Hace un par de años, el presentador y comediante neoyorquino Jimmy Kimmel salió a las calles con un mapamundi para indagar el nivel de conocimiento geográfico de los estadunidenses. Los resultados no hicieron sino validar una creencia que se ha mantenido en el imaginario internacional: no les interesa nada que esté allende sus fronteras.
Más allá de las generalizaciones, hay quienes se han dado a la tarea de explicar, y con ello explicarse a sí mismos, lo que hay fuera de la Unión Americana, con un interés no exento de crítica y, siempre, con la idea de vincular sus historias con la vida y la política estadunidense. Uno de estos personajes es Jon Lee Anderson.
Para este californiano de 63 años, la curiosidad ha sido fundamental en su labor periodística, pero en especial la necesidad de contar tanto lo que sucede en el ámbito político latinoamericano como en los conflictos militares en distintas partes del planeta.
Autor de títulos como Los años de la espiral. Crónicas de América Latina (Sexto Piso/ UANL), Jon Lee Anderson también ha escrito perfiles de personajes como Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet, Juan Carlos I y Hugo Chávez… Y se ha distinguido como viajero infatigable y observador agudo de nuestra realidad como lo muestran sus trabajos en medios como New York Times, Financial Times, The Guardian, Le Monde y The New Yorker.
¿Qué has podido comprender de América Latina después de tantos años de visitarla y contar lo que sucede en ella?
Lo primero que diría es que jamás me he presentado, ni me considero, un experto de nada, sino alguien que sigue aprendiendo y le gusta aprender. En ese sentido, América Latina ha sido una gran aula para mí.
América Latina se define por ser el nuevo mundo, es el gran sincretismo de todas las razas y culturas del mundo, sigue siendo el lugar de ebullición y efervescencia: es un lugar en donde se producen cambios y está en un proceso volátil y dinámico de evolución. Su historia no es algo consolidado, ni muerto, sigue formándose y eso es parte de su gran atractivo. Es una región donde todos los siglos anteriores siguen siendo parte del presente.
No es como ir a Dinamarca o a Suecia, donde todo está hecho. América Latina está en formación y eso tiene un aspecto muy emocionante, con su lado positivo y negativo. Si he aprendido algo es eso: que no es (un lugar) estático, y saber eso me hace entenderlo mejor.
En tu trabajo periodístico, ¿cómo ha sido la relación con México?
México es, para mí, una esfinge. Tiene una cultura muy propia, hasta cierto punto hermética. Diría que es el país que menos conozco, es muy difícil conocerlo a fondo. En mi esfuerzo para entender el lío mexicano frente a Trump, que es lo que me empeñé en hacer a partir de 2017, confirmé que no era sencillo conocerlo: México es profundo, suena como un cliché, no soy el primero en decirlo, pero quizá fue el país con el que más me esforcé para comprender lo que estaba viendo en el presente. Me resultó enriquecedor, me encantó, pero no fue fácil hacerlo.
No sé si uno llega a otros países con la idea de que ya los conocemos. México tiene algo en particular que siempre me ha resultado elusivo, quizás sea porque algunas culturas viven a flor de piel, mientras el mexicano tiende más a sumergirse.
Después del retrato que ofreces de López Obrador en tu nuevo libro, ¿ha cambiado de alguna manera tu percepción sobre el actual presidente mexicano?
Como persona me cayó bien, es un tipo que sabe de historia, socarrón, de buenas maneras, es un gran interlocutor. Como presidente me han decepcionado aspectos de su comportamiento, como su insistencia en intentar dominar el discurso mediático, cotidiano, con sus mañaneras, me parece innecesario y peca de populismo, aun cuando tampoco considero que sea el mismo tipo de populista que (Jair) Bolsonaro, presidente de Brasil, o Donald Trump; no es malévolo como Trump ni patán como (Nayib) Bukele, presidente de El Salvador, por eso me decepciona que, algunas veces, su comportamiento lo ponga de ese mismo lado.
¿Qué papel ha jugado la política en estos tiempos de pandemia?
Los populistas son los que más irresponsablemente han tratado la llegada de la pandemia a sus países y han demostrado aspectos irracionales: han jugado políticamente con su propia población y con la vida y la muerte de sus ciudadanos: algunos más burdos, como la actual presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, quien dice “Dios nos salvará”. Esa no es la respuesta ante una pandemia, eso es propio de un predicador de barrio.
