El filósofo, historiador, humanista y lingüista Miguel León-Portilla (México, 1926-2019), cuyo sueño eterno será que los pueblos indígenas —sus lenguas y culturas— sean valorados y reconocidos en su justa dimensión, falleció ayer de 93 años.
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La UNAM informó del deceso y calificó al académico de “ilustre universitario, humanista, maestro de maestros, y doctor honoris causa de esta casa de estudios”.
El presidente Andrés Manuel López Obrador envió condolencias a la familia y aseguró que el historiador fue “un férreo defensor de las culturas originarias”.
Su esposa, la escritora Beatriz Gutiérrez Müller, también lamentó el fallecimiento. “Lo siento mucho. Qué erudición tenía, qué compromiso tan grande con la cultura mexicana y qué alegre era”.
El secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, señaló que el historiador fue “una de las cumbres intelectuales de nuestro país”, mientras Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, sostuvo que el trabajo del académico dio “voz a los vencidos”.
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León-Portilla también recibió la medalla Belisario Domínguez en 1995 y desde el 23 de marzo de 1971 era miembro del Colegio Nacional.
León-Portilla estudio la lengua y literatura nahuas con una energía inagotable y una profundidad de entendimiento poco común, de ahí que la Biblioteca del Congreso de EU le otorgó en diciembre de 2013 el Premio Leyenda Viva.
Sin embargo, el mayor reconocimiento fue el mote de El gran tlacuilo de la lengua náhuatl, pues así se conocía a la persona que pintaba o escribía jeroglíficos, ideogramas y pictogramas en el antiguo México.
Alumno del padre José María Garibay y sobrino de Manuel Gamio, León-Portilla decía: “Si me preguntarán ¿qué cree haber hecho en la vida? Respondería: ‘tengo 90 años, puede ser que viva uno, cinco o 10 años más, no muchos más porque creo que empezaría a desvariar... Pero puedo decir que he tenido el privilegio de ser portavoz de la palabra, la imagen y pensamientos de los antiguos mexicanos ¡eso ha sido mi vida!’”.
León Portilla es autor de Visión de los vencidos (1959), el catálogo de testimonios y pinturas que describen el impacto que tuvo la Conquista en la cultura náhuatl. “Puse este título a la obra para contradecir la idea de que solo los vencedores escriben la historia”, decía.
Se trata de un libro del que se han publicado más de un millón de ejemplares y ha sido traducido a más de 20 idiomas, como ruso, inglés, japonés, alemán, francés.
“Lo que más me interesaba en la vida es seguir luchando codo a codo con los pueblos indígenas, con los pueblos originarios, en defensa de sus lenguas y cultura: la raíz más honda de México, nuestra gran riqueza. Por eso escribí el poema Cuando muere una lengua”:
Cuando muere una lengua,
ya muchas han muerto
y muchas pueden morir.
Espejos para siempre quebrados,
sombra de voces
para siempre acalladas:
la humanidad se empobrece.
JUVENTUD ACUMULADA
León-Portilla fue integrante de El Colegio Nacional. Electo el 9 de diciembre de 1970, ingresó a la institución el 23 de marzo de 1971 con la conferencia “La historia y los historiadores en el México antiguo”, que fue contestada por Agustín Yáñez.
En el calmécac (escuela para hijos de nobles mexicas) de Ciudad Universitaria, el tlacuilo pasó casi toda su vida. Fue docente de la Facultad de Filosofía, director del Instituto de Investigaciones Históricas, miembro de la Junta de Gobierno e investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas.
Disfrutó siempre de la docencia, que es la manera más noble de compartir el conocimiento, al grado de que afirmaba que daría clases hasta el último día de su vida: “No quiero jubilarme nunca y creo que tengo derecho a hacerlo como profesor emérito”. Y en cada oportunidad expresaba su orgullo de pertenecer a la UNAM.
También rechazaba que tuviera tantos años, sino que la juventud se le había acumulado.
LAMENTABLE SITUACIÓN
A León-Portilla también le preocupaba la situación de violencia en el país. Aseguraba que nunca había visto al país tan convulsionado como en el sexenio pasado.
Citando a López Velarde, decía que la Suave Patria era un territorio mutilado: “Somos riquísimos, pero debemos aprender y aprovechar nuestra cultura”. Se refería a las expresiones de las comunidades de todo el país y a los 11 mil kilómetros de litorales y costas que tiene México.
Previo a las elecciones de 2018, sostuvo que “los candidatos deberían aprobar un examen de historia. ¿Todos los dirigentes conocen México? ¿Conocen su geografía? ¿Saben cuántos kilómetros cuadrados tiene? ¿Cuántos kilómetros de costa? No tienen ni idea. Entonces, ¿cómo nos gobiernan? Por eso así nos va”.
Tras su muerte, los que saben deberán escribirle un teocuícatl o himno a este gran defensor de las lenguas indígenas.
nerc