“Tal vez la vida no me permita ver que mi trabajo sea reconocido, pero el hecho de haber vivido, el gusto de haber vivido como quise, ese nadie me lo quita”. Esa línea forma parte del monólogo de Solo en el desierto, una obra que narra la vida de Manuel Rodríguez Lozano, el muralista que fue relegado, que estuvo en la cárcel, que fue esposo de Nahui Ollin, que se declaró homosexual. Fue uno de los forjadores de la cultura del México contemporáneo.
Su mural La Piedad en el desierto, quizá el más famoso, es el ancla de la historia actuada por Leonardo Mackey, quien por esta interpretación ganó el Premio Carlos Ancira al Mejor Actor en Monólogo.
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Ataviado con un traje a rayas, trasladando al espectador al Palacio de Lecumberri de los años 40 (donde Rodríguez Lozano fue encarcelado por el presunto robo de unos grabados en la Academia de San Carlos) es que da inicio el recorrido por su contrastante vida.
“Van a ver la historia de un artista extraordinario, de uno de los forjadores de la cultura del México contemporáneo, uno de los pioneros del activismo en la comunidad LGBT. Es la historia de México, es la historia de la cultura en México y es importante que las nuevas generaciones sepan y conozcan quiénes fueron nuestros verdaderos pioneros, precursores. Es un proyecto al ser humano, con errores y aciertos; es un panorama de la cultura, la danza y el teatro”, comenta Leonardo Mackey en entrevista.
Redescubrimiento
A pesar de que Manuel Rodríguez Lozano formó parte de los Contemporáneos, grupo al que pertenecían Carlos Pellicer, Diego Rivera, Salvador Novo o Xavier Villaurrutia, el pintor es menos nombrado por dos factores: “Su separación de los muralistas lo condenó al anonimato porque, evidentemente Diego Rivera, Siqueiros y José Clemente Orozco, e incluso Carlos Mérida, se hicieron internacionalmente famosos y a Manuel lo invisibilizaron al separarse de ellos”.
En la investigación y al adentrarse en la figura del pintor, el actor encontró que Rodríguez Lozano no estaba de acuerdo con que los muralistas presentaran la Revolución “como si fuera una maravilla”, situación que “lo condenó al anonimato”.
A pesar de ello, gracias a su talento logró mantener relación con importantes figuras del arte, entre ellos Henri Matisse y Pablo Picasso. Su historia está llena de claroscuros, como el que estuviera casado con Nahui Olin, “que fue más bien para taparle el ojo al macho. En parte ambos se utilizaron un poco. Después se declaró homosexual, en 1922, cuando era motivo de arresto, de fusilamiento, o si bien te iba, de rechazo de toda la sociedad. Eso también lo condenó a que se le cerraran muchas puertas y a que perdiera mecenas y que muchos funcionarios públicos le negaran oportunidades”.
Mackey dice que el reto y agradecimiento por poder formar a un personaje del que hay poca información es “gracias a Vicente Ferrer porque es un extraordinario dramaturgo e investigó por tres años. Es un hombre minucioso y le gustan las cosas bien hechas. Es una historia que vale la pena contar y que las nuevas generaciones deben conocer, que habla de la historia de la cultura en México, de la historia de México. Rodríguez Lozano tiene mucho por contar todavía”.
La obra es un recorrido a través de momentos clave personales y artísticos, sus amores y amoríos, su lucha de pensamiento en una sociedad con muchos prejuicios.
Sin embargo, cabe destacar: “Manuel sí tuvo un prestigio porque llegó a ser director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, hizo varias exposiciones en Europa y, sin duda, fue un pintor connotado pero no al grado del resto de los muralistas y no como se lo merecía. Fue en verdad uno de los mejores pintores de la época”, concluye Mackey.
Solo en el desierto fue escrita y está dirigida por Vicente Ferrer, una puesta en escena que se presenta los miércoles en el Teatro La Capilla, a las 20:00 horas, hasta el 26 de abril. En el escenario, el actor y bailarín Andrei Caballero apoya a Mackey en el desarrollo de la historia.
PCL