Las probabilidades de que Dylan McWilliams sobreviviera a la mordida de un tiburón, de un oso y de una víbora de cascabel, son de 893.35 cuatrillones a uno y, sin embargo, este joven de 20 años que vive en Colorado, ha resistido todo esto en tan sólo tres años.
La semana pasada, Dylan fue a hacer bodyboarding (deslizamiento sobre la superficie o pared de la ola con una tabla de polietileno o polipropileno) en la isla de Kauai, una de las que conforman el archipiélago de Hawái. De pronto sintió que algo golpeaba su pierna.
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“Vi al tiburón debajo de mí, intenté patearlo y estoy seguro de que lo golpeé al menos una vez; luego nadé hacia la orilla lo más rápido que pude”, narró McWilliams.
La herida requirió siete puntadas. Las marcas de los dientes en su pierna son de un tiburón tigre.
Los ataques de tiburón son ocasionales en Hawái, especialmente los del tiburón tigre, comentó George Burgess, del Programa de investigación de tiburones de la Universidad de Florida, “pero de cualquier forma, las probabilidades de ser atacado por un tiburón en aguas de Estados Unidos son de una en 11.5 millones”, añadió.
Para tener una comparación, las probabilidades de que a una persona le caiga un rayo en Estados Unidos son de una en 5 mil. Y mientras los ataques de tiburones llaman más la atención, es más probable que un estadunidense sea atacado por un oso.
McWilliams, quien durante los últimos años ha recorrido como excursionista territorios de Estados Unidos y Canadá, también padeció la mala suerte de ser herido por un oso, algo que tiene la probabilidad de suceder en una ocasión de 1.2 millones.
En julio de 2017, durante una excursión en Colorado, un oso negro lo mordió en la cabeza mientras dormía. Puso escapar picándole el ojo al animal y cuando las autoridades del Parque atraparon al oso, encontraron la sangre de McWilliams en sus garras y tuvieron que sacrificarlo. La herida en la nuca de McWilliams requirió de nueve grapas para cerrarse.
El oso negro norteamericano que ataca a un humano generalmente lo hace porque está hambriento, dice el escritor naturalista Gordon Grice, autor de El libro de los animales mortales y Ataques de tiburón: dentro de la mente de una de los más aterradores depredadores del océano (National Geographic).
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“Estos ataques son muy raros y ocurren usualmente porque el oso ha aprendido a asociar al humano con la comida, pues comen de los recipientes alimentadores de pájaros, los botes de basura o las bandejas de alimento para mascotas”, añadió Grice. Entre 1900 y 2009 sólo 14 personas fueron víctimas de ataques mortales de osos.
Dada la curiosa suerte de McWilliams, acaso ya no sorprende saber que también se tropezó con una serpiente de cascabel mientras estaba de excursión en Utah en 2015. Dice que la mordida contenía poco veneno, así que decidió no ir al hospital, aunque sí se sintió enfermo por un par de días. Las probabilidades de ser mordido por una serpiente venenosa en Estados Unidos, son estimadas en una entre 37 mil 500, mientras las probabilidades de morir en un accidente de automóvil son mucho más aterradoras, de una entre 112.
“McWilliams es uno de los sujetos con peor suerte en el planeta”, dice Burgess. ¿Qué tan desafortunado? Analizando las probabilidades de cada uno de sus accidentes con animales de forma independiente, y luego sumándolas todas, Burgess estima que las probabilidades de que esto le ocurriera son de 893.5 cuatrillones a una.
Dylan McWilliams lo resume al señalar que sólo ha estado en el lugar equivocado en el momento equivocado, y anima a todos a continuar saliendo de excursión y a entrar en contacto con la naturaleza. “Aún voy hago excursionismo, aun atrapo serpientes de cascabel y seguiré nadando en el océano”, dijo en entrevista.
AG