Manuel Felguérez fue uno de los artistas que participó con gran entusiasmo en la iniciativa que promueve la Fundación MILENIO para dar cuenta del arte que se produce en México en nuestros días.
Manuel Felguérez recibió en su estudio a Avelina Lesper, directora de la Colección MILENIO Arte, para hablar de su obra y su trayectoria. En su refugio, de donde salió gran parte de su producción plástica, aplaudió este innovador proyecto artístico.
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“Gracias a MILENIO por este esfuerzo de difundir el arte, en el cual yo he colaborado con todo gusto”.
Al finalizarla la entrevista intervino una de las portadas del periódico MILENIO, que hoy forma parte del acervo que ha viajado por diversos museos y galerías del mundo.
En ese encuentro Felguérez dio algunos consejos para los artistas jóvenes. Indicó que los inicios siempre son difíciles, porque cada quien viene de diferentes sociedades y ambiente, pero su consejo siempre fue ver arte.
“El arte viene del arte. Y viendo arte es como uno aprende, se fija y reflexiona. El problema en México es que si quieres ver arte no lo puedes hacer, porque llegan pocas exposiciones importantes del pasado. Aquí ves el maravilloso arte prehispánico, pero no es suficiente, porque la cultura es universal, así que es necesario ver las obras de los grandes museos de Europa y poder apreciar la pintura de todos los tiempos
Dijo también que no se debe pretender hacer del oficio de pintar un “modus vivendi”, porque si lo que se quiere es ganar dinero, hay otros caminos más fáciles.
“El hecho del comercio y de pensar en vender va limitando tus posibilidades creadoras, entonces yo diría que quienes inician en el arte, también trabajen".
“La profesión se divide en dos: lo que es el taller, que es la creación, la invención, lo bonito y, por otra parte, que no es bonita, la difusión. Tú tienes que encontrar la manera que lo qué haces, sea ha visto en las exposiciones”.
Para Felguérez, producir arte era sentir un placer estético donde no importa el público, no importa si gusta o no, o si vendes.
“No importa el mundo ni las consecuencias de lo que estás haciendo y eso lleva 10 o 40 años. En mi caso yo tengo la circunstancia de haber vivido mucho, pues me decidí a pintar en el año de 1947, o sea que llevo medio siglo entero”.
Su vocación, platicó, la descubrió a los 19 años. Le gustaba el arte por hacer arte, pero nunca pensó que iba a vender. Durante muchos años vivió de lo que fuera, menos de obra.
“Hice todo tipo de trabajo, por ejemplo, en París, en un laboratorio de psicología de la sensación como sujeto de experiencia; pintando casas aquí en México; repartiendo niños en una camioneta de una escuela. Trabajaba de cualquier cosa para poder pintar y para tener con qué comprar mis telas y colores, pero también para poder viajar un poco y no limitarme”.
Murales reciclables
En la entrevista recordó que a partir de los años 60 realizó 30 murales escultóricos de 100 metros.
“El más conocido posiblemente fue el del cine Diana; casi todos los tenía que hacer gratis porque quién te iba a dar un mural, eso era muy caro, por eso los hice baratos, era cosa de hacerlos sin que costaran, por eso hice mucho arte reciclable de chatarra, de conchas de ostión, de madera de reconstrucción. Toda la basura que me encontraba la reciclaba para hacer un gran mural de grandes dimensiones. Tenía obreros, mis ayudantes que yo les enseñaba, pero de repente nos fallaba y no teníamos para la raya de la semana y corriendo pues vete al monte de Piedad a empeñar la soldadora”.
Para realizar sus obras monumentales, contaba que en esa época empezó a hacer figuras de fierro, animales y deportistas, cuando fue la Olimpiada de 1968.
“Prácticamente el taller se mantenía con artesanía que se vendía en las tiendas de artesanías y que todavía andan por ahí vendiéndose”.
Después consiguió trabajo de maestro y como docente de la UNAM, con lo que pudo vivir de dar clases y no de vender cuadros, lo que le permitió seguir pintando y crear obra pública.
Durante el encuentro con Avelina Lésper dijo una frase que quedará para la posteridad: “Mi lucha es por ser absolutamente libre en el momento en que trabajo, no importándome nada, ni nadie”.
PCL