El sur de Tamaulipas y el norte de Veracruz comparten mucho más que el caudaloso río que los baña. Mudo testigo de esa hermandad es el Paso del Humo, escenario del ir y venir de miles de personas que cruzan día a día las espumosas aguas del Pánuco.
En este trayecto dejan parte de sus vidas. Ahí crecen y envejecen. Llueva, truene o relampaguee es su camino, una ruta que no duerme y está disponible las 24 horas del día.
Envueltos por la brisa fresca del río, aquí llegan y van madres con sus hijos, abuelos, personas en sillas de ruedas, obreros, empleadas, jóvenes estudiantes, comerciantes con sus bicicletas y hasta mascotas. En su mayoría van del pueblo al puerto, en busca de mejores trabajos, escuelas y comercios.
Son llevados en lanchas de fibra de vidrio, armadas en la Ciudad de México para un cupo no mayor de 20 personas, nada que ver con aquellos chalanes del pasado o con las barcas impulsadas por remos como medios de transporte sobre el emblemático afluente.
"Este es uno de los antecedentes más antiguos de la Zona Conurbada, servía para que la gente de Altamira pudiera cruzar el río Pánuco y continuar a Pueblo Viejo e internarse hacia otros puntos del país", destaca el cronista de Tampico, Josué Picazo Baños.
Inicios.Comercio y comunicación
El traslado sobre el río surgió por la necesidad de mover ganado bovino y equino, prácticamente tiene su origen desde la época colonial. El paso más antiguo en la zona conurbada fue el conocido en el siglo XVIII como Paso Real o Paso Real de Altamira, que luego fue nombrado Paso Doña Cecilia y finalmente, en nuestros tiempos, Paso de El Zacate.
La llegada de industrias dan vida al Paso del Humo
En 1918, la llegada de compañías industriales y el auge petrolero dan vida a la Isleta Pérez, punto en el que atracan estas embarcaciones pequeñas para ofrecer el servicio de traslado de pasajeros. Sin embargo, fue hasta 1960 cuando cobró mayor relevancia el cruce mediante el uso de un moderno chalán, dice el cronista.
“El tránsito entre personas de uno y otro lado en muchos puntos de la ribera del Pánuco es muy antiguo, pero con mayor formalidad y que ubiquemos nuestro paso, es a partir de 1960”.
Calcula que con la urbanización de la Isleta Pérez, en 1918, comenzó el traslado en el Paso del Humo, llamado así porque del lado norveracruzano había muchos árboles de humo, también conocidos como "guamúchil o huizache".
Como anécdota en la historia de Tampico, el cronista recalca que a pesar de la construcción del Puente Tampico, muchos preferían el uso del chalán o lanchas porque en aquel momento les resultaba caro pagar por transitar esta vía de comunicación, lo que culminó en 1987, cuando dejaron de funcionar.
De acuerdo con el periodista e investigador Baldemar Mijangos Arrendondo, el Paso del Humo es tan antiguo como la fundación de Tampico en 1823.
“El cruce es equiparable al Paso de Doña Cecilia que data desde 1825-1826, porque conectaba con el río Pánuco”, refiere.
Menciona que el Paso del Humo tuvo mayor actividad cuando se secó un brazo del río Tamesí y se formó la Isleta Pérez, que es donde da vuelta el Pánuco. Y es que la necesidad de llegar de un punto a otro, gestó la idea del uso de lanchas, las primeras ayudadas por remos.
Francisco Hernández Silva, miembro de la Unión de Boteros, recuerda que antes eran un referente en los paseos a turistas, a quienes ofrecían recorridos por el caudal, pero todo acabó con la llegada de Capitanía del Puerto.
El operador de la pequeña embarcación a base de fibra de vidrio lleva 18 años de ir y venir por el afluente. Junto a un ayudante, se apoya para atender a la población que busca este servicio diario. Dice que ambos deben saber nadar porque es el principal requisito para trabajar en una lancha. En sus jornadas se han topado con todo tipo de peligros, la inseguridad es uno de ellos.
"Cuando empezó la violencia fuimos testigos de varios sucesos que nos han impactado, desde la gente que pasa armada o la balacera que se dio en el paso, que ya va para 11 años de ello; me ha tocado la amenaza de gente con la pistola, cuando voy manejando, asaltos, entre otras cosas con las que lidiamos en este trabajo".
Comenta que a veces trabaja turnos de 6 de la mañana a 9 de la noche, en los que incluso ha sido testigo de suicidios o ve cuerpos flotando en el caudaloso río.
"El servicio de lanchas representa no solo una oportunidad económica de traslado, es también un vínculo valioso con la salud, la educación y el campo laboral para ambas zonas", refiere.
Los cambios bruscos de temperatura para ellos es algo normal. El norte más fuerte que le ha tocado vivir ha sido de 110 kilómetros por hora.
SN