El sexenio anterior, ya hemos escrito en estas páginas, erosionó el ecosistema cultural de manera profunda y grave. Desde la institucionalidad, por aterrizarlo al teatro, la Coordinación Nacional de Teatro del Inbal pasó de ser una gloriosa productora de obras teatrales a convertirse prácticamente en una programadora de espectáculos (vía convocatoria) con convenios de taquilla para las compañías aventureras que optaban, desesperadas, ante tan desventajosa opción.
Es verdad que esa pérdida de vocación de la Coordinación venía ocurriendo desde tiempo atrás pero fue con la gris gestión de Daniel Miranda donde se hizo ya evidente. Entrar hoy en un teatro del Inbal habiendo ganado la convocatoria anual para programación, resulta por pura lógica matemática en pérdida. Aun con los mejores convenios de porcentaje de taquilla, las agrupaciones artísticas terminan siendo las que subsidian el boleto para el público y no la institución. Y el etcétera podría ser largo, francamente.
Hace una semana se nombró a la increíble actriz y directora de escena Haydeé Boetto como subdirectora del Inbal y hace dos días al gran dramaturgo Luis Mario Moncada al frente de la Coordinación Nacional de Teatro. Ambas estupendas noticias que nos permiten prever una renovación de las políticas públicas del Instituto en materia de artes escénicas y de teatro en particular. Ambos con amplias e increíbles trayectorias artísticas, también se han destacado en la gestión pública llevando adelante proyectos en beneficio de artistas y sociedad. Boetto ha sido funcionaria en Inbal, Cenart y Centro Cultural Helénico; mientras Moncada en Inbal, UNAM, Centro Cultural Helénico y Universidad Veracruzana. Ante un panorama de pauperización de los agentes culturales del país, reconocido por los propios senadores de Morena, las tareas que tienen enfrente nuestros colegas con el sector escénico son grandes pero sus capacidades también lo son.
Traspunte
La cereza en el pastel