Su labor principalmente está ligada con los arquitectos, las editoriales y las revistas. Entre los espacios que ha fotografiado Sandra Pereznieto se encuentra, por mencionar alguno, el Museo Anahuacalli, del arquitecto Mauricio Rocha, un sitio que ha capturado a lo largo del tiempo y con el que ha creado una relación tan profunda “que el compromiso es ya con la obra, no con Mauricio”, dice en entrevista.
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La artista se encuentra gran parte en Barcelona, y desde ahí habla acerca de la fotografía de arquitectura y lo que exige, según para lo que sea creada o habitada.
“Durante mucho tiempo estuve fotografiando el Memorial a las víctimas de violencia en México, y es un espacio que te confronta, que para entrar en ella tienes que entender lo que estás sintiendo tú con respecto a todo eso que está pasando en México”.
Porque hay espacios que “para entenderlos necesitas más tiempo o que necesitas volver en otro momento, con otra luz”. Sin embargo, también está el lado opuesto, “hay espacios que te abrazan, que te reciben, que te sientes a gusto, que te quieres quedar ahí, que quieres pasarte una hora ahí”.
Y agrega:
“Esa experiencia más emocional, más tangible, más del mundo de las emociones, es lo que me interesa. El recorrido que hago en la arquitectura tiene que ver más con las emociones que con la teoría de la arquitectura, que con la parte racional de la arquitectura”.
¿Cómo describes la fotografía de arquitectura?
Depende quien la mire, pero la fotografía de arquitectura para algunos es una simple descripción de un espacio; para mí, es la intención de encontrar algo más en ese espacio, aquello que se puede decir sobre ese espacio. Para mí, llegar a tomar una foto, tal cual, no es suficiente, porque aunque es descriptiva, lo que para mí significa la fotografía de arquitectura es ir más allá, es tratar de encontrar qué más nos dice la arquitectura.
¿Qué comunica?
Eso depende de cada quien y como cada quien lo comunique. Yo me acerco a la arquitectura desde el ojo de la foto: realmente estoy ahí por la imagen, esa es mi prioridad y eso hace que la forma en que me acerco a la arquitectura, a diferencia de muchos fotógrafos que vienen del mundo de la arquitectura y después se convierten en fotógrafos, creo que ellos tienen un acercamiento mucho más arquitectónico y el mío es mucho más visual, muy intuitivo y emocional, como tratando de encontrar lo que la arquitectura como espectador te hace sentir; lo que me interesa no es lo que sienten los arquitectos de la arquitectura, porque eso ya lo sabemos, lo que me interesa es lo que siente el usuario común, cuando se encuentra por primera vez con una cierta arquitectura.
También es cierto que he buscado trabajar con gente que es muy sutil en su trabajo, que tiene un mensaje específico y eso hace que mi fotografía tenga sutileza, porque también viene de alguna forma del arquitecto, porque reflejo esa sutileza. Me interesa saber cómo el espacio te recibe, si es un espacio que te propone un recorrido o te da un recorrido marcado, lo que quiere decir que es una arquitectura que te da la libertad de decidir por dónde queremos caminar o es una arquitectura que te propone por dónde caminar estrictamente, porque hay arquitectos que en su discurso tienen esa libertad y hay otros que proponen un recorrido específico y eso lo encuentras cuando llegas al lugar.
¿La misma arquitectura “te habla”?
No siempre (ríe). Hay obras que no me han dado la bienvenida desde el primer momento y que me ha costado trabajo entenderlas o entrar, o sentirme a gusto o sentir lo que me querían explicar: hay relatos de la arquitectura que son muy fáciles o que son muy amables desde el primer momento.
Tienes que ser capaz como fotógrafo, como ser humano, de entender cómo viven las personas la arquitectura, entonces, hay arquitecturas que no son tan fáciles. Por ejemplo, en el Memorial a las víctimas de violencia en México tuve que estar ahí cuatro años fotografiando ese proyecto y me tardé cuatro años en poder escribir lo que me hacía sentir esa arquitectura y entender el diálogo que había.
