Hacia 1997, Juan Villoro escribió el libro Manuel Felguérez, el límite de una secuencia. En febrero de 2016, Villoro participó en una ceremonia en la que se le hizo entrega de la Medalla Bellas Artes al artista, ahí definió a Felguérez como “una maravillosa persona, cosa que no siempre ocurre: una de las gentes más generosas y vitales que he podido conocer, es un verdadero regalo estar cerca de Manuel Felguérez, lo saben sus alumnos y lo saben sus colegas. Es un hombre sabio y que ha sabido reinventarse”.
Ahora que empieza el momento de la evocación, el escritor lo señala como “una figura imprescindible de la plástica mexicana, uno de los principales exponentes de la generación de la Ruptura, que en los años 50 y 60 abrieron la pintura mexicana a la modernidad, incluyeron el arte abstracto, y él mantuvo la búsqueda hasta la creación de su museo en Zacatecas, dedicado al arte abstracto”.
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Un creador con caminos múltiples, porque hizo escenografía, obra pública, como el telón del Cine Diana o el mural en el deportivo Bahía y durante un tiempo fue pionero del arte por computadora: incluso, hizo investigaciones en la Universidad de Harvard creando modelos para hacer “combinatorias de imágenes”.
“En una época hizo juguetes y artesanías, que se vendían en bazares de la Ciudad de México y que, muy pronto, fueron imitadas por otros artesanos, al grado que fue un autor plagiado por el arte popular mexicano. Como persona es una de las gentes más sencillas, generosas que he conocida en la vida y él siempre se interesó mucho por la literatura”.
En entrevista con MILENIO, Juan Villoro evocó las relaciones que mantuvo el maestro Felguérez con el mundo literario: con Juan García Ponce, lo que trajo como resultado numerosos textos del escritor sobre la obra de Manuel; su cercanía con Octavio paz o con numerosos escritores y artistas: fue un gran animador de la vida cultural mexicana, incluso, “también fue un arquitecto interesante, porque construyó una casa muy original y muy hermosa en Puerto Vallarta y su propio estudio en Ciudad de México era resultado de su trabajo como arquitecto”.
“Con su fallecimiento, se va una persona absolutamente insustituible, pero queda una obra amplísima, que seguramente seguiremos disfrutando nosotros y los que vengan después de nosotros”, en palabras del escritor.
PCL