El fotógrafoSantiago Arau (México, 1980) se muestra muy contento al compartir con el público su primera galería, a la que ha llamado El conejo de la Luna.
Es un espacio independiente, ubicado en la colonia Roma Norte, frente al Jardín Pushkin, donde exhibe una colección de su trabajo artístico, que ha ido nutriendo durante más de dos décadas.
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En la galería presenta fotografías de pequeño, mediano y gran formato, que ha mostrado en sus exposiciones individuales en el Palacio de Bellas Artes, el Museo Amparo, el Colegio de San Ildefonso y el Museo Interactivo de Economía.
En entrevista con MILENIO, el artista especializado en fotografía aérea y técnica time-lapse dice que cuando se dio cuenta de que tenía unas 400 piezas en bodega decidió buscar un espacio para presentarlas.
“La intención fue compartirlas, darles vida, en lugar de que estuvieran guardadas. La finalidad es que la gente las pueda ver y platicar sobre lo que le significan ”.
Cuenta que el montaje es muy parecido al que se hace en la mayoría de las exposiciones: “Las personas van a encontrar fotografías de las muestras que hice, como la de la pandemia de 2020 que fue sobre el covid; otra que tuve en el Museo Amparo y en San Ildefonso, sobre un recorrido por toda la República Mexicana, así como mi última exhibición en el Museo Nacional de Arquitectura, en el Palacio de Bellas Artes , que habla del patrimonio del valle de la cuenca de México”.
En su galería, estas piezas están mezcladas, algo que puede desconcertar a quienes acudieron a las exhibiciones que él menciona.
Los asistentes tendrán la posibilidad de interactuar con las fotografías de forma distinta a la que se tiene cuando acuden a un museo.
Aprendizaje y placer
Arau comenta que su obra se podría definir con palabras específicas: sorpresa, aprendizaje y placer. Y eso le produce a él un reencuentro con las fotografías que muestran, de forma monumental, la cúspide y el cráter del Iztaccíhuatl, que capturó durante una tarde de verano.
“La fotografía es un constante aprendizaje, sorpresa y privilegio al poder visitar y capturar esos lugares en México”.
Un ejemplo es lo que hay alrededor de una de sus fotos más recientes, en Paseo de la Reforma e Insurgentes. Logró capturar a más de 40 metros de altura el rostro de la escultura de Cuauhtémoc.
“Son particularmente esos momentos que atesoro. Estaba lloviendo y con rayos, yo estaba sobre una estructura metálica. De pronto, subir esas escaleras que son de caracol alrededor del monumento y darte cuenta de los más mínimos detalles que tiene la escultura, realizada por los artistas y escultores con su simbolismo mágico. Son esas cosas que puedo apreciar. Gracias a los drones y a la fotografía puedo ver esos detalles que no son perceptibles para todos”.
Refiere que siempre le preguntan cuál es su foto favorita, a lo que responde que es difícil de contestar porque cada una tiene una historia y un recuerdo particulares.
¿Qué hay en esta galería?
¡Uy!, el camino de un fotógrafo, que es larguísimo. Tengo 44 años y llevo veintitantos como fotógrafo. La primera fotografía está a la entrada de la galería y es de 1996. La tomé en Real de Catorce, en San Luis Potosí, con película, mucho antes de que apareciera Facebook, Instagram y todas estas cosas. La colgué haciendo un homenaje a mi pasado. También presento la última fotografía que tomé de Xochimilco hace un par de semanas y la que acabo de tomar estará en los próximos días.
¿Qué papel juegan los drones en tu obra?
Son mi sello personal como fotógrafo. Me tocó tener esa tecnología que fotógrafos como Hugo Brehme no lo hubieran imaginado. Si el Dr. Atl hubiese tenido un dron se habría vuelto loco, o Casimiro Castro, que pintaba desde un globo.
“Creo que los drones hacen que haya una mirada nueva y distinta, con el apoyo de las técnicas digitales y fotográficas ahora podemos ver muchas cosas. Te permiten tener perspectivas distintas a las de helicóptero para mostrar lugares a los que difícilmente se puede acceder, como la imagen de la escultura ecuestre de Carlos IV, en la que la pezuña del caballo está pisando el carcaj, un objeto que es el símbolo de poder de los mexicas”.
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BSMM