Procedente de un barrio de Tijuana donde las oportunidades para superarse son escasas — "Estaba destinada a trabajar en la maquila" —, hace años Nidia Barajas retó al destino con su guitarra, sobre todo tras dos tragedias que cimbraron su vida: "Pierdo a mi bebé y mi matrimonio".
Un dolor profundo que aligeró convirtiéndolo en canciones, que años después la tienen en otras coordenadas, más animada y acompañada. Aspectos que se comprobarán en su próximo show, la presentación del disco Libre e incendiaria en el Multiforo Alicia, mítico laboratorio creativo que se erige en el corazón de Santa María la Ribera. Una "segunda casa", dice en entrevista con MILENIO.
Para este concierto, fechado para el sábado 8 de noviembre, la artista nacida en diciembre de 1980 contará con invitadas que, más que colegas, son amigas: Nina Galindo, "referente muy importante desde antes que me dedicara a la composición"; Zeiba Kuicani, "compositora que conocí hace unos 5 años y nos hemos hecho muy amigas, aprecio mucho su trabajo"; Obeja Negra, "a quien tengo 13 años de conocer, de caminar y acompañar en la lucha"; Vivir Quintana, "maestra que conocí hace 8 años y desde entonces admiro cómo crece"; y Mint Parker, "la conocí hace poco y toca increíble".
"Me tiene conmovida concretar este evento con mujeres tan importantes, que no solo nos vemos en el escenario, con ellas me junto para tomar café, desayunar, echar el mezcal. Son realmente mis amigas — expresa a través de una videollamada—. Las morras nos podemos ver, juntar, disfrutar el brillo de la otra. Eso me tiene muy sensible. Mi trabajo es un testimonio real de lo que una red de mujeres puede lograr".
Su trabajo: llevar su música a 22 estados del país, a Centroamérica y Europa. Ser integrante del dúo Makila 69. Lanzar discos como EnCanto y ceniza (2012) y Lindo fracaso (2024). Cantar sobre lo que ve y siente. Por mencionar algunos cauces sonoros.
Y su pasión: "Sostener y mantener una flama: la del arte, la rebeldía y la rabia".
— Nidia, ¿por qué haces música?
Crecida en una frontera violenta, llegó un momento donde dije: '¿Qué más hay?'. Era una voz dentro de mí llamándome todo el tiempo. Cuando me encuentro con la música, me hace enfrentarme a esta parte donde no solamente soy una obrera o un producto que puede ser beneficiado o aplastado por el capitalismo; a esa rebeldía, esa rabia de saber que las cosas no estaban bien. Darme cuenta que tengo una voz es una responsabilidad muy grande, pero estoy al servicio de las letras, soy un vehículo de esto que tiene que pasar, que se tiene que decir. Es obedecer mi voz.
— ¿Sientes que tienes una responsabilidad con quien te escucha?
Mi responsabilidad es con la palabra. Nunca me he puesto a escribir para impresionar a la gente ni para que les guste, no son cosas que están en mi cabeza. Para mí, lo más importante y el reto es conectarme con la palabra. Amo la palabra. Amo la escritura porque me ha salvado la vida. Entonces, no estoy pensando en lo que el escucha quiere, la verdad eso ya me parece muy fácil: la música está sobrepasada del mismo tema, solo le cambias las letras o el orden. Yo quiero otra propuesta, que es la responsabilidad de utilizar algo tan hermoso como la poesía junto a la música. Primero quiero cumplir con lo que traigo adentro y, si de ahí puedo compartir con los demás, ya es un regalo.
— ¿Qué te viene a la cabeza cuando piensas en Tijuana?
Estoy bien desconectada, solo me sostiene la conexión con mi familia. Voy seguido, pero creo que la escena musical no me considera... nadie sabe las cosas que he hecho más que mis amigas y amigos, pero no es una ciudad que sostenga mi trabajo, que lo avale o apoye. También por eso me fui.
Es una frontera hecha para sedar a la banda, de 'Aquí no pasa nada, pásala bien, métete lo que quieras, puedes consumir cuerpos de mujeres'. Pero ves mucha miseria. Es algo que viví y de repente me tuve que abortar a mí misma porque tenía algo que decir. Es mi origen, pero, ¿cuál es mi origen? Si mi mamá es de Chihuahua y mi papá de León. Tengo una relación de amor/odio con Tijuana. Hay cosas que me parecen chidas, pero siento que la arquitectura social de ahí es estar sedado y cosificar a la banda. No me gusta, no me hace sentido.
