Tres minutos de aplausos. Ólafur Arnalds regresa al escenario del Auditorio Blackberry con los pasos del más tímido de los seres humanos. Outfit sencillo: jeans, camiseta con un par de corcheas estampadas al frente y calcetines cuadriculados en blanco y negro. Alcanza el micrófono, esboza una sonrisa y cuenta —con frases cortas, voz de sonido tan ligero como su andar— cómo pasaba las tardes con su abuela.
"Me hacía panqueques y me ponía a Chopin. Fue una buena manera de lavarme el cerebro". Aparece de nuevo la sonrisa cohibida.
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Fue su abuela quien lo introdujo al universo de la música clásica. “En la adolescencia, cuando yo sólo quería formar una banda de punk. ¿No es eso lo que todos queremos a esa edad?”, bromea antes de presentar el encore de la noche: “Lag Fyrir Ömmu” (Melodía para la abuela), una canción que le compuso poco después de su muerte.
Silencio casi absoluto. Arnalds se sienta al piano, que apenas emite sonido. No lo toca, lo acaricia. Alguien calca sus acordes tras bambalinas: el cuarteto de cuerdas que tocó junto a él durante los últimos 90 minutos reproduce la armonía que él comenzó. Es como si su abuela le respondiera desde un sitio que él desconoce en el único lenguaje que aún puede comunicarlos.
Las cuerdas se apagan. Los dedos de Ólafur todavía se mueven, pero el sonido es cada vez más liviano.
En las butacas el silencio es, ahora sí, invulnerable.
De origen islandés, Ólafur Arnalds es compositor, productor y multinstrumentista. Su discografía no es corta: desde 2007 ha publicado 16 álbumes, entre música propia, colaboraciones y bandas sonoras.
En 2018 lanzó el disco cumbre de su trayectoria, re:member, de tendencia minimalista y cargado melódicamente como el resto de su catálogo, pero con una realización innovadora, surgida de su interés en la tecnología aplicada al sonido.
Para producirlo se alió con su compatriota Halldor Eldjárn. Juntos crearon Stratus, un software que convierte las notas que Ólafur toca en el piano o sus sintetizadores en patrones, texturas y secuencias que luego él manipula a su antojo. El resultado es un sonido tan íntimo como dinámico, de una sutileza que por momentos exige sostener la respiración para no perder detalle.
Durante el concierto repasó casi todo re:member, pero dejó espacio en el setlist para íconos de su discografía como y “Only The Winds” (For Now I Am Winter, 2013), un track que tiene ecos del sonido de otro paisano suyo, Jónsi, de Sigur Rós.
A los pianos automatizados se suma la sincronía deslumbrante del sistema de luces, que más de una vez pareció seguir su propia partitura.
Arnalds, referente indiscutible del crossover de electrónica y música neoclásica, confesó que necesita volver a México “tan pronto como sea posible”. Las casi 3 mil personas que atestiguamos su debut en México compartimos su urgencia.
Ólafur Arnalds, por Benjamin Hardman. (Cortesía: Dorado Music)
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