas que suceden, sobre todo en la niñez y en las víctimas de cualquier violencia, hombres o mujeres, da igual, cómo toca sus vidas, cómo las trastoca, cómo influencia directamente en su comunidad. Todas las guerras son injustas, dejan tras de sí devastación, desamparo, pobreza y destierro".
¿Cómo fue el contacto con las niñas y los niños?
Con los que estuve comparten una mezcla de visiones y emociones. En Ucrania, los niños juegan videojuegos mucho más que las niñas y, entonces, una parte de la descripción que hacen de la guerra tiene que ver con esa noción que ellos tienen de los videojuegos. Hay otra parte que tiene que ver con no comprender lo que significa que tu país de pronto está en guerra, que haya armas, que haya balazos, que haya la realidad y no la ficción.
¿Qué te decían?
Me contaban cómo veían a las personas adultas, a quienes quieren y admiran, totalmente perdidos en el miedo y en la desesperación de no saber qué va a suceder mañana y no entender lo qué está pasando. Más allá de los análisis políticos, lo que sucede en una comunidad cuando empieza la guerra es que se rompe todo el vínculo de la noción de la realidad entre personas.
"A partir de ese momento hay una búsqueda constante de algún pequeño resquicio de paz, tanto para los pequeños como para las personas adultas. Y es curioso, porque lo encuentran cuando están en los búnkeres, porque cuando están afuera sienten que en cualquier momento la vida se puede acabar".
La escritora relató que muchos de estos infantes le decían que querían que sus padres volvieran pues se habían ido a la guerra, pero como periodista “te quedas callado y les dices, no, no puedo hacer nada. Es duro”.
¿Las víctimas más sensibles son ellos?
Sí, pero también las más importantes, porque si no son atendidos van a heredar el trauma de la guerra en tres generaciones. Los niños y las niñas son las personas adultas del futuro, son quienes van a gobernar, quienes van a querer cambiar las cosas… o no. Por eso es tan importante dialogar con ellas y ellos.
¿Este libro puede ayudar a sanar?
Es mi ilusión, es lo que yo quisiera, que la gente que lo lea comparta estas sensaciones y emociones que tienen las niñas y niños en Ucrania, que se parecen a los de todos los países que están en guerra o los que vivieron los peores momentos en la guerra contra el narco en México.
"Un libro como este puede ayudar a la gente a entender por qué da tanta ansiedad leer sobre la guerra y cuál es el contexto en el que estos niños y niñas la viven. Es un libro muy informado y espero que ayude a la gente a entender la empatía y la angustia que nos genera la guerra".
Lydia Cacho volverá a Ucrania para presentar El día que invadieron mi planeta en una pequeño poblado llamado Nueva York, donde incluso se realizó un pequeño festival literario en el sótano con la esperanza de que no lo bombardearan “porque en los momentos más dramáticos la vida no está pausada, continúa”, dijo la escritora.
¿Te gustaría seguir escribiendo para niños?
Es mi tercer libro y me gusta muchísimo porque, además, me conecto con mi niña interior. Parece una cosa súper cursi, pero es verdad. Conecto con esta niña rebelde que yo era, que decía que todo se podía. De repente, como adulta, pienso que el mundo está hecho una porquería y ya no hay nada que hacer y cuando hago este tipo de libros me vuelvo a llenar de vida, así que voy a continuar.
El libro está dedicado a Victoria Amelina, escritora y activista ucraniana, amiga de Lydia Cacho. Falleció por un misil ruso dirigido mientras estaba en un restaurante, durante un viaje para documentar crímenes de guerra.
“Fue tremendo y me recuerda mucho a las y los periodistas en México; cada vez que matan a un amigo, a una amiga periodista te parten el corazón. Lo de Victoria fue muy duro, porque ella se iba a ir unos meses a París para terminar un libro y la mataron una semana antes que pudiera tomar este respiro para estar con su hijo y con su esposo.
"Fue un misil dirigido a este pequeño restaurante en el que estaban solamente periodistas y activistas, hay una intención, como lo vemos en muchos otros países, incluido México, de eliminar a la prensa. Lo que quieren es que se callen”.
Lydia Cacho se ha especializado en aplicar técnicas psicopedagógicas durante los últimos 20 años para atender a la niñez víctima de violencia y para que sus voces sean escuchadas.
- Te recomendamos Naief Yehya: “No quería un libro de alucines” Cultura
BSMM