— ¿En que momento musical te encuentras? ¿Te consideras creativamente madura?
Una nunca acaba (de aprender) y eso es algo que me encanta de la música, porque puedo no aburrirme. Pero también he tenido un camino arduo porque no soy de conservatorio, he aprendido en la calle. Soy estudiosa, pero nunca me he sentido avalada como música. Un día estaba en Francia y no sabía qué hacer, porque aunque estaba en casa de unos amigos y tenía dinero para moverme, lo que nunca me había pasado en México, no sabía si irme a España. Entonces un amigo, que me grabó el disco de Bruselas, me dice 'Escucha el disco' y ahí dije 'Qué chido toco la guitarra'. He aprendido a descubrir y abrazar ese sonido, que me parece característico, ya se sabe que soy yo. Y eso no ha sido con otra pretensión más que comunicarme.
— En lo inmediato, ¿cuál es tu meta creativa?
Tengo más de 70 canciones, porque son una loca de estar componiendo, y no había tenido la oportunidad de producirlas. Después de este disco, estoy haciendo otra producción con Daniel Reveles, un amigo de Tijuana con el que he trabajado muchas veces. Estamos yendo a León, a grabar en el estudio Testa, y la preproducción es con Todd Clouser. Ha sido una experiencia bonita. Me urge dejar el registro que estas canciones existen.
— ¿Y cómo te manejas en redes? Principalmente en las plataformas de música.
Justo se me acaba de agotar mi suscripción con la distribuidora, el mes pasado. El año pasado no pude cobrar mis regalías porque me cambié de distribuidora y este año solo me llegaron 10 dólares; tengo 800 oyentes mensuales, banda que está 'pagando' por mi trabajo, pero no me está llegando.
En lo material, ¿qué es lo que estoy recibiendo? Me puse a reflexionar sobre la ilusión que generan las plataformas, de ‘Aquí es, aquí todo mundo te va a escuchar, aquí te vas a hacer famosa’. Y me di cuenta que no estaba funcionando. Tranquilamente dije 'Quien quiera comprar mi música, que me compre directo'. No pensé que fuera a ser un tema tan importante, pero de ahí empezó a escribirme mucha gente. Entonces, desde que hice ese anuncio he vendido más discos y más boletos para mis conciertos.
— Dentro del camino como artista independiente, ¿cuál ha sido tu mayor sacrificio?
Te das cuenta que no vas a tener casa o seguro social. Hay días en que me pregunto '¿Cómo voy a morir?', pero esto es; no estoy dispuesta a dejar de tocar la guitarra ni cantar lo que siento solo por una seguridad de mi vejez o de donde voy a vivir. Asumir que puedes… no sé si me explico, pero... sé que no voy a morir en la calle. Es recordar que tienes una red, tienes amigas que siempre van a estar para ti. Ahorita vivo con mi compañero, pero si en un momento algo pasa no tengo a dónde ir; el no tener esa seguridad o si me accidento. Esa es la paga, pero no importa, asumo lo que venga porque también, el que esté precarizada, no es asunto mío, es asunto del sistema. Voy a asumir el costo de mis decisiones, porque soy una soñadora, y creo que las cosas pueden cambiar.
— Hay gente que ve a la música como trabajo, hobbie o bálsamo. ¿Tú cómo la interiorizas?
Toda la vida me pensé borrosa, que no era buena en nada. Vengo de una familia de atletas y yo no soy buena para eso, entonces no había algo donde me sintiera bien. Pero cuando encuentro la música ya no necesito nada más. Es mi presente: todo lo que hago, todo mi ser, todo me mueve a estar en ese momento donde estoy creando, cantando o componiendo. Se ha convertido en mi propio movimiento y me ha dado todo; de salir de Tijuana. De perder una hija, de perder mi matrimonio, de estar perdida, mis canciones me llevaron a Europa, me acompañan, me levantan, me dan el sustento, me divierten. Así la tripeo en mi vida.
hc