'Now playing', una obra que explora los dilemas de la generación millennial

Se presenta en El Granero Xavier Rojas del Centro Cultural del Bosque.

En la obra se escucha música de Kiss, Shakira, La Oreja de Van Gogh o reguetón. (Foto: Especial)
Ciudad de México /

Now playing está basada en vivencias y la música de infancia y adolescencia de su protagonista, Emmanuel Lapin, miembro de una generación que atravesó el siglo y el milenio en un mundo que se desmantelaba y que no cumplió lo que prometía.

“La obra es un canto nostálgico de los millennials para los millennials, pero también es un llamado a la comunicación intergeneracional. Está hecha para nuestra generación y para la anterior, la generación X, y para la posterior, la Z, para toda la chaviza”, explica en entrevista Renée Sabina, directora de este monólogo que después de su estreno hace cuatro años en el teatro El Milagro llega a El Granero Xavier Rojas del Centro Cultural del Bosque, para una temporada de jueves a domingo, hasta el 5 de marzo.

Lapin cuenta: “Estaba becado por el Fonca como creador escénico y tenía la inquietud de hacer un monólogo, pero no sabía cómo organizarlo. Entonces, con Jimena Eme Vázquez hicimos un laboratorio práctico y probábamos escenas. Quería hablar de la música y de la generación millennial: cómo somos, qué pensamos, cómo nos relacionamos con la tecnología, y a partir de ahí surgió la dramaturgia”.

Explica que lo hicieron a través de la música “porque fuimos una generación que la tuvo más a la mano. Los CD, los walkman, estaban de moda y eran muy accesibles. Esa nostalgia de mi infancia quise traerla a mi obra y la música cobró un sentido muy importante porque el hilo conductor fue un disco que me gusta mucho desde niño, Servicio de lavandería, de Shakira”.

Baile alucinado

El protagonista actúa, baila, canta y alucina a través de esta pieza y, entre biografía y ficción, confiesa su amor por las canciones de la colombiana o del grupo estadunidense Kiss, mientras rememora las relaciones con su hermano mayor y su hermana menor.

“Todas las vidas tienen un ritmo y si tiene ritmo, se puede bailar”, dice Emmanuel, en esta producción de Estefanía Norato cuya escenografía está conformada por un celular, una silla, un teclado y un reproductor de CD.

Con dramaturgia de Jimena Eme Vázquez, el leit motiv de Now playing es la música, lo mismo de Kiss que de Shakira, La Oreja de Van Gogh o el reguetón. A través de ella se reflejan las preocupaciones de esos jóvenes que atestiguaron la caída del bloque soviético a finales de los 80, los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 o las heridas en México del terremoto del 85 y las crisis económicas.

“La verdad es que sí hay una visión muy pesimista. Cuando la generación millennial empezó a posicionarse espiritual e ideológicamente, algo muy característico nuestro era la tristeza y la depresión. Éramos la generación triste, los tristes, la generación del mazapán, de cristal, la que de todo se queja, a la que todo le duele. Nos tocó afrontar la caída de un orden universal previamente establecido, un mundo sin las condiciones y sin las ilusiones que vivieron nuestros padres, nuestros tíos o hermanos mayores. Nos tocó llegar al mercado laboral sin posibilidad de pensionarnos, de adquirir una vivienda, de tener prestaciones de ley, de trabajar freelanceando, o si bien te va con contratos de seis meses”, ahonda Lapin.

La directora piensa algo similar: “A nosotros nos vendieron una idea del mundo que al final no sucedió, eso necesariamente te genera un sentimiento de vacío existencial muy cabrón. Y este es el punto de nuestras vidas que está retratado en Now playing, ese salir al mundo y decir ‘el mundo no era como nos lo imaginábamos, no era como nos lo vendieron, pero entonces cómo haremos que sea’. Sí, es una visión muy pesimista pero cerrar con esta oda a la vida que es la danza, que es el sacrificar el cuerpo al baile, a la fiesta y al goce, tiene algo de reivindicativo. ‘Bueno, el mundo se está yendo al carajo: bailemos’”.

El pesimismo

Sabina reitera que su generación atestiguó un derrumbe de los valores universales y no tuvo la misma suerte que la generación venidera, la Z, que ya creció sabiendo que ese era el panorama y generó otras estrategias, se educó fuera de las aulas o expandió sus áreas de conocimiento.

Lapin coincide en que el pesimismo permea su obra y a su generación, pero abre una ventana. “Sí hay algo de pesimista, pero se resuelve filosóficamente en la última escena, que es cómo nos tenemos, y nos tenemos bailando de frente al fin del mundo. Esa característica que nos tocó vivir, los finales del mundo de los que tanto hablo, quizás nos hizo más pesimistas, existencialistas, pero encontramos en la comunidad, como millennials, ese refugio que nos salva. No es del todo pesimista”. 

El protagonista dice que el baile final remite a las danzas de la muerte medievales. “Está totalmente inspirada la última escena en estas danzas de la muerte, que es cómo bailamos hasta que el cuerpo no da más. Y por ahí hay otro significado porque es la escena 13, como la carta XIII del tarot, que es la muerte, que también es transformación. Ese es el referente”.

Alejandro Carrillo está a cargo del diseño sonoro y la música en vivo, Alfredo Veldáñez en la asistencia de dirección y producción, Xanath Jaimes en la asesoría de movimiento escénico, Pedro Pazarán en el diseño de iluminación y Sergio Mirón en el diseño de vestuario.

​PCL​

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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