“Cuenta la historia que… Dios, al ver lo desesperadamente aburridos que estaban todos en el séptimo día de la creación, forzó su agotada imaginación para encontrar algo más qué agregar a la totalidad que había concebido. De repente su inspiración estalló aun más lejos de sus ilimitadas fronteras y divisó un aspecto más de la realidad: era posible imitarse a sí mismo. Así que inventó el teatro”.
El director de escena británico Peter Brook ha muerto el sábado pasado, dejando al teatro mundial en orfandad, más solo, más ayuno de referentes. A sus 97 años sostenía un diálogo abierto con todo lo que su imaginación de niño le guiara. Era fanático de estudiar las neurociencias y dedicó tres de sus últimas obras teatrales a asuntos relacionados con el cerebro humano.
Recibí la noticia muy de madrugada por un amigo madrileño que adelantaba la infausta aunque previsible nueva: Peter Brook ha muerto. Y no puede en el alma de muchos teatreros alrededor del mundo no resultar una conmoción. Es como haber perdido a uno de esos parientes que siempre te llenan el rostro con una sonrisa al verlo. Es maestro de miles y miles aunque nunca le hubiesen conocido de primera mano. Somos sus alumnos y seguidores todos los que tuvimos la fortuna de ver algunas obras, por los videos de estas incluidas las míticas El Mahabhárata, Sueño de una noche de verano o Marat/Sade, por ejemplo; también por sus libros que condensan un pensamiento teatral generoso, amplio, incluyente en un mundo que busca la unicidad de un camino, la revelación del santo grial y la exclusión de todo lo que no comulgue con un particular credo. Por el contrario, Brook arropó y se dejó tocar por teatralidades de otras tradiciones culturales de una manera sorprendente y eficaz, para crear, para investigar. Consideró cada montaje una nueva investigación y desafío. Festejemos esos 97 años en que Brook hizo de este mundo y del arte un mejor lugar.
Traspunte
El teatro es vida y no tiene categorías
“…el teatro no tiene categorías, trata sobre la vida. Éste es el único punto de partida y no hay nada más que sea realmente importante. El teatro es vida”. Del libro La puerta abierta.