El diamante con las cenizas de Luis Barragán con el que la artista Jill Magid realizó un anillo de compromiso no tiene precio de comercialización debido a que se diseñó con la intención de conducir la demanda de repatriación del archivo Barragán, que fue comprado por el dueño de la empresa suiza Vitra en el 2015, por 2.5 millones de dólares, para obsequiarlo a su prometida.
Cuauhtémoc Medina, curador de la exposición Una Carta siempre llega a su destino, argumentó entonces que las acusaciones contra la artista no tienen fundamento, pues ella no diseñó este anillo que tiene por título La propuesta para tener ventajas comerciales. Este anillo de compromiso, reiteró, no tiene un destino comercial, es decir, no se puede vender y con ello se anula toda la posibilidad de convertirse en mercancía.
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[OBJECT]Medina aclaró a MILENIO que a pesar de la campaña de cuestionamientos por parte de algunos familiares y personajes del ámbito cultural, la UNAM no cederá al chantaje social, por lo que la muestra se inaugurará el próximo 27 de abril en las instalaciones del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, con la presencia de la artista estadunidense.
Si bien la exposición estaba programa para el próximo año, a causa de la polémica generada debido a la exhumación de las cenizas y extracción de 525 gramos que fueron convertidas en diamante, el MUAC decidió adelantar la muestra.
“La trayectoria de Jill Magid es muy importante, no es una artista que se inventó de la nada, y por el hecho de que traía un caso espinoso, nos pareció que era oportuno invitarla. La programamos en nuestro calendario para el 2018, pero al ver que su propuesta artística generó una reacción pública, que en mi opinión fue tendenciosa y muy problemática, decidimos adelantar la exposición, porque era oportuno: tener arte relevante en el momento que es relevante”.
El experto explicó que lo que la intención de Jill Magid fue darle forma artística a la petición social de repatriación del archivo Barragán, que salió de México porque ninguna institución pudo pagar el precio que pedía la viuda de Ferrara, quien fuera socio y poseedor del invaluable acervo.
“Eso demuestra que las instituciones culturales mexicanas no tenemos recursos de adquisición suficientes para disputarle una obra de arte a cualquier corporativo con gran capacidad económica”.
Lo relevante es que a partir de esta polémica en la UNAM se generarán diversas reflexiones alrededor del hecho artístico, la propiedad, los derechos de autor y la comercialización.
RL