Soy ranchero que no monta, pero siembra esculturas monumentales: Sebastian

Entrevista

Admirador de Braque y Mozart, el artista se dice un convertidor de modelos matemáticos que no se arrepiente de ninguna pieza, pero nunca está satisfecho, por lo que ya prepara una gran exposición por sus 50 años de trayectoria.

“En el proceso mecánico de mis obras hasta música norteña escucho”. (Omar Franco)
Javier Uribe
Ciudad de México /

Sebastian (Camargo, 1947) se considera un ranchero irredento que no monta, pero reconoce la fama que le dio El caballito, un artista que convierte modelos matemáticos en arte y ha dejado el mundo sembrado con esculturas monumentales. Admirador de Braque, el creador debe su vocación al entendimiento de la necesidad humana de hitos desde la época de las cavernas.

En entrevista en la sede de su fundación, en cuya entrada destaca un auto Lamborghini, el escultor comparte su Lado B.

¿Quién es Enrique Carbajal?

Creó a Sebastian y creó a un escultor internacional, pero realmente Enrique Carbajal es un norteño sencillo que no tiene más pretensión que ser un buen creador para México. Sebastian es una marca registrada, una firma, un seudónimo que ha dejado el mundo sembrado con esculturas monumentales.

¿Qué autor lo retrata mejor?

El texto más bello humana y literariamente es de mi paisano Víctor Hugo Rascón Banda, el gran dramaturgo mexicano. Escribió un texto extraordinario sobre mí y sobre mi obra. Han escrito muchos otros grandes literatos y creadores de la talla de Carlos Fuentes, por ejemplo. Científicos como Roger Penrose, Mario Livio, Alfred S. Posamentier...

¿Qué es escultura?

Es una vocación, es mi vida. Soy escultor de tiempo completo, solo vivo para pensar en soluciones espaciales. Tengo la capacidad de visualizar imágenes en el espacio y los modelos matemáticos los convierto en escultóricos.

¿Monumental?

La monumental también es una vocación. Decidí ser un escultor monumental pensando en que desde las cavernas y hasta hoy, el hombre ha necesitado de poner hitos para no perderse, para lo religioso, para grandes acontecimientos o solo para decorar.

¿De quién es discípulo?

Aprendí a ser escultor, a hacer escultura, a imprimir la vitalidad en la forma, la fortaleza, el que la forma sea hierática, profunda y fuerte, a través de Henry Moore, el gran escultor inglés. Después me di cuenta de que él había bebido de nuestro mundo prehispánico. Cuando me entero de esto, me doy cuenta de que no le debo tanto a Moore, sino que me volví a mis raíces, mi origen, y ahí está la esencia de cualquier escultor universal.

¿Usted monta?

No, pero el caballo amarillo es el que a veces monta en cólera cuando me atacan (bromea). Que hayan atacado El caballito me favoreció mucho, les agradezco que me ayudaran a que se conformara una admiración y un entendimiento de lo que es, de cómo se concibió, de poder explicar de dónde viene el concepto, por qué se hizo; me permitió hacerme conocido en Ciudad de México.

¿De qué raza es ‘El caballito’?

Parto del mundo etrusco, de las cabecitas de caballos etruscos, de los griegos arcaicos, de los aurigas, brincando a Braque, este gran cubista que trabajó mucho las cabezas de caballo inspirado en los etruscos. Yo brinco hasta Braque y de ahí me voy a mi lenguaje sebastino y hago la cabeza de caballo, esa fue mi ruta.

¿Qué opina de la política?

Hay cosas que no entiendo, pero con paciencia trataremos de que México vaya adelante. Soy un mexicano que ama su país, jamás diría que me voy de esta ciudad, la amo, es mi ciudad y, pase lo que pase, aquí estaré siempre viendo por México.

¿Qué espacio ocupa la música en su vida?

Es fundamental para trabajar. Tengo varias opciones dentro de mi trabajo, cuando creo, lo hago en lo profundo, lo más sublime, escucho a Mozart, me fascina, porque es sedante y me hace imaginar y me deja crear. Cuando ya he creado y estoy en lo artesanal, en lo más mecánico, hasta norteña escucho, eso no se olvida, soy de Chihuahua y eso lo traigo en el corazón, soy un ranchero irredento.

De su obra, ¿cuál es la pieza que más le gusta?

Hay varias. Uno tiene diferentes tiempos, momentos, pasiones, entregas y amor a muchas cosas. Hay obras que me han dado mucho después de lo estético, me han dado reconocimientos, hasta dinero.

¿Se arrepiente de alguna pieza?

No, nunca. Cuando se entra en la madurez, se es creador de tiempo completo, se debe pensar bien cada cosa que se hace. No me puedo arrepentir ni intentar arreglar piezas, porque sería mediocre.

¿Cuál es su obra más polémica?

La más polémica es la de cada momento; la más cercana es El Guerrero Chimalli. Ya estoy acostumbrado a eso y me dio gusto.

¿Qué le falta por hacer?

Todo, un artista nunca está satisfecho. Estoy terminando la producción de una exposición, Chac mool a la Sebastian.

¿Tiene un libro de cabecera?

Podría ser La divina proporción, de Luca Pacioli.


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