Amante de la lectura, de la mitología, de viajar, de tocar la marimba, de tomar fotografías y, de los animales,emprendió una gran aventura literaria, Mira inició este libro como una tarea escolar cuando tenía 10 años; representó en el salón de clases hasta un sacrificio como lo hacían los mexicas de acuerdo con su cosmovisión, después se transformó en un ensayo que le encantó al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, la máxima autoridad en el estudio e investigación de la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Esta gran aventura terminó en una novela llena de fantasía, pero en la que respeta las tradiciones, costumbres y rituales de la cultura hegemónica de Tenochtitlan.
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“Desde chiquita me gusta leer, y he escrito cuentos. Empezamos a escribir esta novela que nació como un juego, ni siquiera pensábamos en publicarla, pasó el tiempo y comenzamos a documentarla con la finalidad de que la gente se acercara más a la historia; mi deseo es que las escuelas intenten acercar a los niños al conocimiento de la historia. Este libro lo logra a través de una manera misteriosa y divertida”.
Lo que las motivó a dar el paso definitivo fueron las palabras del arqueólogo Matos Moctezuma, Premio Princesa de Asturias, y que aparecen en la contraportada del libro:
“¡Qué belleza de relato! Muy bien escrito y con datos verdaderos. Es increíble la manera en que se van engarzando los datos antiguos y los modernos. La imaginación es un verdadero regalo y me sorprende cómo en pocas palabras nos brindan mucho del pensamiento ancestral. El final, inesperado, me hizo emocionarme de verdad”
Ese texto las animó muchísimo entonces decidieron publicar este ejemplar.
Sus personajes
Mira precisó a MILENIO que al escribir este texto, se aseguró de que cada personaje, aunque con ideas parecidas, tuviera su propia personalidad.
“A veces mi mamá indicaba que la protagonista de nombre Yiniza, guiada por su perrita Xolita, tenía que expresar tal cosa; yo le respondía que no, porque eso no era algo que yo diría; de ahí la coherencia para que ese personaje tuviera más desarrollo, fue muy importante”.
Confesó que a su mamá antes no le gustaban los perros, por lo que fue difícil convencerla para tener a Pelusa, que se fue ganando a todos, ahora la doctora ama a los perros y es parte de la familia Harp Grañén, tal como se lee en el libro Xolita en el Templo Mayor.
La novela ubica la historia en el centro ceremonial del imperio mexica donde se viven peligros con inesperados desenlaces.
“Pensé en Pelusa que se transformara en una xoloitzcuintle porque los perros guían a los muertos por el camino de Mictlán, el mundo de los muertos en Mesoamérica, y de alguna forma necesitábamos que alguien nos fuera guiando”.
Lo extraordinario, dice, es que se ha encontrado que personas a las que no les gusta leer, y se han entusiasmado con la trama:
“Me dicen que no lo pueden dejar, que se les hizo muy fácil su lectura, porque les gustó como ningún otro libro; siento que tiene que ver con la narración y la manera de comunicar. Me siento muy feliz con Xolita en el Templo Mayor”.
La doctora María Isabel Grañén Porrúa, destaca que ella y su esposo, don Alfredo Harp, aman a México, por lo que disfrutan de llevar a sus hijos de viaje para que conozcan cada rincón de este país.
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“Un día hicimos una visita al Templo Mayor, porque Mira tenía que presentar un trabajo que resultó un éxito, entonces se planteó escribir algo que ella sienta, y no lo que te obligan en la escuela a aprender: fechas, nombres y lugares que no son significativos. Decidió escribir una historia que fuera cercana a los lectores”.
En esta iniciativa se conjuntaron el rigor académico y de la historiadora, con la gran imaginación de Mira, que es una gran lectora.
“Eso nos ayudó a enriquecer la historia, recurrimos al misterio tipo Sherlock Holmes, ella propuso que el final fuera inesperado. Fue increíble cómo se fue desarrollando todo, con su gran imaginación desbordante”.
La doctora Grañén está agradecida con los tlacuilos zapotecas, Demián Flores y con Sabino Guisu, quienes elaboraron las ilustraciones del libro, así como con la artista española Pía Larramendi, quien realizó la pintura de la portada.
Además, adelanta que ya trabajan en su próxima aventura editorial que aborde la cultura mixteca de Oaxaca.
Alfredo Harp, un padre orgulloso
Don Alfredo Harp, filántropo y dueño del equipo de beisbol Diablos Rojos del México, indica que por tres años fue testigo de cómo fue tomando forma este libro:
“Por un lado escuchando las ideas de la mamá como historiadora del arte, y por el otro, el punto de vista de mi hija, que resultó una escritora muy contemporánea para decir las cosas que muchos no se atreven a expresar”.
El artista Demián Flores, quien en la última presentación del libro, en la Sala Segundo Inning del Museo Diablos, dentro del Estadio Alfredo Harp, mostró su técnica al crear un dibujo en vivo, dice que todas las ilustraciones las hizo en tinta china sobre papel en blanco y negro, para lograr que la imagen fuera mucho más directa:
“Intenté que mis dibujos fueran como un espejo de los elementos prehispánicos, más allá de recurrir a una metáfora, para que los lectores tengan una imagen representativa”.
Las ventas del libro Xolita en el Templo Mayor, editado por Almadía y con el diseño de la portada de Bernardo Cristóbal Recamier Angelini, están destinadas al proyecto arqueológico del Templo Mayor.
evt