Saúl Ibargoyen
El hombre respira
con su pecho de alambre:
arterias de cobre como fuego joven
venas de hierro adelgazadas
por el oxígeno negro de la asfixia
tubos obturados por mantecas de sangre
espinas huecas con su mensaje de ácidos gases
pelos de aceros oscurecidos por las flemas
filamentos rígidos como coágulos de esperma
hilachas pegosteadas entre espumas y glándulas
estambres revolcados encima de sórdidos gargajos
redes de seda como calcinantes roncares.
Así se respira el hombre
enteramente
y no lo sabe
y vuelve a escribir
de espaldas a este sueño.
Y escribe y escupe y respira.