Si de verdad tuviera una intención de recuperar la historia y abrirla para conocerla mejor, este gobierno le hubiera dedicado mucho más a los 300 años de dominación española. La república apenas va a cumplir 200 años, el virreinato duró tres siglos y no conocemos realmente qué sucedió en ese tiempo. Para la actual historia oficial, fue un periodo de oscuridad, de explotación y de saqueo, pero hay tantas cosas de ese tiempo que nos definen como mexicanos que es increíble que en pleno siglo XXI ignoremos y pasemos por alto esos 300 años, donde están las claves de lo que somos.
Quieren destruir la memoria histórica de las calles, aunque nadie pasa por Puente de Alvarado maldiciendo a Pedro de Alvarado. ¿Merece ser maldecido? Sí, pero no va a cambiar la historia. Es muy de contentillo esta visión del gobierno de la Ciudad de México, porque si no tendría que quitar el Ángel de la Independencia, el presidente no tendría que vivir en un palacio que fue el símbolo de la opresión durante 300 años, porque allí estuvieron los virreyes; o deshagamos el castillo de Chapultepec, porque allí vivió Maximiliano.
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Hablar de esas cosas es más del discurso político e histórico, más de tonterías y discusiones bizantinas. Tenemos una historia y a un Cristóbal Colón que, para bien o para mal, llegó a América en 1492 y de ahí se desataron mil cambios. Ahora, sin embargo, todo es proindigenista y tiene que ver con la idea del pueblo oprimido, al que ahora vamos a reivindicar con celebraciones.
Nos hablan de la historia dependiendo el régimen
Todos los regímenes buscan establecer una visión propia de la historia. La habíamos perdido con Fox, Calderón y Peña Nieto —creo que Peña Nieto ni siquiera sabía que historia se escribe con hache—. Con Calderón, el bicentenario de la Independencia pasó sin pena ni gloria, en unos años más solo nos acordaremos de la Estela de Luz, porque se entregó tarde y salió en una millonada. Fox y Calderón no quisieron usar la historia para favorecer a sus gobiernos.
Creo que es lógico que los gobiernos utilicen personajes, discursos, una retórica de la historia para avalar su proyecto. Ahora bien, insisto y lo voy a hacer hasta la muerte: eso no es historia. Que te digan “qué cátedra de historia dio el presidente en las mañanas”.
No es cierto: es su interpretación, es sesgada, y que te lo digan los académicos. Cuando te das cuenta cómo llega la historia al discurso político de este régimen, sabes que tiene un fin político total: empatar este momento histórico con las luchas del pueblo de otros periodos; la insistencia en el pueblo bueno como el mismo que se levantó contra la opresión española en 1810.
Por eso para el gobierno de López Obrador la caída de Tenochtitlan y la consumación de la Independencia son tan incómodas. La primera fue debido a la participación de los indígenas y la segunda fue hecha por el fifí de fifís: Iturbide. Van a celebrar la fecha, pero ya verán cómo le van a dar un sesgo para que Guerrero aparezca como el gran consumador. Te apuesto que el 15 de septiembre, el presidente no va a decir “¡Viva Iturbide!”, a pesar de que fue, junto con Guerrero, el consumador de la independencia.
lnb