Lo interesante de la pandemia es que ha desnudado al emperador, nos demuestra todo. Nada queda en lo privado después de la pandemia. En nuestras casas, las verdaderas caras salen… si tienen una ética moral lo han demostrado quienes no ha abordador la pandemia con ligereza.
Vivimos tiempos de incertidumbre ante una crisis que tiene varias formas, ¿qué es lo que más te preocupa?
El debilitamiento del modelo democrático en un mundo en donde hay poderes autoritarios que buscan consolidarse y adquirir más poder. El disparate de la presidencia de Trump ha puesto en peligro la estabilidad mundial consolidada —con todas sus flaquezas— en los últimos 60 años. Necesitamos, todos, tener muy presente el riesgo de perder esta cosa frágil todavía, elusiva, que es la democracia, que hemos buscado desde hace un par de cientos de años y todavía no hemos consolidado.
A partir de ahora (ojalá gane Joe Biden), a duras penas podemos volver a construir algo que asemeje a la estabilidad ante los grandes riesgos que tenemos en el mundo, comenzando con el cambio climático. Esa es mi mayor preocupación: la precariedad de la democracia, porque solamente con democracia lograremos salvar al planeta, no hay de otra. A mí no me importa (si una sociedad) está un poquito más a la izquierda, un poquito más a la derecha, esos son lujos, como el color de la cinta con que atas un paquete. Sinceramente, en lo personal prefiero la socialdemocracia porque quisiera ver un mundo más equitativo, me produce roña ver que Jeff Bezos tiene más de 150 mil millones de dólares (179 mil de acuerdo con la más reciente lista de Forbes) y no da ni un penique a la sociedad; que los ricos no paguen impuestos me parece una ofensa terrible. Esas cosas me llevan a creer que el modelo socialdemócrata, como el que tienen algunos países de Europa, es el mejor, quizá sea muy utópico para algunos países, pero son las sociedades más equitativas que conozco y creo que deberíamos tratar de ir acercándonos a algo así. También, en conjunto, deberíamos tomar decisiones para fortalecer instituciones como Naciones Unidas, que ahorita está por los suelos, a las que necesitamos urgentemente para salvar el planeta.
¿Estamos en problemas como sociedad?
Estamos en un limbo, por eso consideré que Los años de la espiral podía ser un libro muy importante, porque realmente ha sido coyuntural. Han sido años decisivos, al tiempo de desconcertantes, y no es que América Latina no haya evolucionado, pero todo ha sido cíclico. La rueda nos ha llevado un poco atrás para ver a los militares como los nuevos timoneles de estas democracias estrambóticas, corrompidas, inestables, violentas. Y ahora está la pandemia.
PerfilJon Lee Anderson
PeriodistaNació el 15 de enero de 1957 en California. Especialista en Latinoamérica, ha cubierto conflictos bélicos en diversas partes del mundo y escrito perfiles de personajes de la cultura y la política. Es autor de libros como Che Guevara: una vida revolucionaria, La tumba del León: partes de guerra desde Afganistán, La caída de Bagdad y, el más reciente, Los años de la espiral. Crónicas de América Latina.
Frases
“América Latina es el gran sincretismo de todas las razas y culturas del mundo, es el lugar de ebullición y efervescencia”“Durante la pandemia, los populistas han jugado políticamente con su propia población y con la vida y la muerte de sus ciudadanos”
“México es, para mí, una esfinge. Tiene una cultura muy propia, hasta cierto punto hermética. Diría que es el país que menos conozco”
Clave
Los años de la espiral
En el prólogo de Los años de la espiral, el periodista estadunidense explica el contenido de su libro, en el que habla de los peligros del cambio climático, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y la situación actual de América Latina, con su ola de corrupción. En la década que comienza en 2010, después de años dorados para la izquierda, escribe Lee Anderson: “hemos visto la llegada de actores nuevos, incluyendo populistas de derecha como Jair Bolsonaro, Nayib Bukele y Jeanine Añez, y una preocupante degradación política por toda la región, acelerada por el viraje radical en la política de los Estados Unidos, cuando terminó la presidencia de Barack Obama y llegó el demagogo Donald Trump. En un principio la excepción a esta tendencia parecía ser Andrés Manuel López Obrador, un izquierdista tradicional quien llegó al poder en México en la era Trump, pero una vez en la presidencia, ha optado por un papel inusual con aires de gurú místico, algo más Khalil Gibran que Hugo Chávez, digamos, con un comportamiento de papá sabelotodo hacia sus ciudadanos y de apaciguamiento hacia Trump”.
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