La mezzosoprano Cassandra Zoé Velasco regresa al Palacio de Bellas Artes para un par de conciertos en los que expone su faceta como intérprete de lieder (canciones) con la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), después de protagonizar en diciembre pasado la ópera Dido y Eneas de Henry Purcell al volver a México tras varios años de carrera con la Metropolitan Opera House de Nueva York (Metopera).
Velasco será la solista en el programa 14 de la primera temporada 2023 de la OSN, bajo la batuta de su director titular y artístico Ludwig Carrasco, en el que interpretará Canciones de Mathilde Wesendonck, de Richard Wagner, en un concierto que incluye Tres preludios para orquesta y Entre sombras anda el fuego, de Blas Galindo; El barco, de Claudia Herrerías, y Don Juan, opus 20, de Richard Strauss.
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Los conciertos serán el viernes 26 de mayo, a las 20:00 horas, y el domingo 28, a las 12:00, en Bellas Artes.
Apenas el pasado sábado 6 de mayo un centenar de afortunados pudieron disfrutar el recital "De sueños, agua y amor" de la cantante en el Museo Nacional de Arte (Munal), acompañada al piano por Érik Cortés, con canciones de compositores franceses como Gabriel Fauré, Claude Debussy, Ernest Chausson, Joseph Canteloube y Francis Poulenc, así como del venezolano-francés Reynaldo Hahn.
Trayectoria
Cassandra Zoé Velasco debutó en Bellas Artes en 2011 con Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, pero hasta el año siguiente hizo un protagónico ahí, como Rosina, en El barbero de Sevilla, de Gioacchino Rossini; de ahí su carrera fue en ascenso hasta llegar a participar en diez producciones con la Metropolitan Opera House de Nueva York, entre las que destacan Iolanta, de Piotr Ilich Tchaikovski, en 2015, con Anna Netrebko; Rusalka, de Antonín Dvořák, en 2017, con Kristine Opolais, ambas transmitidas en vivo al Auditorio Nacional, y Agrippina, de Händel, en 2020, con Joyce DiDonato.
El 13 de mayo de 2016, debutó en el Carnegie Hall como la mezzosoprano solista en la Misa en Do menor, K. 427, de Wolfgang Amadeus Mozart, con The Orchestra Now bajo la batuta de Leon Botstein.
En entrevista, Velasco valora su experiencia con el lied (lieder en plural en alemán) durante su carrera.
Las Wesendonck Lieder son un ciclo de cinco canciones para mezzosoprano compuestas originalmente con acompañamiento de piano por Wagner (después fueron orquestadas) a partir de cinco poemas de Mathilde Wesendonck, esposa del banquero y mecenas Otto Wesendonck, de la que estaba enamorado el compositor. Estas son: Der Engel (El Ángel), Stehe Still! (¡Detente!), Im Treibhaus-Studie zu Tristan und Isolde (En el invernadero), Schmerzen (Penas) y Träume-Studie zu Tristan und Isolde (Sueños).
—¿Por qué eligió esta obra de Richard Wagner, una rareza de este compositor?
A raíz de que el maestro Ludwig Carrasco me invitó a participar con la OSN, hubo un proceso de planeación. Y coincidió con el 210 aniversario del natalicio de Wagner (22 de mayo de 1813-13 de febrero de 1883), por lo que nos pareció muy conmovedor presentar una obra con este grado de sensibilidad por parte del compositor. Las Wesendonck Lieder, las canciones escritas para Mathilde Wesendonck, tienen un grado emocional muy, muy grande para mí, la poesía que guardan, la sutileza con la que están hechas, me parecen un reto enorme como cantante, porque ¿cómo transmitir el amor a través de la voz humana? Esa es mi misión. Cuando yo cantó las Wesendonck Lieder, mi misión es traducir cada una de las palabras que están escritas en los poemas que escribió Mathilde y tratar de unir el sonido con esas ideas. Es una obra bellísima, llena de colores, de texturas y posibilidades vocales, que me llena de emoción cantarla con la OSN y —¿qué más puedo pedir?— en el Palacio de Bellas Artes. Me genera mucha ilusión y estoy profundamente agradecida con el maestro Ludwig Carrasco por esto.
—¿Cómo ha sido su relación profesional con la lied?
Desde que mi carrera se inició, en su etapa más formativa como cantante operístico, las lieder siempre estuvieron en mi repertorio. Sí recuerdo a mis maestros poniéndome canciones de Schumann, Mahler, Strauss, Brahms… Este repertorio siempre formó parte de mi lista que presentaba a nivel académico pero también en audiciones y demás. La lied está en la lista de repertorio que tienes que poner incluso para los concursos nacionales, así que los cantantes siempre estamos cercanos a esto. Además de que uno descubre al adentrarse a la música de concierto, que transmiten el clímax musical que busca el compositor. Y eso es un gran reto, porque en los ciclos vocales tienes cinco canciones, cada una con sus respectivos clímax, energía, y el cantante debe tener la capacidad de moverse en grados de emotividad, de fuerza, de estilo.
En mi experiencia personal, no encontré el verdadero sentido de la música de concierto hasta que mi instrumento fue técnicamente libre. Cuando era joven, recibía muchas instrucciones de mis maestros sobre cómo abordar la música de concierto, pero no lograba el objetivo real. Hasta hoy en día encuentro esta libertad vocal y expresiva que quiero. Por eso es que yo disfruto canciones como las de Mathilde Wesendonck, porque cada una tiene una historia muy profunda, muy grande. Y cuando nos adentramos en la razón del por qué de estas canciones y descubrimos este enorme entre sus dos protagonistas, surge la magia, y es mucho más sencillo como cantante y como artista, el poder adentrarnos en la historia, la emotividad y la raíz de estas canciones.
