El Museo del Telégrafo tiene su sede en uno de los edificios más suntuosos del Centro Histórico de la Ciudad de México. Se ubica en lo que fue el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, el último inmueble que ordenó construir Porfirio Díaz antes del comienzo de la Revolución Mexicana. En este recinto se narra, de forma amena, el desarrollo de las telecomunicaciones de México.
El museo ofrece testimonios de los inicios y usos del sistema de comunicación creado por Samuel Morse; la llegada de la telegrafía al territorio nacional y la era dorada del telégrafo; la historia de Guillermo Marconi, impulsor de la radiotransmisión a larga distancia; la importancia del telégrafo en la Revolución Mexicana y el fin de la era Morse, entre otros temas.
Los visitantes a este sitio descubren, entre otros pasajes de nuestra historia, que el escritor Renato Leduc fue telegrafista oficial de Pancho Villa, debido a que estudió en la Oficina Escuela de Telégrafos. Se darán cuenta también de que el telegrafista era usado como botín de guerra, ya que en una ocasión, cuando Álvaro Obregón iba en tren hacia Chihuahua, Doroteo Arango mandó un telegrama pidiendo que apenas llegara, lo fusilaran.
Sin embargo, el telegrafista Juan Manuel Otero le llevó este mensaje a su jefe, quien ordenó que no se transmitiera, con lo que el destino de Obregón no terminó en ese momento.
Información de primer orden
En entrevista con M2, la directora del Museo del Telégrafo, Norma Fabiola Pita Casco, comparte estos pasajes del pasado de nuestro país, muestra cada rincón de este recinto y adelanta los planes que tiene para darle mayor relevancia y atraer nuevos públicos.
Los telegrafistas, subraya, tenían información de primer orden, como sucedió durante el Congreso Constituyente que dio paso a la Constitución de 1917. Ellos trabajaron activamente enviando información a todo el país: “Cuando se concluyó y firmó la Carta Magna todos pensaban que iban a descansar, lo cual no sucedió, ya que se volvieron a sentar para enviar toda la Constitución de 1917 a cada uno de los estados del país”, evoca la funcionaria.
El Museo del Telégrafo se ubica en lo que fue la Sala de Telégrafos del Palacio de las Comunicaciones, a donde millones de mexicanos acudían a enviar sus telegramas o giros postales, por medio de los cuales se podía mandar dinero. Fue la oficina telegráfica hasta 1992, cuando oficialmente se envió el último telegrama, aunque en otras partes del país se continúan utilizando.
El inmueble destaca por sus suntuosos plafones, en los que Mariano Coppedé pintó alegorías de la comunicación entre el continente americano y el continente europeo.
En su exterior, detalla Pita Casco, luce una placa que indica que “en esta calle estuvo la Iglesia de San Andrés, en donde fue embalsamado el cadáver de Maximiliano de Habsburgo en 1867. Catálogo de la Inspección General de Monumentos Artísticos e Históricos”.
Lo que viene
En noviembre de este año, cuando se cumplirán 15 años de la fundación del Museo del Telégrafo, se ofrecerá un programa de actividades alrededor de las telecomunicaciones, para que los asistentes descubran lo grandioso del universo que abarcan, adelanta Norma Fabiola Pita Casco.
“Próximamente lanzaremos una convocatoria para invitar a las personas que hayan trabajado aquí, para que nos envíen sus fotografías del Salón del Telégrafo, con el objetivo de montar una exposición itinerante en las diversas oficinas que hay a lo largo del país”.
El espléndido edificio del Museo del Telégrafo es propicio para presentar su acervo, así como para poder realizar visitas guiadas, que en un futuro próximo, serán dramatizadas con la intención de envolver al público en la historia que aquí se resguarda, explica la directora.
Gracias al apoyo de la maestra Rocío Mejía Flotezu, directora general de Telecomunicaciones de México (Telecomm), apenas la contingencia sanitaria impuesta por la pandemia del coronavirus lo permita, se ofrecerán talleres infantiles los fines de semana. “En estos talleres iremos abordando la historia del telegrama, para que ellos conozcan cómo han ido evolucionando las comunicaciones que tenemos ahora”, afirma Pita Casco.
Para darle mayor vida a este espacio, desde el miércoles pasado se empezaron a programar conciertos en el marco del programa Noche de Museos.
En breve, anunció, se contará con la colaboración de los concertistas del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. “Ya hablamos con la Coordinación Nacional de Música y Ópera y será una realidad, dado que el edificio cuenta con una buena acústica, y cumple con los protocolos de contingencia”.
Origen y destino
El impulso al telégrafo se registró en la época de Porfirio Díaz, cuando se empezó a invertir y se instaló infraestructura. En 1904 se inició la construcción del Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas. Este medio de comunicación fue muy útil durante el levantamiento armado de 1910.
Con la construcción del Palacio de Comunicaciones, Porfirio Díaz quería demostrarle al mundo la grandeza de su poder y el progreso de México en ese momento. De ahí que mandara edificar este palacio con los mejores arquitectos y artistas.
El Museo del Telégrafo se erige en Tacuba, una de las calles más antiguas del Centro Histórico, que antes se llamaba San Andrés. La entrada es por Xicoténcatl, frente a las instalaciones que por años ocupó el Senado de la República.
Pita Casco indica que cuando estaba en operación la oficina telegráfica “lucía mostradores de mármol, y al centro de la sala, la cerecita del pastel eran unas mesas de mármol negro en las que los usuarios podían recargarse para escribir los mensajes que querían mandar por medio de un telegrama. El personal les facilitaba hojas sobre las cuales se escribían mensajes breves, pues el servicio se cobraba por palabra”.
En 1992, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, se envió oficialmente el último telegrama. El inmueble se convirtió en museo de sitio, donde se da cuenta de la historia de las telecomunicaciones de México, empezando por el telegrama, pasando por el teléfono hasta llegar al satélite.
“Los telegramas son como los tatarabuelos de Twitter porque se tenían que cuidar muy bien el número de palabras”, sostiene la funcionaria.
Xóchitl Medrano Salgado, coordinadora de exhibición del Museo del Telégrafo, explica que no cualquier persona es telegrafista. “Es una profesión que se lleva en la sangre y que se puede heredar. No solo se necesita una buena memoria, se requiere de una buena coordinación y un excelente oído. Una vez aprendidas las letras, se debe saber pulsarlas, así como descifrarlas y enviarlas de forma veloz”.
¿Quieres ir a conocer el museo?
Ubicado en Tacuba 8, con entrada por Xicoténcatl, el Museo del Telégrafo está abierto a visitantes de martes a domingo de 11:00 a 17:00 horas. Entrada libre.
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Algunas piezas imperdibles
El telégrafo electromagnético fue el primer medio de comunicación a distancia.
El transmisor de chispas apagadas era el medio de comunicación del General Francisco Villa.
El transmisor telegráfico de Hughes permitía enviar mensajes por medio de un dispositivo de 28 teclas, ordenadas al estilo de un piano, a una velocidad de hasta 30 palabras por minuto.
Réplicas de los satélites Morelos 3 y Bicentenario, uno de los sistemas más avanzados del mundo para impulsar los servicios de telecomunicaciones.
bgpa