¿Qué pasa con la imagen de arquitectura en la actualidad?
Hay como un furor por ver arquitectura, se ha vuelto como un reclamo para los ayuntamientos, ciudades o países; para el turismo o para los hoteles se ha vuelto un reclamo general la arquitectura y, por tanto, Barcelona, por ejemplo, ha vivido de la arquitectura y hay otras ciudades que se han dado cuenta que este es un reclamo del turismo importante, que convierten a la arquitectura como el actor principal de una ciudad y empieza a proliferar la arquitectura a lo bestia, la buena y mala arquitectura. Son reclamos turísticos pero, a partir de esto, creo que hay un espacio muy amplio para los fotógrafos de arquitectura.
Por otro lado, ninguna web podría vivir sin un fotógrafo de arquitectura, y sin embargo, ninguna web le paga a los fotógrafos para publicar sus fotos: eso que las revistas sí hacían en la época anterior y que entonces el fotógrafo finalmente le pagaban, las revistas o el arquitecto, hoy día las webs que publican arquitectura no le pagan al fotógrafo de arquitectura. Por lo tanto, viven de su trabajo pero no lo consideran cuando hay que pegarle y es un gran problema porque el mundo quiere ver arquitectura, buena arquitectura, para lo que se necesita un buen fotógrafo de arquitectura.
¿A qué te enfrentas cuando te toca fotografiar mala arquitectura?
Todo es un reto, pero incluso la mala arquitectura tiene momentos lindos, y yo creo que cuando la arquitectura no es tan hermosa, como fotógrafo tienes que ser todavía más hábil en poner tu mirada en lo que sí funciona de esa arquitectura que no es tan lograda para que, de alguna forma, tú decides lo que no enseñas y eso es una forma de editar la arquitectura. La verdad es que yo desde hace mucho años trabajo con arquitectos que son muy buenos y que la fotografía a la que me enfrento es cada vez mejor. Tiene muchos años que no fotografío cosas que no me gustan o que considero que no es buena arquitectura.
¿Con la fotografía se entiende a las ciudades y los espacios?
Desde luego, sobre todo a la arquitectura que tiene en cuenta al usuario, al público, al peatón. Creo que hay una arquitectura que se está haciendo y que para mí es muy interesante, que es cuando un arquitecto hace un espacio privado y dentro de su espacio privado considera que una parte de ese espacio tiene que ser público.
Por ejemplo: los grandes edificios de Mies van der Rohe, en Nueva York, que no llegaban hasta la planta baja, sino que llegaban hasta el primer piso y la planta baja era libre para que fuera la ciudad quien pudiera usar ese espacio y se convirtiera en un espacio público o, por ejemplo, la arquitectura de Mauricio Rocha, en Oaxaca, en el Centro Cultural San Pablo, que también fotografié durante cuatro años, que es un espacio que abre una calle y que se convierte en una plaza de la ciudad; es un espacio privado porque es un espacio del Centro Cultural San Pablo, de hecho tiene puertas que se cierran en la noche pero que durante todo el día están abiertas, y se convierte en un paso de gente de la ciudad que no va al Centro, pero que sí pasa por ahí, lo que se convierte en un espacio público dentro de un espacio privado.
Además
Un camino que inició en la niñez
Los comienzos de Sandra Pereznieto en la fotografía fueron desde pequeña, “desde que tenía 11 o 12 años porque tomé un taller de fotografía en la escuela, en la secundaria, y la primera vez que veo que aparece una imagen en el cuarto oscuro, en una hoja de papel fotográfico, siento los mismos papalotes en el estómago que sentí la primera vez que me dieron un beso: me enamoré de la fotografía igual que del primer chico que me dio un beso, lo único es que la fotografía ha durado toda la vida”.
Sobre su llegada a la fotografía de arquitectura, confiesa que trabajó de asistente de un fotógrafo que se dedicaba a esta especialidad, “y entonces, acompañándolo en lo que él hacía, me enamoré de la fotografía de arquitectura y ahí me quedé, pero no es lo único que hago, porque hago también fotografía más personal y la hago de forma paralela”.