—¿Cómo se siente en México con este género? ¿Cuál es el repertorio en que mejor se acomoda?
Me he dedicado el último año a hacer un rescate, una investigación de toda esa música de concierto que más conmovedora me parece. Tengo un programa de música francesa de concierto, en el que si bien presentó algunas canciones muy conocidas de compositores que ya son clásicos en ese tipo de recitales de música francesa, como Reinaldo Hahn, Gabriel Fauré y demás, también presento algunos compositores que no son tan famosos. De Joseph Canteloup, por ejemplo, presento varias canciones de él. Tienen música preciosa que no ha sido muy explorada y que yo disfruto mucho cantarla. Estoy en proceso del montaje de un recital de música de concierto rusa, Rimski-Kórsakov, tengo mucho de él, Rachmaninov, también. Me ilusiona muchísimo utilizar mi voz en todo este repertorio. Más que nada estoy en un proceso muy curioso de investigar qué puedo hacer con mi instrumento y disfrutarlo.
En cuanto a ópera, siempre me consideraré una mezzosoprano belcantista, sigo cantando repertorio de agilidad, en este momento es más de mi preferencia una agilidad o repertorio belcantista más serio, me siento particularmente cómoda con Donizetti, con la coloratura. Me vienen muy muy bien vocalmente Bellini, Mozart. Y siempre he tenido una preferencia particular por el repertorio francés, he seguido redescubriendo en un instrumento un tanto más maduro, por ejemplo, la Charlotte (Werther) de Massenet, la Carmen de Bizet, que son roles que ya he cantado pero que los hice cuando mi instrumento era más joven. En eso estoy: básicamente disfrutando mi voz en lo que se me venga presentando, nunca he sido una cantante que se quede en la caja.
—Después de sus presentaciones con lieder ¿Gusta el género al público mexicano?
La música de concierto, la canción, es muy gustada por el público mexicano. En este año me he estado desarrollando más que nada en el recital, y los que he presentado no han sido particularmente simples, he presentado piezas que tienen cierto nivel musical y densidad que podrían asustar a cierta audiencia. No obstante, la respuesta ha sido extremadamente positiva. Me he encontrado con una audiencia mexicana muy ávida de escuchar las historias de estas canciones, de escuchar el por qué, las anécdotas, el chismito del por qué fueron escritas. Le gusta mucho al público mexicano que el artista que está presentando estas canciones dé una explicación clara del por qué hace la elección o el por qué de la canción. Eso es un proceso de retribución a nuestra sociedad para atraer y generar nuevo público que se acerque a las voces clásicas. Ese ha sido como un proyecto muy importante para mí, el acercar a la gente a lo que nosotros hacemos, y que se vaya perdiendo el miedo a la música clásica. La música de concierto francesa, alemana, tienen además unas canciones tan sencillas, tan conmovedoras, tan dulces que la gente sale muy contenta, muy satisfecha. Siempre se puede lograr muchísima calidad.
—¿La lied será un género permanente para usted o es temporal en su carrera?
Sí, definitivamente. El seguir abordando música de concierto es una de las misiones más grandes que tengo, y ha sido un proceso que he venido disfrutando muchísimo. Venía de una temporada completamente enfocada a cantar ópera y solo ópera. Y ahora que se me está dando esta enorme oportunidad de estar explorando más la música de concierto, me siento completamente cómoda y conmovida. La riqueza que ofrece este repertorio es inexplicable, como artista se disfruta el triple, me atrevo a decir, y me obliga a ser mejor intérprete, mejor cantante, mucho más técnica, mejor artista, mejor a la hora de comunicar y de establecer el vínculo con la audiencia que me acompaña a los conciertos. Tengo la esperanza de que se sigan abriendo espacios donde yo pueda presentarme con estos recitales que tengo en este momento. Qué mejor si es como ahorita con la OSN y con una obra que tanto me gusta, como son los Wesendonck Lieder, que los había presentado también en el Palacio de Bellas Artes hace ya bastantes años (2013), pero con orquesta de cámara, también lo hice en México con la Filarmónica de Jalisco, hace muchos años (2013), y los he hecho en el extranjero en su versión a piano. Sí, estoy muy feliz y agradecida con este repertorio que me ha acogido de manera tan linda.
—Vuelve a México, a Bellas Artes y con la OSN. ¿Cómo asume el reto después de varios años de experiencia con la MetOpera en Nueva York?
Cualquier teatro o espacio donde me presento merece todo mi respeto, entrega y compromiso vocal y artístico. Recientemente me presenté en Bellas Artes donde tuve el enorme privilegio de interpretar a Dido, en Dido y Eneas, y fue un gusto indescriptible el estar nuevamente en casa, el estar rodeada de colegas fenomenales, encontrarme con una Ópera de Bellas Artes perfectamente estructurada con directivos, con una cabeza muy clara sobre cómo llevar los programas y cómo guiar la ópera en el país. Me pareció muy satisfactoria la experiencia. Y ahora que me presento con la OSN espero que sea el inicio de prontas colaboraciones haciendo todo tipo de repertorio. Cualquier espacio en el que se nos permita cantar y llevar nuestro arte y contribuir un poco con la alegría de nuestra audiencia y en crear una sociedad más empática, más sensible, más artista, donde el arte no se tome como privilegio, sino como una necesidad social, ahí voy a ser yo feliz y pondré lo mejor de mis capacidades. Esa es una de las bellezas de dedicarse al arte: hacemos lo que más amamos pero siempre existe la posibilidad de que toquemos otra vida y cambiemos esa vida. Yo lo viví por experiencia propia, el arte cambió mi vida.
PCL