Olga Harmony

Teatro

Con ella casi desaparecen los últimos vestigios (salvo por su contemporánea Luisa Josefina Hernández) de una época.

La controversia no era menor y a ambos nos importaban nuestros puntos de vista. (Especial)
Jaime Chabaud Magnus
Ciudad de México /

Ha muerto una de las leyendas del teatro mexicano: la crítica teatral Olga Harmony. Con ella casi desaparecen los últimos vestigios (salvo por su contemporánea Luisa Josefina Hernández) de una época. Olga vio nacer el Instituto Nacional de Bellas Artes, Poesía en Voz Alta, los Teatros del IMSS y el Fideicomiso Teatros de la Nación, el surgimiento de la generación Carballido-Magaña-Luisa Josefina-Mendoza, el empoderamiento de los directores-creadores y el pleito con los dramaturgos y tantísimas cosas que dan para una enumeración interminable. Fue, por al menos cuatro décadas, la crítica de teatro más temida, denostada o querida del gremio.

Las columnas semanales de la Harmony en el diario La Jornada eran esperadas y se convirtieron en un faro, punto de referencia, con sus luces y sombras. Aún sus peores detractores, que con sorna decían que si hablaba bien de una obra no irían a verla y viceversa, en el fondo no podían —pese a su rabiosa animadversión— ignorarla. Su agudeza, amargura, inteligencia y cultura la hacían hueso duro de roer y de atacar. Tampoco podían ignorarla los funcionarios y la temían.

Olga no intercambiaba favores ni sacaba chayote del erario como todavía logran algunos pillos del periodismo cultural, pero ciertamente los titulares de las instituciones procuraban traerla entre algodones porque sus opiniones podían ser devastadoras. Con ella muere también en buena medida un estilo de hacer la crítica de teatro en México que tan urgentemente requiere renovación, espacios y relevos.

En lo personal, yo tuve pleitos memorables con Olga Harmony, a mentadas de madre e insultos dolorosos. Recuerdo uno en particular, al frente del Teatro El Galeón, en el que ambos acabamos temblando después de estocadas de esgrima de parte y parte. La controversia no era menor y a ambos nos importaban nuestros puntos de vista. A pesar de mi enojo le rendía homenaje al poco tiempo en el número octubre-diciembre de la revista Paso de Gato de 2007. Era mi amiga.

ENTRETELONES

LA FELICIDAD ES UNA BUENA FUNCIÓN
A Olga Harmony era difícil verla contenta y tranquila. Héctor Mendoza la pilló una vez en ese estado al salir de un estreno de Ludwik Margules y ella le explicó el motivo: “Porque cuando veo buen teatro soy feliz”.

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